Parece que, cierto día, hace mucho, Zulay Soto salió de su casa de Cartago con rumbo hacia una esquina; pero la esquina estaba muy lejos, y, andando, Zulay llegó a San José, estudió en la UCR, trabajó como maestra, viajó a otros países, dirigió un museo, cantó, bailó, pintó y volvió tras dar una vuelta por la esquina, que, al fin, no había sido la esquina de la calle, sino la del tiempo.
Zulay Soto Méndez es cartaga por los cuatro costados (la antigua forma española de llamar a los cuatro abuelos), de modo que aquí, en el Museo Municipal de Cartago , ella está como en su casa. La artista ofrece 170 obras: dibujos, grabados, acuarelas, pinturas al acrílico, collages , piezas que reúnen varias técnicas, y montajes de fotografías que recuerdan pasajes de su vida.
La exhibición incluye piezas hechas entre fines de los años 60 hasta el 2013, y se titula Zulay en su casa, Zulay en Cartago , de manera que usted puede dirigirse a la casa o a Cartago, y terminará en el mismo sitio: una rebosante fiesta de formas y colores.
Una de las salas alberga collages -acrílicos motivados por el mar: Barco fantasma, Camino a Varadero ... En una obra, el relieve de unas placas de metal asemeja la quilla de un barco quieto, congelado en el calor de una playa. “El mar me embruja”, confiesa Zulay Soto en medio de la sala. Las obras parecen escotillas abiertas en las cuatro las paredes para que nos miren los siete mares.
En la sala siguiente se ofrecen obras figurativas, casi fantásticas, de acrílicos con placas de metal, a modo de collages (colajes, encoladuras), como Castillo con naipe y Tsunami. “Recojo las placas donde las vea, hasta del suelo. Cuando las manipulo se me ocurre la composición”, explica Zulay.
Es llamativo que sean similares las técnicas y los resultados en obras separadas por diez o veinte años. “En algunas expresiones de mi trabajo hay continuidad; por ejemplo, en el alto relieve hecho con pintura matérica”, precisa. Es verdad: el relieve nos sale al encuentro. (La pintura matérica incluye cuerpos pequeños, como arena, yeso y aserrín.)
Una pieza notable es Alcanzando el astro Sol (2012), collage de una foto de un bailarín desnudo arqueado sobre una terraza: quizá lo que le hubiera gustado hacer asl danzante y nunca pudo. En otros cuadros flota un Sol nocturno o una Luna matinal: en todo caso, un astro que no se pierde ni nos pierde de vista.
La sala adjunta reúne acuarelas de paisajes, como Río Macho, Camino a Pacayas y Sanchirí. Los colores son suaves, evanescentes, de luz plena. “Las hago en el mismo sitio. Voy con un grupo que también pinta acuarelas en el campo. Estudié acuarela con Margarita Bertheau y Dinorah Bolandi. La academia es muy importante”, indica Zulay.
Cerca aparecen unos grabados a punta seca de mujeres y hombres desnudos, entre volutas del Art nouveau. Viven aquí Venus (1972) y El flautista (1974). En aquel tiempo causaron escándalo y fueron retiradas de una exhibición. Hoy serían retirados quienes los retiraron de la exhibición.
Un fino dibujo de 1964 retrata a " Sandra" (María Isabel Barquero), mítica modelo de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR. “Es ‘la Colorada’, como le decía Margarita Bertheau”, recuerda Soto.
Un pasillo recibe las “mesas de trabajo” de Zulay: acrílicos más metales que retratan el taller de la artista. “Siempre tengo la mesa llena de chatarra”, confiesa. Otros cuadros se titulan Tormenta solar y Aumentan las tormentas y las inundaciones, testimonios del cambio climático. “Es una de mis preocupaciones”, expresa Soto.
Zulay Soto suele visitar el arte de los bodegones: mesas que sostienen platos, cubiertos, botellas... Un aire de paternal familia une los bodegones del italiano Giorgio Morandi con los de Soto: Bodegón atemporal , Bodegón con botellas, Bodegón suspendido, El tenedor de Klaus [Steinmetz]... En ellos, elementos de metal flotan sobre el plano de la pintura.
