El bostezo es la carrera que la sinceridad le gana a la cortesía. El bostezo es la pregunta silente que lanzamos a los conferencistas, quienes han trocado la ars oratoria en un asalto del sueño contra una trinchera de cabezas ondulantes. En tales casos, el bostezo es un prodigio de síntesis pues –sin usar una palabra– con un bostezo ya se dijo todo. Por supuesto, el conferencista –así mudamente increpado en público y por el público– se venga del público lanzándole más conferencia.
Se inicia así un maratón de tedio: un combate entre el sopor y la facundia, batalla en la que las primeras bajas son las cabezas que caen sobre el pecho y se van de viaje a otro mundo: al del sueño, “hermano de la muerte”, cual decía William Shakespeare, quien seguramente se puso a escribir teatro para no aburrirse con el de los otros.
El bostezo es también un síntoma interesante en algunos conciertos, en los que los músicos no dan pie con nota, y a quienes sus amigos aplauden y aplauden hasta que se despierte el crítico.
Si del bostezo hablamos, hay películas que nos dejan con la boca abierta. En tales casos, el director ha volcado toda la profundidad de su arte en una película superficial.
Hay libros que, sin ser de gimnasia, nos hacen estirar los brazos.
Los bostezos suelen ser tácitos ( id est , silenciosos), mas, si son muy ruidosos, hacen recordar a Tarzán cuando se le termina la liana.
El bostezo es la respuesta de la pretendida al pretendiente que no sabe qué decir, y lo gracioso es que así ya está adivinado el futuro.
Ignoramos quién haya inventado el bostezo, mas debió de ser uno de esos snobs que hallan todo aburrido; y suelen serlo ellos, salvo que alguno sea también Oscar Wilde.
Si un bostezo sucede a un chiste, es ya casus belli : motivo de guerra que debe resolverse en el campo del honor , aunque esta circunstancia sea el primer contacto que los duelistas tengan con aquella palabra.
Los sinónimos de ‘bostezo’ son ‘casmodia’ y ‘oscitación’. El bostezante es el ‘oscitador’, de modo que bosteza en silencio y en latín.
Algunos psicólogos comenzaron a estudiar el bostezo, pero lo dejaron por aburrido. Claro está, hicieron mal porque, si el bostezo per se no es interesante, nos sirve para identificar qué no lo es. Hay estudios sobre el bostezo que –como su mismo tema– acabaron redondos, pero los envidiosos los consideran aburridos; es decir, unos bostezos.
Ciertos estudios afirman que se bosteza para enfriar el cerebro, lo que es proambiental pues, en un concierto, si todos bostezan, puede apagarse el aire acondicionado.
El primatólogo holandés Frans de Waal ( La era de la empatía , cap. III), indica que el bostezo es interespecífico: un perro bosteza si ve que lo hace un humano, y un humano bosteza si lo hace un bonobo. El bostezo resulta así una moneda redonda de humor que intercambiamos con quienes no son humanos, y esto nos hace aún más humanos.