Unas 600 mariposas de vivos colores revolotearán sobre las cabezas de quienes visiten el Museo Nacional a partir de mañana.
A las 10 a. m. un renovado jardín de insectos abrirá sus puertas como parte de un proyecto que integra naturaleza, arquitectura militar, historia y arte en el edificio que una vez albergó el Cuartel Bellavista, en San José.
El proyecto arquitectónico, que costó ¢450 millones, puso a disposición del público espacios del Museo que permanecieron cerrados por décadas y remozó otros –como el mariposario– para el deleite de los visitantes.
Belleza alada. El nuevo jardín es una exhibición viva de 25 especies de mariposas diurnas características del Valle Central, como las conocidas morphos y monarcas, así como las conocidas popularmente como damiselas, cocineras, búhos, espejitos, banderitas, hojitas, blanquitas y azufritas.
En un espacio de 500 metros cuadrados, el mariposario reproduce las condiciones del hábitat de estos insectos, por lo que el jardín cuenta con 20 especies de plantas especiales para ellas –para vivir– y 15 de plantas más que son productoras de néctar, del cual se alimentan. “Las hospederas son plantas específicas para cada especie y es donde la mariposa coloca sus huevos. Sirven de alimento para las larvas durante el crecimiento hasta su transformación en crisálidas”, dijo el biólogo German Vega, del Departamento de Historia Natural del Museo.
Según Vega, el jardín cuenta con hierbas, bejucos, arbustos y árboles que funcionan como plantas hospederas, entre ellas las denominadas como viborana, paleta, calzoncillo, platanillo, sangrillo y chaperno. Por otra parte, las plantas productoras de néctar como cinco negritos, pentas, coralillo, hoja de sen, rabo de zorro y gavilana.
“Debido a que algunas mariposas como las morpho y las búho no se alimentan de néctar, sino de frutos en descomposición, se instalaron comederos con manzanas de agua, bananos y mangos”, explicó.
De acuerdo con Vega, la reproducción de las mariposas, que “alimentará” la vida de este jardín, se logrará realizar por medio de la adquisición de unas 400 crisálidas por mes –100 por semana– en un zoocriadero privado. Esas crisálidas se alojarán en especie de vitrina hasta que llegan a ser adultas.
Cuartel remozado. Según explicó el arquitecto Rónald Quesada, diseñador del proyecto, el mariposario es apenas una parte de él. El principal cambio es la habilitación de la entrada por la fachada principal del edificio, ubicada al costado oeste y que colinda con la plaza de la Democracia.
Frente a la puerta de la nueva entrada, una enorme estructura esférica de ocho metros de diámetro y 6 metros de altura confeccionada en acero inoxidable y vidrio da la bienvenida y sirve como antesala para recibir a grupos de niños y turistas antes de su recorrido. “Dentro de esta ‘escultura habitable’ se ubica una esfera de piedra precolombina original como símbolo de la identidad tica”, detalló .
El vestíbulo principal es un moderno aposento en colores rojo y blanco que aloja la boletería, centro de información, guardarropa y los servicios sanitarios. Una vez dentro del mariposario, una rampa de concreto de 110 metros de largo y dispuesta en forma ascendente y en varios niveles conduce. También conectará con otros espacios del Museo, como el torreón suroeste y el área de los calabozos.