
“Yo siempre hago esculturas: es mi forma de vida, como el aguacate, que solamente puede ser aguacate”, sentencia Domingo Ramos. Él no practica la figuración en el arte, pero esa definición sí es un retrato de él mismo: sabiduría popular y exquisita formación estética. Su exposición, abierta en el INA, confirma el prodigio de una vida que, desde el campo más remoto, llegó hasta academias de arte de Roma, a la docencia universitaria y a la conversión en uno de los más depurados artistas nacionales de la escultura.

Pasión lunar. “ Yo soy un campesino que tuvo la dicha de cumplir su vocación de ser artista. El campo sigue dentro de mí: es mi cantera. Yo nací en San Antonio de Zapotal de San Ramón de Alajuela”, recuerda Domingo entre las 27 esculturas de la muestra Sueño de Luna. “Me la inspiró la forma de la espiral, que representa la variación constante, y es un símbolo de la Luna. Muchas culturas consideran que la Luna es un ser femenino, así que quise representar también figuras femeninas”, expresa y añade:
–También podríamos decir que la Luna y el Instituto Nacional de Aprendizaje alumbran. El INA ha alumbrado la vida de cinco millones de graduados en cincuenta años de existencia.
Domingo mira una escultura y dice: “Me gusta la piedra tobita. La sacan del Cerro de la Muerte y ha servido para enchapar fachadas. La del poro cerrado es muy dócil en la escultura”. Ramos también emplea mármol nacional y de Carrara (Italia).
El artista ya no hace bocetos. Dice: “Tengo una idea, claro, pero también me dejo llevar por la piedra porque van apareciendo colores y vetas que deseo conservar. Hay que tallar en el sentido que la veta nos lleve pues, si no, la piedra se rompe. Las piedras no están muertas: me hablan”.
Mientras le hablan, Domingo les canta: “La emoción es esencial: la dejo en una obra para que la sienta el público. Por esto, canto cuando hago una escultura, para que esté más alegre. Canto rancheras, arias, boleros...”.
“Casi todo lo hago con cincel y con mazo; a veces, con sierra. Luego pulo la piedra con lijas de carborundo, casi tan duras como el diamante. El pulido final se hace a mano; por último, añado un betún incoloro para que la obra no brille demasiado”, detalla.
Paseo celeste. La virgen de la Luna es una Madonna estilizada hecha en piedra tobita verde. Luna menguante y Niña selénica parecen aludir a sirenas que emergen del océano de la noche, pero Mariposa , Ave selénica y Eco de Luna (en mármol de Nicoya) son composiciones más abstractas.

“El abstracto que hago es muy humano. Lo folclórico no me interesa: quiero proponer cosas universales”, comenta el artista y añade ante un torso acéfalo de la serie Maternidades: “Si le hubiera puesto cabeza, con rostro y cabello, la habría definido”.
Cuarto creciente presenta un lado irregular. “Me agrada dejar una parte que se ha quebrado, así como la vida plantea problemas que nunca resolvemos. La piedra puede ser el envase de unos sentimientos”, expresa Domingo.
Gotas de Luna se hizo en mármol estatuario de las canteras de Carrara (Italia). El color casi blanco y las siluetas de las gotas acercan esta obra a una ilusión de leche que fue levitada por un pensamiento cuando iba a gotear. El mármol es puro, y con material parecido se hicieron las grandes esculturas del Renacimiento.
“Las canteras de Carrara están casi agotadas, pero los Alpes son de mármol, formado por restos de corales que se fusionaron por el calor subterráneo”, explica Ramos y sigue:
–El mármol de Costa Rica, como el de Nicoya, es casi un pseudomármol porque no tuvo mucho tiempo para enfriarse. En él aparecen conchitas. Hice Ánfora selénica con piedra amarilla de Quebrada Ganado [Puntarenas].
Las espirales giran hipnóticamente en piezas como Rotación y Luna nueva . “Como la exposición obedece al tema femenino, predomina la línea curva: es subjetiva y da mucho movimiento”, anota el artista.
Anfiteatro selénico nos hace imaginar un teatro griego mirado desde el aire, quizá en viaje hacia la Luna. Su tono se debe a que es travertino, una roca amarilla de Orosi. Algunas obras se hicieron con marmolina, “piedra” artificial formada con mármol molido más otros elementos, como bronce y resina. Puede dársele el color que se quiera.
Superación. Domingo rememora: “Yo entré en el colegio sin haber visto una escultura, pero ya, de niño, las hacía con la masa de las tortillas: un perro, un caballito... Luego hice esculturas con raíces del café. No pensaba estudiar en la Universidad de Costa Rica porque no tenía medios para hacerlo. No sabía dónde estaba y me costó un mundo llegar”, dice.

Ramos logró el título de profesor de artes plásticas, y luego la licenciatura en ellas con la especialidad en escultura, que aprobó con distinción. Más tarde le concedieron una beca para estudiar en Roma, donde estuvo durante cinco años.
En la Universidad de Roma, Domingo obtuvo una licenciatura en historia del arte medieval y del moderno. En la Academia Carrara (Italia) se especializó en escultura en mármol. También ha sido director de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR, donde enseñó escultura e historia del arte durante 26 años.
Ramos ha ofrecido cerca de 50 exposiciones individuales y ha participado en otras muchas. Ha recibido más que muy numerosos y merecidos premios. Esta exposición se pasará a la UCR.
Entre los escultores preferidos por Domingo Ramos figuran los ingles Henry Moore (1898-1986) y Barbara Hepworth (1903-1975). “Ante todo, admiro a Miguel Ángel: he visto esculturas de él, pero nunca terminan de asombrarme”, confiesa.
Los escultores costarricenses que él resalta son Max Jiménez , Juan Rafael Chacón y Juan Manuel Sánchez Barrantes.
El escultor Herbert Zamora ha escrito sobre Domingo Ramos: “Si bien, en algunas de sus obras, ha existido un acercamiento a una figuración sintetizada, su búsqueda se ha dirigido a una abstracción lírica que se organiza como un poema, hasta adquirir un carácter místico liberador y de búsqueda hacia el infinito”.
Otra de habilidades de Ramos es la literatura. “Deseo publicar un libro de poemas: tengo más de diez mil”, afirma este magnífico artista, quien agradece a su padre, también campesino, haber apoyado su vocación. “Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos”, concluye Domingo.
Sueño de Luna permanecerá hasta el lunes 28 de septiembre en el INA (La Uruca). Tel. 2210-6000.