¿Qué había sido de Rodolfo Stanley? Es que, ya hace unos años, el artista se había ido a navegar en el mar de su pintura hacia playas populistas, hacia noches poco santas y hacia encuentros con piratas; mas ahora, luego de sobrevivir, ha vuelto con una nueva, notable exposición. Stanley nos ofrece Jazz-danza: 18 cuadros pintados con acrílico en formatos medianos y grandes, todos titulados como la misma exhibición y expuestos en la Galería Artflow, ubicada en el centro comercial Avenida Escazú.
Años ha, Stanley recaló en playas sudorosas de gente linda de la serie B, donde gourmets en camiseta sazonan huevos duros con arena bajo un Sol que ya no sale por no verlos: arrejunte de elegancia con papas frías, perros calientes y zaguates saltarines, y con 4x4 que se multiplican como su nombre ya lo manifiesta.
A Stanley, las noches se le hicieron luego antros luminosos en boîtes, lugares que en francés significan cabarets en francés, con narcochulos de lentes negros y cadenas perpetuas de oro, y con mujeres prostituidas ad maiorem gloriam del turismo sexual de caucásicas camisas panzonas con veleros.
Mediante fotos, Rodolfo Stanley frecuentó a políticos que no podía ver ni en pintura, aunque los pintó, como ciertos pésimos presidiarios presidentes. Los retratos le salieron tan bien que uno puede reconocer a los personajes aunque no lleven antifaz.
El artista retrató asimismo a un sacerdote que se había entregado a la didáctica del conductismo –o sea, a la enseñanza de manejo en la Sabana–.
Rodolfo pregunta al periodista:
–¿Desearía confesarse con el padre de ese cuadro?
–No porque la penitencia podría resultar peor que los pecados.
Una deuda. Rodolfo Stanley nos conversa en su taller, situado en Tibás (San José). Habla rodeado del aire de familia de cuadros nuevos, de pinturas de hace años, de obras de amigos. Todo taller de artista es un museo en movimiento.
Como productos salidos de esos viajes imaginarios, Rodolfo Stanley presentó exposiciones y cuadros titulados Comegüevos, La noche, Bailongos y Mi patria querid a, trazados con el dedo acusador de su pincel.
Rodolfo Stanley volvió, pues, de sus viajes tumultuosos para reposar ahora en la belleza, y decidió pintar a jóvenes alumnas de ballet y de danza contemporánea mientras aprenden y se entrenan.
Alejandra González de Barzuna, directora de la Academia Jazzgoba, invitó a Stanley a visitar los ensayos de las estudiantes. Rodolfo encontró entonces el motivo de otra serie de pinturas, y comenzó a fotografiar y a dibujar escenas.
“Después de los Bailongos y los Comegüevos, sentí que tenía una deuda pendiente con la danza”, confiesa el pintor.
“Quise capturar el juego de la belleza y de la fuerza física y mental de las niñas y las jóvenes, que están entre los cinco y los veinte años. Estudian en escuelas y colegios, pero dedican también dos horas diarias al ballet y dos horas a la danza contemporánea”, añade.
Esta nueva serie es distinta de las anteriores, pero también algo similar. Ya no hay aquí sátira ni censura, sino admiración. Jazz-danza es el día del artista de la noche.
Contrastes. Estas pinturas son juegos de contrarios. Una se divide en “dos” cuadros: arriba, una ballerina exhausta sobre el piso; debajo, niñas danzan en coro –esfuerzo e inocencia–. Otro cuadro ofrece dos partes verticales: a la izquierda, una joven se curva en el aire; a la derecha, una pareja gira en el vacío.
En un acrílico, una alumna se yergue en una práctica; a la par, una ballerina ha terminado de recibir una clase: vorágine y quietud –otro contraste–. Los planos también contrastan pues arriba se prepararan unas estudiantes; debajo, en un primer plano, se apresta otra alumna. “Muestro una yuxtaposición de planos en los que se suman lo tradicional y lo contemporáneo”, expresa el pintor.
