El fotógrafo Lucas Iturriza se define a sí mismo como “argentico, limonense y talamanqueño”. Aunque nació en Argentina, desde hace nueve años vive en Puerto Viejo de Talamanca y adoptó a Costa Rica como su hogar.
El retratista y fotógrafo documental con 20 años de carrera ha recorrido varios países de África, Europa, Oceanía y América capturando con su lente diferentes realidades.
El Museo de Arte Costarricense (MAC), en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y el Registro Civil del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica (TSE) inauguraron este jueves 7 de abril su muestra fotográfica Chiriticos, juego de palabras que une la provincia panameña occidental de Chiriquí y el apodo de los costarricenses.
Para este trabajo, el fotógrafo viajó a San Vito de Coto Brus y alrededores para retratar parte de la población Ngöbe Buglé con riesgo de apatridia en el país, es decir, la condición de la persona que carece de nacionalidad. El fin es documentar la labor que está realizando el Acnur y el TSE para el registro de esta comunidad , así como la garantía de sus derechos humanos. Este proyecto está enmarcado bajo la campaña del Acnur #yopertenezco .
El “argentico” habló de su trabajo para esta exposición que estará abierta al público hasta el 20 de abril de manera gratuita.
¿Cómo inició este proyecto?
En realidad es un trabajo que me encargó el Acnur. Ellos están haciendo un esfuerzo de registro y de determinación de nacionalidad con la población Ngöbe Buglé de la parte de San Vito y alrededores en Coto Brus. A mí me encargaron la tarea de documentar el trabajo que estaban haciendo para visibilizarlo y presentarlo a la opinión pública. Todo el tiempo se están haciendo este tipo de labores pero muchas veces se quedan en trabajo de sitio, que es genial, pero es muy difícil que después llegue a la gente. La gente no se entera porque sale una noticia o algo en el diario y nada más. Ellos quisieron ir un poco más allá. Eso fue lo que estuve haciendo en enero, viajando y conociendo a las familias. Todos los días iba a ver entre cuatro y seis familias por día y me quedaba tres, cuatro horas, depende de lo que diera. No es un lugar donde se pueda llegar y por eso no es como la fotografía callejera, siempre se tiene que crear un vínculo. Un fotógrafo decía que un buen retrato o una buena fotografía documental es el resultado del vínculo entre el fotografiado y el fotógrafo.
”Si bien no había un montón de tiempo, la dinámica era esa: conocer a la gente, compartir con ellos, ellos me cuenta un poco su historia, yo les cuento la mía. Siempre soy más de escuchar que de hablar. Una vez que se crea esa confianza y vínculo, ahí es cuando saco la cámara y empiezo a hacer mi trabajo”.
¿Como fotógrafo qué encontró valioso de este trabajo?
Yo soy un ferviente defensor de la fotografía con propósito. Tengo 45 años y empecé a tomar fotos a los 8 o 12 años con una cámara que compró mi padre. Me enamoré, ahí empezó el romance. La fotografía es infinita. Hay cientos de ramas diferentes y de profesiones diferentes entre la fotografías. A mí lo que más me gusta y a lo que más he dedicado en mi vida es a la fotografía documental, a los retratos y a la fotografía de viajes. Creo que la fotografía es una herramienta poderosísima y siempre que pueda ir un poco más allá de lo meramente estético o técnico, que también está genial, me parece que sirve a un fin común mejor, que es poder contar una historia y poder visibilizar algo invisible a los ojos de la mayoría. Yo voy detrás de eso, ese es mi lugar dentro de la fotografía.
”Un trabajo como este para mí es el trabajo ideal, lo que más me gusta hacer es exactamente esto, meterme con la gente, conocer otras realidades, ponerme en los zapatos del otro y a través de la foto poder dar una mano”.
¿Cómo fue el contacto con estas familias?
Fui a lugares donde pegan fuerte. Este tipo de trabajo no es el primero que hago. En todos los continentes siempre trato de hacer estos trabajos y de irme a aquel lugar donde dicen ‘allá no va nadie’; bueno, allá voy yo. Soy muy de buscar ese lugar y de ir a donde la gente no cuenta. A estos trabajos les llamo como retiros espirituales porque estás yendo a un lugar donde estás totalmente fuera de la civilización y del sistema, donde la gente vive en forma bastante precaria y más conectada con la tierra y la naturaleza. Tienen valores originarios, tienen la cultura milenaria. Tienen otra relación con el medio ambiente y con todo, para mi es alucinante. Como anécdota te cuento que hace como 20 años más o menos estudié dos años de magia para poder acercarme a esta gente. Por ejemplo, en África o en Asia o lugares donde no hablaran inglés, inclusive en Costa Rica, en lugares donde no hablan español, la barrera del lenguaje a veces es fuerte, entonces bueno, siempre tenés el lenguaje corporal, te podés comunicar por señas. Durante dos años aprendí a hacer magia para poder romper esa barrera y poder acercarme. Todo en pos de afianzar ese vínculo del que hablaba al principio y poder tomar esa fotografía, si es que da, porque muchas veces conozco a la gente, estamos un rato hablando, me quedo un tiempo y después me dicen ‘no, no, mejor foto no’ y no saco la foto. Pero la experiencia de compartir es la misma.
¿Hubo algo que le impresionó de manera particular?
Con esta población puedo decir que me pegó fuerte. Hay gente que vive en este país desde hace décadas y personas que tienen 2, 5, 10, 15 o 25 años y que no tienen una cédula o una nacionalidad y por ende, no tienen acceso a los derechos básicos como salud, educación y trabajo. O sea, no hay charlas triviales. Lo que hablás es sobre la esencia humana básicamente, sobre cómo sobrevivir, el estar apartados. Es fuerte, es fuerte.
”A nivel personal es rico porque me toca siempre estar un poco entre los dos mundos. Me toca estar en este, con los teléfonos celulares, las aplicaciones y escuchar lo que habla la gente en la ciudad y después te vas allá y es otra película. De las diferentes realidades y culturas es donde nace la riqueza y es un poco lo que busco”.
A nivel artístico este trabajo va más allá de un mero contrato. ¿Cómo definiría esta exposición? ¿Qué significó para usted?
Significa ser un granito de arena más en este trabajo colosal que está haciendo el Acnur y el TSE con la población Ngöbe Buglé. Mucho antes de que Costa Rica existiera, esto era territorio de ellos. Ellos pasaban de un lado al otro hasta que alguien llegó y puso una línea en el medio y dijo, ‘esto es una frontera, este lado es Panamá y este es Costa Rica’. A raíz de esto surgió toda la problemática del subregistro o de indeterminación de nacionalidad. Lo que está haciendo el Acnur y el TSE con esta población es algo maravilloso.