Durante una conversación de hora y media, Alejandro Vallejo y Michael Smith insisten varias veces en que no hay nada de malo en construir casas de lujo, en diseñar torres de apartamentos de precios elevados. Se respeta, dicen. Qué bien por los colegas, agregan.
Es solo que no es lo que a ellos les interesa. No es en lo que creen.
Ellos, en cambio, prefieren trabajar en proyectos que tengan un impacto en una comunidad, en los que el ciudadano se empodere y sea parte del proceso. Prefieren aferrarse a la filosofía que ha marcado la labor de su oficina, Entre Nos Atelier, desde sus inicios en el 2010: la pequeña escala, un gran cambio.
Es la misma cosmovisión que les he permitido trabajar en el proyecto de las Redes de Cuido; en el Albergue Indígena Käpäcläjui, un amplio edificio de madera en Grano de Oro, una comunidad ubicada en el corazón de las montañas de Turrialba; el mismo estandarte que han llevado en las charlas que han impartido y los talleres en los que han participado alrededor del mundo, sea Colombia o Brasil, sea Costa Rica o la India.
La doctrina se ha convertido en una metodología sostenida en el tiempo: un sistema de trabajo, una forma de hacer las cosas, consistente a lo largo de los años y que, en mayo de este año, fue finalmente reconocida de forma oficial por el gremio arquitectónico del país.
Durante la XIII Bienal de Arquitectura de Costa Rica, Vallejo y Smith recibieron el Gran Premio Bienal y el Premio Bienal Nacional, los dos principales galardones que se otorgan en el país a los trabajos arquitectónicos.
Fueron premiados por Cueva de Luz, que nada tiene que ver con la opulencia o el lujo que tantas veces se relaciona con la arquitectura y con las premiaciones. Se trata de un edificio destinado a albergar a niños de escasos recursos que reciben clases de música, arte, deporte, baile, dibujo e, incluso, refuerzos para las pruebas de bachillerato.
Su ubicación: La Carpio, uno de los 23 barrios en los que se divide el distrito de La Uruca, y, sin duda, uno de los asentamientos más marginados del país.
Gestación. Entre Nos Atelier no se entiende sin Cueva de Luz, y viceversa. El proyecto nació al tiempo que la oficina, que daba sus primeros pasos trabajando en el Manual de redes de cuido, que impulsaba el gobierno de Laura Chinchilla en el 2010.
Desde entonces, la metodología de Vallejo, de 30 años, y Smith, de 37, estaba determinada por la inclusión de la comunidad en los proyectos por medio de talleres participativos y de escuchar lo que las personas quieren y aspiran del espacio que habitan, en lugar de imponer la visión del arquitecto por encima de la necesidad del usuario.
Esta forma de trabajo se ha materializado, por ejemplo, en los edificios que han diseñado precisamente para la Red de Cuido en Nicoya y Nandayure, en Guancaste, y en Hone Creek, Talamanca, entre otros proyectos tanto institucionales –sobre todo– como habitacionales.
Tras presentar una charla sobre el tema de las redes de cuido, Vallejo fue abordado por una mujer: Maris Stella Fernández, directora ejecutiva de la agencia de comunicación Eureka, que manejaba la cuenta de Holcim Costa Rica. La empresa de cemento recién comenzaba, en aquellas fechas, un programa de responsabilidad social: el Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social (Sifais).
“Les tengo un proyecto; no sé si les interesaría”, dijo Fernández, y agregó: “no tenemos plata, tendría que ser ad honorem ”.
Vallejo, intrigado, le aseguró que no debía preocuparse por eso, y escuchó lo que la mujer tenía que decir. Cuando Fernández terminó de hablar, la mente del arquitecto ya estaba decidida.
Escuela para todos. El Sifais es, en esencia, “un programa para alejar a los chiquillos de las drogas”, cuentan los arquitectos. Inicialmente, el proyecto se materializó en un equipo de fútbol, pero surgieron dificultades en el camino: el equipo no podía participar en torneos aficionados, porque los árbitros se negaban a visitar La Carpio.
Entonces, Maris Stella Fernández y su equipo decidieron cambiar el rumbo, ya no dictado por la pelota, sino por la música. Era una locura: fundar una orquesta en el barrio más marginado de San José.
