El teatro checo ha gozado de un gran desarrollo, poseedor de una riqueza artística finísima, aunque aún esté poco difundido en nuestro medio. En Costa Rica se ha podido ver el Teatro Negro de Praga, y oímos mencionar a grandes autores, como el famoso Milan Kundera, novelista y dramaturgo, y el conocido Vaclav Havel, último presidente de Checoslovaquia y primero de la República Checa, y a la vez gran dramaturgo.
Junto a ellos, en la misma generación de los años 70 destacan otros, como Milan Uhde, Pavel Landovsky, Ivan Klíma y Pavel Kohout.
En el contexto en que se originó la dramaturgia de los años 70 seguía vibrando como fondo, de diversas maneras, el episodio de la Primavera de Praga, aquel histórico intento de democratizar el socialismo checo, pero aplastado por la invasión de los países del Pacto de Varsovia liderados por la Unión Soviética en agosto de 1968.
Poco antes de aquella ocupación, un conjunto de escritores radicales –entre ellos varios de los mencionados– había apoyado la propuesta de un “socialismo con rostro humano”, como dio en llamar el líder eslovaco Alexander Dubcek a su movimiento.
Ese hecho llevó a la irónica situación de que en Praga podía verse un variadísimo repertorio de autores europeos, pero el teatro checo contemporáneo era invisible; muchas de sus obras si acaso eran conocidas como libretos de circulación privada.
Kohout, uno de ellos, es un brillante dramaturgo, novelista y poeta nacido en Praga en 1928. A pesar de haber sido comunista desde la Segunda Guerra Mundial, y por el hecho de haber apoyado las reformas, en 1978 se le permitió salir del país con su esposa para recibir el Premio Austriaco de Literatura Europea, pero el gobierno les impidió regresar a su patria y los privó de su nacionalidad checoslovaca. Sus obras han sido premiadas y representadas en Viena, París, Nueva York, Finlandia, Japón y otros países.
Su obra es heredera de una rica tradición literaria checa, en la que se adivinan siluetas de antecesores, como el magistral Franz Kafka y el brillante Jaroslav Hasek.
Sarcástica alegoría. La literatura checa es rica en ejemplos que muestran la virtud de un material cuajado de ironías, y esa flexibilidad que le confiere el humor, por lo que –sin forzar ningún elemento fundamental del conjunto– se amolda proteicamente al mundo contemporáneo y a los conflictos cotidianos en los que estamos inmersos.
La literatura checa aporta su creación a través de la caricatura, la parodia y la crítica social.
Algunas de las novelas de Pavel Kohout más conocidas en el mundo hispanohablante, por existir traducciones publicadas, son La noche estelar de los asesinos (publicada en inglés con el título de The Widow Killer) y Mi mujer y su marido, o De cómo me quedé sin casa, sin esposa y sin partido comunista . Su obra de teatro más conocida es Agosto, agosto, agosto.
Su autor calificó Fuego en el sótano de “farsa fiera”, y es un ejemplo del vívido teatro escrito en Checoslovaquia en los años 70.
Marketa Goetz-Stankiewicz, nacida en Checoslovaquia y profesora de literatura comparada en Vancouver (Canadá) escribe sobre esta obra:
“Varios críticos han llamado a esta obra una alegoría satírica de la ocupación soviética de 1968, la cual irrumpió en la nuevamente obtenida libertad de una nación; pero la pieza tiene también más amplias y profundas implicaciones. El realismo local de Fuego en el sótano –que sería inmediatamente reconocible para un público checo– puede incluso, más allá de las fronteras checoeslovacas, emerger ya sea como como una afirmación en modo farsesco sobre las estructuras sociales, o como una afirmación irónica de lo engullibles que son los desprevenidos respecto a cómo se mueve el mundo”.
Aire de familia... Una joven pareja está exprimiendo su tercer día de luna de miel cuando una cuadrilla de bomberos irrumpe por la ventana, y… les cambia la vida. Fuego en el sótano es una farsa realista hilarante, fiera y vertiginosa, que muestra cómo el dormitorio de una joven pareja se convierte en terreno para que la corrupción se alimente de la ingenuidad, y es a la vez una alegoría sobre la vida pública con que nos desayunamos todos los días: la corrupción nos toma de sorpresa en la vida cotidiana, y se presenta como ventajosa e inevitable; rechazarla es estupidez. Al final no sabemos si obtuvimos parte del robo o si fuimos robados. ¿Somos víctimas o cómplices?
La obra posee una estructura que fluctúa entre el humor casi absurdo y el terror, y genera en el espectador la sensación de que en cualquier momento a uno podría ocurrirle lo que ve sufrir a los personajes. De allí proviene su tremenda actualidad para nuestro público.
La risa, el constante descubrimiento de nuevos hechos sorprendentes, y la incertidumbre, producen una entretención activa y una duda crítica: ¿por qué parece conocida esta historia? Sin embargo, al final, nada de grandes lecciones, sino la intrigante sensación de qué haría uno frente a una situación así: un dilema entre sobrevivir beneficiado por la corrupción, o ser aplastado levantando una bandera de pureza moral invisible en el total anonimato.
Toda creación teatral tiene siempre que resolver su aquí-y-ahora de una manera imperiosa porque se consuma en el momento en que se consume; es decir, una obra teatral o produce un sentido activo para el público de esta noche o no tiene sentido.
No hay duda de que Fuego en el sótano tiene un sentido hilarante a la vez que mordaz para el público costarricense.
El autor es director, autor y crítico teatral costarricense.
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Bajo la dirección de Juan Fernando Cerdas, Fuego en el sótano se pondrá en el nuevo Teatro La Fortina (Paseo de las Flores, Heredia) entre el viernes 28 de noviembre y el 21 de diciembre, los viernes y los sábados a las 8 p. m. Tel. 8373-6419.