En la Galería Equilátero, el cuadro más grande no está en la galería, sino enfrente, sobre una pared blanca, vertical y abusivamente enorme. La obra está impresa sobre muchas lonas y reproduce una pintura menor que reproduce otra pintura más pequeña. Si un viento empujase las lonas, el edificio navegaría cual un velero colorido por las calles de Escazú.
Aquella reproducción callejera es parte de Ouroboros, la muestra que el notable artista Luciano Goizueta Fevrier ha abierto en la Galería Equilátero. Se presentan nueve pinturas al acrílico, tres bandejas (donde se mezclaron las pinturas de los pinceles) y una escultura de madera.
La idea original de la exposición es el viejo mito de los ciclos: los universos que se destruyen y renacen, las vidas que mueren y reencarnan.
Un día, Luciano observó una bandeja de plástico donde mezclaba los colores que aplicaría sobre un lienzo. En la bandeja, los colores formaban volutas y manchas involuntarias, pero de una belleza salvaje.
Goizueta se propuso entonces pintar una obra que reprodujese, ampliado, solo un detalle de la bandeja: pintó así nueve obras tituladas Microcosmos.
Al lado de las pinturas se exponen también las bandejas para que el espectador compare el “original” con la pintura. Se puede decir que la bandeja ha “reencarnado” en un cuadro de grandes dimensiones. Luciano emplea bandejas corrientes, de las que se usan para servir sushi.
Mitos. Ouroboros es una serpiente imaginaria de las mitologías egipcia y griega; presenta la forma de un círculo y se muerde la cola. Alude al tiempo cíclico: después de una larga era, el universo se destruye, pero torna a empezar. En el budismo, la “rueda de la vida” representa las etapas de nuestra existencia (desde el nacimiento hasta la muerte) y la reencarnación (vide Junjiro Takakusu: Filosofía del Oriente, cap. V).
Esas filosofías se oponen a los pensamientos hebreo, cristiano e islámico pues estos rechazan los tiempos cíclicos y postulan que la historia terminará en un Juicio Final, en la salvación o la condena de las almas, y en la extinción del universo material. “Estas pinturas nos hablan de una idea de retroalimentación: el inicio y el fin están unidos”, dice Goizueta.
En un caso, la “reencarnación” fue más laboriosa. Luciano relata: “Quise realizar el trabajo a la inversa: hice un cuadro de una calle nocturna con pinturas blanca y negra para obtener una bandeja con estos colores mezclados. Luego hice un segundo cuadro en el que amplié un rectángulo de la bandeja. El producto final es Microcosmos XX ”.
Para Luciano, si la vida fuese eterna, pintaría un cuadro figurativo (intencional) del que derivaría una bandeja (azarosa) de la que provendría una ampliación (intencional); pintarla originaría una bandeja nueva (azarosa), que daría lugar a otra ampliación (intencional)..., y así ad infinitum.
Precisamente, algunas volutas de las bandejas y de los cuadros insinúan el símbolo del infinito: una especie de 8 horizontal.
Los primeros Microcosmos datan del 2009 y eran pinturas creadas siguiendo bocetos; pero, a partir del undécimo Microcosmos , Luciano copió el azar de las bandejas. Estos cuadros son realistas, sí, pero de un “realismo involuntario” pues dependieron de las casualidades revueltas en una bandeja.
Tres pinturas aparecen con las esquinas puestas arriba y abajo; juntas forman una V invertida y sugieren la forma de una pirámide: ¿acaso es una de las “pirámides de energía”, supuestamente curadoras de angustias y enfermedades de quienes se cubrían con ellas?
Debajo de su “pirámide”, el artista ha colocado una pequeña estructura que hizo con piezas de madera balsa: son una espiral, como una escalera “de caracol” pintada de blanco: otra alusión a las vueltas y revueltas del tiempo.
La exposición incluye un video que exhibe el modo en el que Luciano ejecutó estas obras.
Fuera, sobre una pared de la Galería Escazú, se aprecia la gigantesca ampliación. Luciano y su socio, el arquitecto Julián Mora Sáenz, tomaron una foto de una breve sección de una paleta, mandaron imprimirla sobre varias secciones de lona, y las pegaron formando una gran superficie rectangular.
Esa desmesurada pieza de lona nos hace recordar sorpresas de “arte” trazadas en el espacio: las nebulosas Carina y del Águila, que encandilan, se encaprichan, se encabritan en fotos tomadas por astrónomos.
Luciano recuerda que algunos artistas, como el argentino Fabián Marcaccio, pintan cuadros también ondulantes y azarosos, donde el óleo forma pequeñas cordilleras en relieve –a diferencia de las obras de Goizueta, que son totalmente planas–.
Andanzas visuales: Luciano Goizueta (San José, 1982) siguió cursos de arquitectura y de arte, pero optó por una formación autodidacta en pintura.
Goizueta ganó el Primer Premio en Valoarte (Costa Rica, 2008) y ha expuesto pinturas en México, República Dominicana, Suiza, Argentina, Estados Unidos, Panamá, China y Canadá.
En julio del 2014 en la Galería Equilátero, Goizueta presentó tres series de pinturas : Ausencia, Nocturno y Vacío, que oscilaban entre el onirismo y la figuración más exacta. A inicios de noviembre, Goizueta presentará una exposición de acrílicos en la Galería Salt Fine Arts de Los Ángeles.
El artista Joaquín R. del Paso opina: “ Ouroboros es una incursión en la metapintura. Goizueta utiliza restos aglomerados en sus paletas, los agranda y los pinta con infinito cuidado. El resultado es una pintura con visos hiperrealistas, pero que también flirtea con la abstracción. Como la serpiente que se devora la cola, estas pinturas se inician y acaban en el medio que les dio vida”.
Quizá nos hayamos quedado dormidos, de modo que no llegamos a tiempo al Big Bang; pero Luciano Goizueta anduvo por allí para contarnos cómo empezó a rodar la serpiente del tiempo.
La exposición está abierta de martes a sábado de 1 p. m. a 6 p. m. hasta el lunes 20 de julio en la Galería Equilátero (centro comercial Vita, contiguo al plantel de la CNFL de San Rafael de Escazú, San José). info@elequilatero.com