La alquimia de la bestia , primera novela de Luis Diego Guillén, es una invitación a los lectores: un reto agradable de 512 páginas. El placer de leer este libro es tan grande como los años que trabajó el autor escribiéndolo.
Para entender y disfrutar una obra literaria, una vez que se inicia la lectura, la mayoría tiende a enmarcarla en puntos de referencia conocidos o, al menos, en la perspectiva que le permiten ciertos parámetros con los cuales está familiarizado. A nadie le gusta que un texto se le salga de las manos. Algunas personas, que más bien se desorientan con la innovación literaria, dan preferencia a obras escritas en estilos más o menos convencionales. Por eso suele ser tan exitoso el género realista, incluso cuando se trate de obras aburridas porque, en el fondo, el realismo crea la ilusión de parecer más familiar y cercano a las experiencias de vida. Ocurre así porque tendemos a sofocar lo extraordinario, rechazando lo que no entendemos sin esfuerzo tanto en la vida cotidiana como en los relatos ficcionales.
En cambio, para poder gozar la innovación y la literatura que experimenta es aconsejable despojarse de ciertas expectativas con respecto al texto. Recuérdese a Calvino o a Cortázar. Los anacronismos son un ejemplo de lo que digo. Muchos son maravillosos. Recuerdo la novela de Ch. Ransmayr, El último mundo: en un pasaje, el Emperador le habla al pueblo de Roma frente a un manojo de micrófonos. En otros pasajes, la policía imperial evoca a las SS nazis .
Determinar las características de un libro tan rico en matices como La alquimia de la bestia no es tarea fácil. Opino que tampoco puede definirse este relato tan prolijo a la luz de un solo modelo literario.
Lo que no es
Un truco frecuente para entender algo, sin que en general nos demos cuenta, consiste en empezar diciendo lo que no es. Apoyémonos en esta práctica, aunque de hecho no define nada, pero ayuda a orientar al lector. La alquimia de la bestia se inspira en cierto periodo histórico de Costa Rica, Centroamérica y el Caribe coloniales, describe ambientes, pueblos, conflictos, usos y prácticas de la época y, sin embargo, no se la puede definir como novela histórica, porque no sigue un patrón ni una secuencia historiográfica, apoyada en fuentes documentales tal y como, por ejemplo, Marguerite Yourcenar —para acudir a ella como parámetro—, reconstruye la vida del emperador Adriano, ateniéndose a datos estrictos y minuciosos.
Tampoco es novela fantástica, aunque Santiago Matías de Sandoval y Ocampo, el protagonista nacido en 1660, da lugar a una especie de encanto mágico cuando los habitantes de Talamanca ven en él la encarnación de un dios distinto y más que nada opuesto al militante catolicismo de la época colonial.
Hay muchos episodios que podrían entenderse de esa forma, en particular si se acude a la idea ya canonizada por Todorov: si el lector y, en general, el protagonista duda de entre si lo ocurrido es realidad o imaginación, estamos en presencia de ese estado ominoso al cual se rinde el relato fantástico.
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Esos estados o trances de Santiago sugerirían también que La alquimia de la bestia es novela psicológica. El héroe parece actuar movido por una especie de patología de la personalidad, gracias a la cual se siente elegido y promovido a un rango divino que justifica sus acciones afines a los intereses indígenas. No obstante, Santiago suele ser consciente de ello y comportarse con cierto cinismo. En otras palabras, el relato no puede clasificarse como novela psicológica, ni se interesa en modelar proyectos pedagógicos o morales como la llamada Bildungsroman.
Aunque la narración se apoye en elementos de carácter realista, tampoco sería apropiado encasillarla dentro de ese estilo. El realismo es bastante preciso en rasgos que competen al relato entero, tal y como se empezó a gestar ya con la obra cervantina y tomó forma en autores del siglo XIX como Balzac o Pérez Galdós, para citar solo dos nombres. Debo decir, sin embargo, que en La alquimia de la bestia existen momentos realistas bien construidos como, por ejemplo, los juegos de poder de la administración colonial centroamericana de la época en la cual tiene lugar el relato.
Aun considerando este último punto, tampoco se puede hablar de novela política o de una historia que se destine a desentrañar la mugre del Imperio donde nunca se pone el sol, visible en las actuaciones de varios personajes vinculados a la maquinaria administrativa.
En este sentido podría seducirnos la idea de que estamos frente a un texto de literatura comprometida por su manera de releer instituciones del pasado y crear asociaciones con el presente. Sin embargo, no es el caso, pues tal no es el énfasis del texto ni cualitativa ni cuantitativamente.
A pesar de ciertos elementos próximos a la magia y a recursos narrativos extraídos al realismo, la novela tampoco puede encajarse en el canon del realismo mágico, si acordamos reconocer cierta coincidencia en el tratamiento de lo insólito por parte de algunos autores como Asturias, Carpentier, Rulfo y García Márquez, para citar a algunos de los más conocidos. La obra de estos autores, en mi opinión, está más cerca de lo maravilloso que de lo fantástico (para evocar a Todorov una vez más): por lo general, los personajes de la ficción no se sorprenden ni el lector se atemoriza ante los acontecimientos extraños; por ejemplo que los protagonistas estén muertos o que un hilo de sangre fluya por largos espacios.
Reunión de recursos
Llegados a este punto podemos inventar una clave : La alquimia de la bestia es un relato insólito, minuciosamente desarrollado, en el cual convergen recursos de órdenes muy diferentes, desde la novela histórica hasta el realismo, que subvierte la normalidad del comportamiento humano en la figura del protagonista, pasando por esbozos psicológicos y mágicos.
La narración redibuja algunos episodios de la Colonia española en Centroamérica y el Caribe, así como la confrontación del poder con los indígenas de la vertiente atlántica costarricense.
El libro abre una ventana a la vida en Cartago, a conflictos familiares, al papel de la Iglesia. La guerra en Talamanca cobra un aire épico y de tragedia. La narración de los hechos, muy interesantes por lo demás, mantiene un ritmo tenso, que no desciende y que va amarrando los episodios impecablemente.
Tantos años de trabajo dedicados a este libro honran al autor. Aproximémonos a La alquimia de la bestia con la seguridad de encontrar una experiencia de lectura novedosa en el panorama literario costarricense de las últimas décadas.