Acrílicos de gran formato se extienden sobre una pared, como El gran bodegón, una de las obras más conocidas de la pintora. También amplias son unas naturalezas muertas, como Flores para mamá y Ramillete de tulipanes, en los que las flores surgen como fuegos de artificio inmóvil.
Más allá hay algo de sátira popular y de la artista. Sulay Soto reunió billetes de cien colones “intervenidos” (se dice hoy) por manos humorísticas que dibujaron bigotes, cuernos, lentes, a la efigie calva de don Ricardo Jiménez . “Se los compraba a los empleados del Museo de Jade que los habían recibido inadvertidamente”, recuerda Zulay. Los billetes aparecen aquí en encoladuras traviesas.
En otro salón, la música cruza miradas con la vista. En 1994, Zulay ejecutó varias obras de collage –como Generación y sueños y Los años 60– compuestas de fotografías de músicos de rock de los años 70, de Costa Rica y del mundo. Sobre maderas circulares, portadas de discos (El mundo de los Doors) conviven con fotografías de grupos musicales costarricenses, como Los Vikingos, Organised Confusion y Apple Band, a quienes Zulay Soto solía invitar a conciertos de rock que ella organizaba en la Galería Amighetti.
La misma Zulay aparece en fotos con los músicos. “Yo organicé los primeros conciertos de rock en 1971 en Coronado. Aquí estamos en la tarima”, dice Zulay e indica figuras de alegría en blanco y negro. Las composiciones sugieren la iconografía “psicodélica” de los agitados años 70, de paz, amor y música. Signo de love y peace se llama un cuadro.
El afán de Zulay por encontrar unidad en la diversidad nos habla desde acrílicos y encoladuras circulares, como El ying y el yang y El Sol y la Luna. El Nuevo Mundo vincula el mar a la tierra precolombina. El mar: otra vez el mar. “Amo y temo a los mares”, confía Zulay Soto.
Los círculos son figuras insistentes en las obras presentes: Sol, Luna, astros, contorno de las obras. Ya lo ha notado la crítica María Enriqueta Guardia Yglesias en el ensayo Objeto encontrado . La propia artista no sabe bien por qué pinta en círculos: le es así, le es natural. Blanco sobre blanco reitera la forma: un círculo como un Sol. “Es la tapa de una olla arrocera”, anota Soto en un momento de realismo fantástico.
La exposición termina de pasear por pequeñas salas que contienen paneles-encoladuras de fotografías de Ana Zulay Soto Méndez: niña en la casa familiar; en la escuela tumultuosa; en la primera comunión; en el colegio y sus fiestas; en la universidad y sus estudios y sus marchas; en la dirección del Museo del Jade; en visitas académicas al extranjero; con amigos y con premios (que a veces son lo mismo)...
Sería un olvido culpable omitir el fervor de Zulay Soto como animadora cultural de Costa Rica: su doble mérito de hacer arte y ayudar a que otros lo hagan. Alfonso Chase resalta la función de Zulay de “protagonista de movimientos de cambio y solidaridad social”. La verdad es que las obras de Soto son una visita guiada por algunas tendencias que dominaron el arte visual desde los años 70.
Sulay Soto ha ofrecido más de 40 exposiciones individuales y ha participado en otras muchas colectivas, dentro y fuera de Costa Rica. Organizó y dirigió el Museo del Jade. Entre los galardones que ha recibido está el Premio Nacional de Pintura Aquileo J. Echeverría. Asimismo, obras suyas se lucen en colecciones de nueve países.
Una alegría de vivir –una “joie de vivre”, como dicen quienes se alegran en francés– brinca aquí de cuadro en cuadro y lleva a Zulay de vuelta a casa.
Casa abierta. La exhibición Zulay en su casa, Zulay en Cartago se ofrece en el Museo Municipal de Cartago (antigua Comandancia). Horario: de martes a sábado de 9 a. m. a 4 p. m.; domingos de 9 a. m. a 3 p. m. Se cierra los lunes.