El 28 de marzo de 1963, en México, murió Vicente Sáenz Rojas, uno de los principales ensayistas costarricenses de la primera mitad del siglo XX y, sin duda, el más publicado en el exterior antes de 1960. Al conmemorarse el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, un recorrido por su vida y su obra –con base en los datos recolectados por Mario Zeledón y Alfonso Chase– permite aproximarse a las especificidades de una de las experiencias más interesantes de la historia intelectual de nuestro país.
De Costa Rica al extranjero. Sáenz nació en San José el 30 de septiembre de 1896, en una familia de sectores medios urbanos. Estudió primero en el Seminario, un colegio católico privado, y luego obtuvo su bachillerato en el Liceo de Costa Rica en 1915. Fue por entonces cuando se acercó al círculo de jóvenes intelectuales radicales que se conformó en el país en la década de 1900, cuyas figuras más destacadas fueron los escritores y educadores Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge –el célebre editor del Repertorio Americano –, Omar Dengo, Carmen Lyra y el poeta José María Zeledón Brenes.
De 1916 en adelante, Sáenz inició una nueva etapa en su vida, con amplios períodos de residencia en el exterior (primero en los Estados Unidos y luego en México) y retornos ocasionales a suelo costarricense. Influido por la Revolución Mexicana y por la lucha contra la dictadura de los hermanos Federico y Joaquín Tinoco (1917-1919), Sáenz combinó el quehacer docente con el periodismo y la redacción de obras en las que denunciaba al imperialismo estadounidense.
Además, el escritor se sumó a las corrientes unionistas centroamericanas, un factor que difícilmente jugó a su favor en una sociedad que, como la costarricense, definió su identidad nacional con base en resaltar sus diferencias con respecto al resto del istmo.
Decisivamente influidos por el arielismo antiimperialista de José Enrique Rodó y por diversas corrientes socialistas y, sobre todo, anarquistas, los intelectuales radicales de los inicios del siglo XX combinaron la denuncia del sistema político y de la pobreza asociada con el capitalismo agroexportador con iniciativas para atraerse el apoyo de sectores de artesanos y trabajadores urbanos, a los que se proponían redimir mediante la educación.
Sin embargo, el radicalismo de esos jóvenes tendió a agotarse rápidamente a medida que escalaban posiciones en el Estado y eran atraídos por las ciencias ocultas. De hecho, Brenes Mesén y García Monge colaboraron incluso con la dictadura de los Tinoco.
En contraste, Vicente Sáenz basó su carrera en el exterior en un permanente discurso antiimperialista y unionista, lo que contribuye a explicar el fracaso del acercamiento que intentó con Ricardo Jiménez alrededor de 1924, y la mejor acogida que tuvieron sus puntos de vista en el México revolucionario, donde había círculos de políticos e intelectuales más afines con sus inquietudes.
Choque con los comunistas. Pese a la diferencia señalada, el radicalismo de Sáenz –al igual que el de los jóvenes intelectuales de 1900– era esencialmente discursivo y no suponía involucrarse directamente en la formación de sindicatos (un tipo de organización laboral que empezó a extenderse en Costa Rica a partir de la década de 1920) ni liderar huelgas o promover protestas populares. En esto último residió la especificidad de la experiencia comunista: una dimensión proletaria que iba más allá de un radicalismo discursivo de clase media.
Los jóvenes que fundaron el Partido Comunista de Costa Rica (PC CR) en junio de 1931 recuperaron diversos contenidos de la tradición contestataria de los intelectuales radicales de comienzos del siglo XX, pero fueron mucho más lejos que sus predecesores, tanto en términos teóricos como prácticos.
Basados en el marxismo, los comunistas sometieron a la sociedad costarricense a una crítica sin precedente y se dieron a la tarea de sindicalizar y movilizar a diversas categorías de trabajadores.
Cuando Sáenz regresó a Costa Rica en 1935, fundó la revista Liberación y el Partido Socialista Costarricense (PSC), del cual fue nombrado secretario general. Su intención parece haber sido utilizar tal organización como base para constituir la Internacional Socialista Hispanoamericana (ISH).
Ese proyecto –apoyado por el gobierno mexicano, según fuentes diplomáticas de los Estados Unidos– suponía una competencia directa para la Internacional Comunista, que por esa misma época empezaba a promover la estrategia de frentes populares.
Por tanto, no sorprende que pronto empezaran los roces entre Sáenz y la dirigencia comunista, proceso que culminó en una polémica con Manuel Mora, principal líder del PCCR, a inicios de 1936.
Unos meses después, Sáenz viajó a España, adonde llegó poco antes de que estallase la guerra civil, conflicto que concentraría, en el futuro inmediato, sus actividades como escritor y activista.
Producción intelectual. Sin duda, Sáenz fue un ensayista muy productivo. De 30 libros y folletos que dio a conocer como autor único entre 1920 y 1960, 21 fueron impresos en México, dos en Estados Unidos, y tres en Honduras, Guatemala y España. Además, en Costa Rica, Sáenz publicó cuatro obras más.
Esa breve estadística no incluye las ediciones posteriores de sus trabajos, algunas realizadas en países distintos de los ya referidos, ni incorpora las traducciones, de las cuales se conocen cuatro: dos al inglés y dos al ruso (probablemente, fue uno de los primeros escritores centroamericanos en ser vertido a ese último idioma).
Impulsado por la constitución de frentes culturales antifascistas en distintos países de Europa y América durante las décadas de 1930 y 1940, el activismo de Sáenz dio origen a numerosas publicaciones que lo convirtieron –como lo ha demostrado Mario Oliva– en el intelectual centroamericano que escribió más sobre el conflicto civil en España, tarea en la que perseveró aun después de la victoria franquista y el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
De acuerdo con la información disponible, su obra más difundida fue España heroica , publicada en Nueva York por la Editorial Iberoamericana en 1938. Inscrita en la corriente de crónicas de guerra, este libro tiene un perfil más periodístico que literario y pudo haber alcanzado un importante éxito comercial, según un anuncio que circuló el 28 de octubre de 1938 en el periódico La Prensa de San Antonio (Texas):
“‘ESPAÑA HEROICA’. La inmortal obra de Vicente SAENZ, reflejando los sucesos Españoles con la autoridad de un maestro. Más de medio millón de ejemplares vendidos en menos de dos meses, al precio de $2.00 (dlls.). 316 páginas. Precio Especial $1.00 (dl.). JOSE MARTIN. – 550 W. 20th. St. Box 302. New York, N. Y.”
Del aviso publicado en La Prensa , lo primero que llama la atención es que, apenas unos meses después de haber sido puesto a la venta, el libro de Sáenz ya se ofreciera a mitad de precio. Quizá en esto influyó el interés por lograr que se difundiera lo más ampliamente posible, un objetivo acorde con los intereses de las Sociedades Hispanas Confederadas de Ayuda a España, organización que colaboró con la distribución de la obra. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que la Editorial Iberoamericana estuviera decidida a comercializar lo antes posible un texto que tendía a desactualizarse muy pronto, precisamente por su carácter periodístico.
Más importante aún, el anuncio de La Prensa es un indicador del excepcional desempeño logrado por Sáenz en mercados culturales mucho más amplios y competitivos que los de Centroamérica, tema que por sí sólo daría pie para una investigación tan novedosa como fascinante.
El autor es historiador y miembro del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la UCR.