Sin embargo, la locura no se quedaba ahí: Fernández quería que el Sifais tuviera una sede lo suficientemente grande como para dar acogida a centenares de niños y que se ubicara en el sector más marginado de La Carpio.
La Cueva del Sapo es ese sector del que la gente rehúye. Esa esquina donde a uno le advierten de que haría mejor en devolverse. Ese lugar del que mucho se habla, pero donde poco se hace. Allí, en el sector más problemático de La Carpio, Fernández le dijo a Vallejo que quería el hogar para aquella orquesta.
Su intención era darle otra connotación y que ya no fuera la Cueva del Sapo, sino la Cueva de Luz. “El objetivo es mayor todavía”, asegura Vallejo. “La idea es hacer una Cuadra de Luz”.
Madera y luz. La iniciativa de desarrollar un proyecto para la juventud de La Carpio nació, en primera instancia, de la insistencia de Alicia Ávilez, líder comunitaria del barrio, a quien Vallejo y Smith habían conocido mientras desarrollaban un taller con estudiantes de la Universidad Veritas, donde ambos son profesores.
Cueva de Luz, mientras tanto, es el resultado del trabajo conjunto de muchísimos actores con intereses sociales similares. “Trabajar en este proyecto, sobre todo durante tanto tiempo, nos permitió detectar una manera de hacer las cosas que tiene que ver con la capacidad de gestión, voluntaria o casual, producto de la insistencia”, cuenta Smith, quien explica que el proyecto fue complejo porque había que tocar muchas puertas, insistir mucho y que, en varios momentos, daba la impresión de que no sucedería.
Desde un punto de vista técnico, Cueva de Luz es un edificio más bien sencillo: cajas de marcos seriados de madera cada 80 centímetros, articulados por una rampa, que permite, de acuerdo con la Ley N.° 7600, el acceso a sus cuatro pisos. Al mismo tiempo, el inmueble es único en el país. ¿A quién se le ocurre diseñar un edificio de madera de cuatro pisos?
“Probamos cada una de las vigas de forma individual, de forma muy minuciosa. Es madera garantizada para durar 50 años”, relata Smith.
Agrega que la utilización de este material tiene un peso símbólico, pues representa la búsqueda de tecnologías que agilicen y abaraten los proyectos, haciéndolos más asequibles, en lugar de conformarse con el concreto y el metal.
Vallejo remata: “Más importante es lo que pasa ahí, el evento. El alma del proyecto son las actividades que se generan en él”.
En efecto, Cueva de Luz impacta a unas 1.500 personas, entre voluntarios del Sifais y los niños que reciben clases allí. Vallejo y Smith insisten en que su aporte al proyecto –el diseño arquitectónico– es mínimo, y que el crédito no debe recaer solamente sobre ellos.
“La nuestra es una parte muy pequeña de un proyecto mucho mayor que nosotros”, asegura Smith. Agrega que el objeto arquitectónico es solo la punta del iceberg del Sifais. “No es falsa humildad: la realidad es que detrás de este proyecto hay una ciudadanía empoderada, generando proyectos”.
Vallejo subraya que, aunque el premio los alegró como reconocimiento al trabajo, mucho más interesante les parece el mensaje que implica galardonar un proyecto de bienestar social en una comunidad vulnerable.
“Es bonito que se premie un proyecto que impacta a muchas personas, no solamente a una familia adinerada que pudo pagar una casa de lujo. Sin embargo, lo más importante es el impacto que el premio puede generar en esa misma comunidad”, asegura. “Solo ha habido 13 bienales en la historia de este país, solo 13 edificios han ganado el premio, y uno de ellos está en La Carpio. ¡Imagínese cuando vayamos a poner la placa!”.
Arquitectura social contra el ego
Smith y Vallejo fundaron Entre Nos Atelier en el 2010 con el objetivo de desarrollar proyectos que antepusieran el bienestar comunitario al ego y el dinero. "La plata nunca ha sido problema porque nunca hay", bromean. También han podido desarrollar trabajos en comunidades marginadas junto a estudiantes. Ambos son profesores de la Universidad Véritas, y son firmes defensores de que la academia debe alentar la búsqueda de nuevas formas de hacer arquitectura, apoyada sobre todo en empoderar a las comunidades, incluirlas en las propuestas desde el inicio, así como en la innovación en el uso de materiales, la gestión de proyectos y la búsqueda de alternativas.