George Lucas soñaba con que un actor japonés interpretase a uno de dos personajes centrales para su ópera espacial , Star Wars (1977).
Para el estadounidense, Toshiro Mifune representaba más que un rostro apto para el sabio anciano Obi-Wan Kenobi o la presencia viril del villano Darth Vader. El actor, antiguo favorito de Akira Kurosawa, sería su homenaje a la historia que lo formó.
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Aunque nunca fue posible llegar a un acuerdo –según contó la hija de Mifune a The Hollywood Reporter esta semana–, la anécdota recuerda la profunda deuda que el creador de la galaxia lejana guarda con el Emperador del Cine y muchos antecesores más.
Star Wars fue popular como pocas películas anteriores, precisamente porque las devoró y devolvió como ese collage de referencias artísticas, fílmicas y literarias que aprendimos a amar.
Entrecruzamientos. Dos amigos que pasan peleando entre sí escapan de una batalla y se topan a un luchador veterano. Los tres ayudan a una rebelión liderada por una princesa, mientras una fortaleza impenetrable parece resguardar lo que todos anhelan.
Tal es la trama de La fortaleza oculta (1958), una de las obras maestras de Kurosawa. Tahei y Matashichi son nuestros C-3PO y R2-D2; el general anciano, Obi-Wan Kenobi, y la princesa, Leia.
La Estrella de la Muerte es la fortaleza oculta que se convierte en la megalomaníaca apuesta del Imperio Galáctico a lo largo de El imperio contraataca (1980) y El regreso del Jedi (1983).
Los barridos horizontales que usa la edición de Star Wars rinden un doble homenaje: por una parte aumentan la sensación de estar viendo un cómic (la otra gran fuente de la trama de la película es Flash Gordon , de 1936) e imitaba una de las técnicas preferidas de Akira Kurosawa, que se usa de forma prominente en La fortaleza escondida , Los siete samuráis (1954), el drama histórico Dersu Uzala (1975) y otras cintas de acción.
Pueden desgranarse escenas que, plano por plano, toman elementos de Kurosawa (busque en YouTube: Star Wars Hidden Fortress Comparison ). Desde secuencias de persecución hasta el duelo final entre Obi-Wan Kenobi y Darth Vader, la influencia de La fortaleza escondida en la cinta de Lucas es obvia.
Star Wars suele verse únicamente en el contexto del Nuevo Hollywood (Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, entre otros). Sin embargo, al ampliar nuestra mirada, podemos enriquecer nuestra experiencia del mundo fantástico nacido en 1977. Al centrarse en unos cuantos grandes nombres (de hombres) e hitos, la historiografía del cine se arriesga a la simplificación y a aplanar sus entrecruzadas raíces culturales.
Ahora bien, Kurosawa, a su vez, estaba traduciendo el encanto casi mitológico de los westerns de John Ford a los códigos culturales de Japón. Los filmes del japonés se recibieron como “exóticos” en los años 50, pero, en realidad, él rendía homenaje a las aventuras del Viejo Oeste. Lucas concurre en la apreciación por el maestro Ford (como las secuencias de The Searchers , de 1956, que Luke Skywalker replica).
Tan agradecido estaba Lucas, y en realidad todo el joven Hollywood, que, cuando Kurosawa estaba en la ruina, él y Francis Ford Coppola lo ayudaron a financiar la oscura y fascinante Kagemusha (1980), que ganó la Palma de Oro en Cannes y reactivó la carrera del nipón.
Otras películas cuya huella es explícita en las cintas de Lucas son Lawrence de Arabia (1962), Doctor Zhivago (1965), Ben-Hur (1959) y otras épicas. A la desbocada energía de un cómic y la fascinación por la tecnología, George Lucas agregó una capa de exquisita visión fílmica tomada de las superproducciones de la previa era dorada de Hollywood.
Drama creciente. Quienes critican la trilogía más reciente, que comenzó con La amenaza fantasma (1999), por su cuestionable línea dramática olvidan que la falla es de origen. Star Wars (1977) es encantadora, entretenida y estéticamente ideal para la década de los años 70.
No obstante, sus conflictos maniqueos y torpe realización son evidentes aún hoy. Es una película que surge de la serie B de los años 40 y 50, con ocurrencias espaciales, robots estrambóticos y aventuras repletas de humor, romances y sorpresas técnicas.
Lucas tendió siempre a la simplificación de sus tramas, como cuando elimina ambigüedades morales más presentes en películas de samuráis (por ejemplo, cuando alteró la pelea entre Han Solo y el criminal Greedo en la cantina, haciendo parecer que el “héroe” no disparó sin avisar).
En la segunda trilogía ( La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza del Sith ), Lucas intenta complejizar el arco dramático de sus personajes, pero guiones e interpretaciones se tambalean más.
Otros cambios son notorios en este proceso de maduración de la idea de Lucas. En su ensayo, La caída de la rebelión , Tony M. Vinci nota que la Fuerza, en la primera trilogía, une a todos los seres vivos y todos los individuos “independientemente de su posición en una cultura determinada”. En la segunda trilogía, la Fuerza es “institucionalizada y elitista, usada para entrenar a los guardianes de la paz y defender el statu quo ”. Esta contradicción no logra resolverse en el drama propuesto por George Lucas en la “precuela”.
Cuando la comparamos con otras hazañas de la imaginación del siglo XX, hallamos que adolece de los mismos problemas que, por ejemplo, El señor de los anillos , la serie de fantasías medievalistas de J. R. R. Tolkien.
Al igual que en los libros del maestro británico, Lucas posee una imaginación desbordada y un estilo pobre (las habilidades narrativas de Tolkien no alcanzan la grandeza y profundidad de su mundo ficcional, mágico y envolvente 60 años después).
Por ello, quizás, George Lucas entregó las riendas de las dos siguientes películas a Irvin Kershner ( El imperio contraataca ) y Richard Marquand ( El regreso del jedi ). Las tres de la segunda trilogía (1999-2005) las dirigió Lucas, y no es secreto para los fans que se les nota la firma escueta del padre de la galaxia.
Es decir, que quizás, el encanto de Star Wars siempre ha residido en su sencillez. En cuanto a películas de aventuras, hay pocas que logren plantear sus universos fantásticos de formas tan inmediatas, y ponernos a jugar con las reglas que explican sus personajes de manera tan absoluta. A veces, la magia está en lo simple.
Todo análisis de Star Wars, de todos modos, debe expandir sus lecturas a la prolífica tradición de la cultura pop . Es un cómic; una ópera; un drama de samuráis; un viaje del héroe para la era de la exploración espacial; un sueño. El 17 de diciembre, la galaxia nacerá de nuevo. Como antes, estaremos ganados de antemano.
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