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Víctor Hurtado Oviedo
T rece veces nos sitia el retrato silencioso de la angustia. Las caras se esconden tras borrones furiosos. Los esquivos personajes estiran las manos esposadas, y no sabemos si nos piden el perdón o la muerte.
El notable artista nacional Manuel Zumbado ha vuelto al dibujo –que tan bien domina– y nos trae piezas inspiradas en la exasperada novela El proceso , de Franz Kafka, y en la impresionante versión escénica que Luis Thenon dirige en el Teatro de la Aduana. Zumbado expone sus dibujos en la Universidad de Costa Rica por una invitación del curador Luis Paulino Delgado Jiménez: un acierto.
La inmersión de Zumbado en la angustia de El proceso empezó cuando el director del Teatro Universitario (TU), Manuel Ruiz, le propuso ejecutar el afiche del montaje teatral que el TU y la Compañía Nacional de Teatro brindan con gran éxito.
“Terminé el afiche, pero el tema me apasionó y continué haciendo dibujos inspirados en la obra. Un día, Luis Thenon me propuso que ofreciera una exposición con estos trabajos, y no le di más vueltas a la idea”, explica Manuel y prosigue:
–El choque emocional que la obra me transmitió fue la angustia. El trágico personaje de El proceso , Joseph K., está doblegado, condenado, pero ni él ni nosotros sabemos por qué.
La furia. Las obras no tienen título; todas se hicieron al carboncillo, pero algunas exhiben toques de un color levemente azul. “Quise que emitieran señales de cadáver en vida”, confiesa Zumbado. Recordemos que “cianuro” deriva de “kyanos”: “azul” (en griego) porque los envenenados con cianuro exhiben la piel azulada.
“Antes de dibujar ya tengo clara la composición. Empleo una barra de carboncillo y la aplico buscando el negro profundo o los tonos grises”, dice el artista.
Zumbado impone también insólitos sfumati : con las puntas de los dedos arrastra trazos del carboncillo, y esto se nota. “Me interesa que se vean”, añade Manuel. Las líneas gruesas y los violentos borrones irradian furia, desesperación e incertidumbre.
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Dos personajes extienden las manos esposadas hacia nosotros. “Es la resignación final de acosado”, interpreta Manuel. Las manos sufren, agotadas por nadar en el vacío. Los dedos erizados comprueban la notable calidad de dibujante figurativo de Manuel Zumbado.
“En realidad, el dibujo realista nunca me ha interesado. Aquí quiero transmitir campos vibratorios: emociones e inquietudes”, expone Zumbado.
“Es curioso”, exclama el artista y prosigue: “Un amigo vio estos dibujos y le hicieron recordar escenas de la pasión de Jesucristo. Yo no lo había percibido así, pero esa y otras interpretaciones son válidas: el artista no debe imponer su visión a los demás”.
El absurdo. En algunas obras, los personajes ya no exhiben cabeza: borrones imperiosos y nubes venenosas han deshecho testas y rostros. El hombre o la mujer pierden así la identidad, pero ¿son hombres, son mujeres? “Llegado un momento, ya no me fijé en eso. La tragedia del absurdo puede caer a cualquier persona”, responde el artista.
En un dibujo viven dos personajes: el más grande acusa al otro, quien se reduce aguardando la sentencia: ya la imagina porque la fatalidad ha perdido la llave con él dentro.
Otro dibujo representa a un casi hombre casi de perfil, tal vez en ruta a convertirse en un gusano: insignificante y prescindible.
Más allá, una obra disuena: de perfil, un hombre agresivo extiende un brazo como una puñalada. “En la obra hay un fiscal que acusa a Joseph K.: una figura impositiva”, precisa Manuel.
Sobre una cartulina, cinco siluetas se adunan, pero van cayendo hacia la izquierda, cual piezas de dominó: arte cinético. “La misma persona cae como si alguien la hubiese empujado: es la sentencia final”, dice el artista.
No hay un único personaje en los dibujos, o quizá sí lo haya y sea proteico: se deforma, se escapa, tal vez para que cada espectador vea algo de sí mismo en la angustia ajena.
Mundo intenso. Hay mucho del arte expresionista alemán, ¿verdad? “Sí. Está lo que aprendí del expresionismo y del neoexpresionismo en mi viaje a Alemania en los años 90: una cosa muy fuerte”, confiesa Zumbado.
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De la caliente vena del expresionismo se han nutrido artistas como el austriaco Egon Schiele (1890-1918), y el electrizante alemán Otto Dix (1891-1969) con sus espantosas escenas sufridas en la Primera Guerra Mundial.
En el contrasantoral estético de Manuel Zumbado reina la pintora y escultora alemana Käthe Kollwitz (1867-1945), marginada por los nazis y quien esculpió las tragedias de las guerras.
¿Por qué no citar al inquietante británico Francis Bacon? “Es verdad: algo de Bacon hay en los rostros indefinidos, en las bocas que nos gritan”, repone Manuel.
¿Cuáles artistas nacionales influyeron en Manuel Zumbado? “Siempre menciono a Fernando Carballo. Cuando él expone, yo voy a ver sus trabajos”, responde Zumbado.
Bernal Herrera Montero, vicerrector de Docencia de la Universidad de Costa Rica, opina: “Manuel Zumbado logra la difícil meta de crear un mundo intenso, conmovedor, con recursos mínimos. La simplicidad de Zumbado es la de un artista maduro. Él ya ha alcanzado el pleno dominio de sus recursos expresivos”.
Manuel Zumbado ha abierto una exposición de retratos que debemos ver sin vernos en ellos –de ser posible, claro está–.
La exhibición estará abierta hasta el viernes 25 de septiembre de 8 a. m. a 5 p. m. de lunes a viernes en el edificio A de la Rectoría, en el campus de la UCR.