Casi todas las obras son realistas, pero alguna reúne elementos insólitos, como una bailarina junto a un cisne y a un violonchelista ayudado por otra bailarina. El crítico Víctor Hugo Fernández halla “figuración subjetiva” en Stanley. Sí, a veces, Rodolfo nos sonríe con la esencia del surrealismo: la figuración inesperada.
Los colores son intensos, como en toda la obra de Stanley: tan fuertes que parecen ser colores primarios. En la base de las obras se asoman brochazos de colores planos, complementarios, cual si fuesen dameros arlequines que tornan de una fiesta: otra firma del pintor. Stanley revela que todos sus cuadros reciben primero esos brochazos, y que sobre ellos crea luego escenas y personajes.
En Costa Rica no suelen pintarse motivos propios del ballet y de la danza actual. Rodolfo Stanley ha creado escenas de ballet como un Degas que baila con princesas de Velázquez.
Zona de trabajo. Rodolfo Stanley es uno de los pintores nacionales que ha creado ya su público, en especial desde los Bailongos (2004), que atrajeron gran concurrencia. A veces, alguna pareja pide al artista que le pinte un bailongo donde ella aparezca: la eternidad en colores
“Para los Bailongos tomaba diez o doce fotografías de un ambiente; luego extraía personajes y expresiones de aquí y de allá, y componía una escena distinta, nueva, como una destilación de colores y de gente”, precisa Rodolfo. “Los Bailongos son una olla de carne: calor popular en el que hay de todo”, añade. Para el crítico Aurelio Horta, son una “furia barroca”.
Otros clientes solicitan a Stanley que pinte un “parque”, tema al que suele volver y que –como Rayuela en el parque (2007)– revela su veta ingenua, de composiciones que tienen dos tercios de realismo mágico y un tercio de Chagall.
Stanley comenzó siendo diseñador comercial. “Me libré pronto gracias a un premio que me otorgaron en Miami y con cuyo monto me pagué viajes a museos de varios países”, recuerda. “Mucho oficio de diseñador ayuda a dominar una realidad espesa y abundante que puede escaparse de las manos”, escribió el crítico Juan Bernal Ponce en 1999 a propósito de Stanley. Rodolfo también ejecutó monotipias y grabados, pero dejó estos pues los ácidos le afectaron la salud.
Lo bailado. Su taller sorprende por el orden, poco habitual en los artistas. Parece que el taller se ha peinado para salir en las fotos. “Si paso diez horas en un lugar, que sea un sitio agradable para leer y descansar también”, define el artista.
“Trabajo en un solo cuadro hasta que lo termino, salvo que alguno se me resista; entonces lo dejo descansar unos días”, agrega. “Primero hago bocetos; luego aplico el fondo de colores y dibujo las figuras. Me gusta mucho el dibujo; es la base de todo”, explica Rodolfo.
“Gonzalo Morales, hijo, me enseñó el realismo. Para mí, Lola Fernández es la pintora: su sutileza es una referencia para todos los estudiantes. También admiro la fuerza del dibujo de Fernando Carballo”, detalla Stanley. “Trato de que mi pintura sea como mi casa: sólida”, manifiesta Rodolfo.
Stanley ha expuesto numerosas veces en Costa Rica, y también en Chile, Perú, Venezuela, Cuba, Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Francia, Italia, Suiza, Alemania y Japón.
“La vida no me alcanzará para hacer todo lo que quiero”, supone Rodolfo Stanley; mas, por ahora, a este gran artista nadie le quita el bailongo, el baile ni el ballet.
Pasos pintados. ‘Jazz-danza’ se ofrece hasta el viernes 6 de diciembre en la Galería Artflow (en Avenida Escazú, al costado este del Hospital CIMA, San José). Horario: de lunes a viernes de 10 a. m. a 6 p. m.; sábados de 1 p. m. a 9 p. m.; domingos de 2 p. m. a 6 p. m. Téléfono: 2519-9051.