Chile
Nacida en Ucrania pero criada en Bielorrusia, Svetlana Alexiévich (1948), de 67 años, estudió periodismo en la Universidad de Minsk. Trabajó en varios medios, pero el reconocimiento vino con su primer libro, La guerra no tiene rostro de mujer . Publicado en 1985, en él presenta un crudo y sincero relato de la participación femenina en la Segunda Guerra Mundial. Más de un millón de mujeres, entre los 15 y los 30 años, pelearon en el frente, algo que fue olvidado por la versión oficial.
“Este libro fue como el estallido de una bomba porque todo nuestro hito fundacional fue construido con el relato de la Segunda Guerra Mundial, pero las propias mujeres no contaban cómo era vivir la guerra”, señala la historiadora rusa Olga Uliánova.
Más tarde vino el libro Los últimos testigos , donde Alexiévich relata la guerra desde la perspectiva de quienes tenían entre siete y doce años.
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En una sociedad donde la herencia de los conflictos bélicos se ha constituido como parte fundamental de la memoria colectiva, Alexiévich fue capaz de darles voz a los protagonistas olvidados: mujeres soldados, niños, viudas y familiares de las víctimas.
La explosión nuclear de Chernóbil, la guerra de Afganistán y las consecuencias del derrumbe de la Unión Soviética en la construcción de la identidad, también han sido detallados por Alexiévich, convirtiéndola en relatora de los episodios más dolorosos de la historia reciente de Rusia.
“Es una mujer de una prosa impresionante, capaz de detallar la violencia en la tragedia de Chernóbil y también de mostrar el descalabro de Rusia tras la caída del muro, con todo este cambio social, político y cultural que ha resistido esta zona desmembrada. Ha sido una gran sorpresa; es un gran premio al periodismo de investigación que se mete donde la narrativa y la ficción no llegan”, señala el librero chileno Sergio Parra.
El alma ruso-soviética. Luego de anunciar el premio, la Academia Sueca destacó a Alexiévich por sus “escrituras polifónicas, un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestros tiempos”.
Es una obra que se construye de forma exhaustiva: cada libro, ha señalado la autora, le toma en promedio tres años y debe entrevistar entre 500 y 700 personas.
“Yo no registro solamente una historia árida de hechos y eventos, sino que escribo una historia de sentimientos humanos. Mi crónica abarca varias generaciones. Empieza con las memorias de los que fueron testigos de la Revolución de 1917, atraviesa las guerras y los gulag estalinistas, y alcanza los tiempos presentes. Es la historia del alma ruso-soviética”, ha dicho Svetlana Alexiévich a modo de resumen de su carrera.
“Cuando uno habla de la literatura rusa, por lo general imagina grandes novelistas: Tolstói, Dostoievski, Pasternak... La obra de Alexiévich es distinta: es la construcción de reportajes documentales. En la novela rusa clásica tenemos la polifonía gracias a que el autor da distintas voces a sus personajes, pero ella da esta polifonía de forma documental”, destaca Ulianova.
De sus cinco libros, Voces de Chernóbil (Editorial Debolsillo) es el único que se puede encontrar en español. Es un potente relato coral que detalla las distintas dimensiones de la tragedia a partir de “monólogos” donde los protagonistas cuentan su versión.
“Voces de Chernóbil es bastante modélico de su obra. Recoge los testimonios de los bomberos, de sus mujeres y de sus familiares: de todo un grupo de gente que se enfrentaba a lo desconocido sin ver las consecuencias letales que tendrían los hechos”, comenta Ricard San Vicente, quien tradujo este título.
Homenaje al periodismo. Aunque fija en las apuestas para el Nobel desde hace años, el galardón a Alexiévich sorprende por destacar por primera vez al género periodístico.
“Queda derrumbada esa idea tan absurda y extendida de que el periodismo es un género menor frente a la ficción. Con este premio, además, se reconoce de manera póstuma a Anna Politkósvkaya y otros periodistas que pagaron muy caro sus denuncias contra los horrores en Rusia y lo que antes fue la Unión Soviética”, dice el director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, Juan Cristóbal Peña. Con él coincide su par en la Universidad Católica de Chile, Gonzalo Saavedra:
–El Nobel a un escritor por su obra periodística es un acontecimiento literario mayor que viene a confirmar lo que una parte de la academia y de la crítica reclaman hace décadas: que también se considere literatura aquellos relatos que sean capaces de expresar, con palabras, la calidad de la experiencia, independientemente de que sus personajes sean de papel o de carne y huesos.
”El hecho de que la crónica sea el género de Svetlana Alexiévich me parece un gesto formidable hacia nuestra profesión. Ha habido una serie de crónicas de gran calidad literaria en las últimas décadas, pero han sido categorizadas como memorias y otras cosas”. A su vez, el cronista estadounidense Jon Lee Anderson señala a El Mercurio :
“Mediante alguien como Svetlana Alexiévich, puede construirse un canon literario por sí mismo. Este es uno de esos casos en los que el Nobel ha acertado”.