En mayo de 1936, cuando Costa Rica apenas empezaba a recuperarse de la crisis económica mundial de esa época, el médico y diputado José Ángel Coto Garbanzo le presentó al Congreso costarricense un proyecto de ley para establecer un impuesto a los solteros.
Según explicó al periódico La Prensa Libre , tal iniciativa tenía el propósito de “extraer una cantidad de dinero suficiente para proteger socialmente a los miles de hijos naturales que ambulan por las calles de San José y de las capitales de provincia”.
De acuerdo con Coto, el impuesto podría producir entre ¢200.000 y ¢300.000 anuales, con los cuales se podría “convertir a estos infelices niños irresponsables en obreros y personas útiles a la sociedad en el futuro”, y salvarlos del vicio, la delincuencia y la prostitución.
Inmediatamente, ese proyecto captó la atención pública y fue apoyado por algunos sectores y combatido por otros.
Eclesiásticos
Antonio del Carmen Monestel, obispo de Alajuela, se manifestó abierta y decididamente a favor del impuesto. En una entrevista publicada por el diario La Tribuna resaltó que “en varios países de Europa se ha hecho lo mismo y los resultados han sido satisfactorios”. De seguido, se quejó de que “son muchos los hombres que se han olvidado de la misión social que deben desempeñar y pululan por las calles sin preocuparles un ápice los problemas nacionales”.
El prelado aprovechó la ocasión para atacar el matrimonio y el divorcio civiles, y se pronunció a favor de que el soltero rico pagara más que el pobre y de que el Estado subsidiara a las familias obreras y campesinas.
En una entrevista posterior, Monestel aconsejó a los solteros que “en lugar de entregarse a una vida licenciosa y desarreglada formen su hogar y de esa manera contribuyan al bien de la iglesia y del estado dándoles buenos hijos y ejemplares ciudadanos”.
De esta manera, se podría contrarrestar “la espantosa mortalidad infantil” y se contribuiría a evitar la degeneración de “la raza costarricense”.
También el canónigo Carlos Borge apoyó el proyecto de Coto al detallar que “estimular la formación de hogares sobre bases de verdadero amor, es credo de alta moralidad social y religiosa y en estas tendencias se me encontrará siempre como el más fanático y entusiasta de los propagandistas del ideal”.
Solteros
En contraste con los eclesiásticos, algunos solteros se pronunciaron fuertemente contra el impuesto. José Antonio Corrales, en un artículo del periódico Novedades , se refirió al proyecto de Coto como “la estupidez más grande que ha existido en Costa Rica porque en primer lugar no hay derecho que nadie se meta en la vida privada de los solteros”.
Por su parte, el abogado Guillermo Obando aseguró que el impuesto era parte de una “tendencia supersticiosa del matrimonio”, calificó a Coto como “miope” y afirmó: “el matrimonio debe ser libre, como libres son las aves que vuelan, los peces que nadan y los hombres que nacen libres”.
El farmacéutico e intelectual Elías Jiménez Rojas escribió, en un comentario publicado en La Prensa Libre , que los solteros, por no tener las obligaciones inherentes al matrimonio, eran más dados a practicar la filantropía que los casados. Además, se preguntó: “qué interés tiene el Estado en multiplicar los malos matrimonios, ya demasiado numerosos?” Y agregó: “en un país pacífico como Costa Rica, ¿por qué copiar los absurdos códigos de pueblos que ante todo quieren aumentar su carne para cañón?”
La Semana Cómica
Dirigido por Pío Luis Acuña, La Semana Cómica fue el periódico que más sistemáticamente atacó el impuesto a los solteros. De hecho, al referirse por primera vez a este asunto, el semanario advirtió: “de [la ciudad] de San Ramón nos acaba de llegar una cosa que se llama el doctor Coto… es medio italiano… es un joven bien intencionado… que saluda como Mussolini…que se ha empeñado en meternos un proyecto musolinesco: de que los solteros debemos pagar impuestos”.
La Semana Cómica fundó incluso un periódico apócrifo para burlarse del proyecto de Coto, llamado El Quejido. Órgano Defensor de la Solterona Contrariada .
Medio en broma y medio en serio, La Semana Cómica se refirió al rechazo que el proyecto de Coto había tenido en Cartago y agregó que los solteros de esa ciudad preparaban una marcha en contra del impuesto y solicitar el apoyo de los solteros “de los pueblos circunvecinos”.
Mujeres
El periódico Novedades tuvo la feliz iniciativa de entrevistar a varias mujeres de distinta condición social para conocer su opinión sobre el impuesto. Emilia Castro, descrita como una “damita de nuestra sociedad”, expresó no estar de acuerdo con el impuesto “por cuanto limita la libertad de que debe gozar el hombre para cambiar de estado”.
De manera similar opinó Argentina Castro, empleada de la tienda El Encanto, al comentar que “los partidarios del matrimonio deben llegar a él por convicción propia y no obligados por la ley”.
María Cristina Escalante y Florencia Figuls, dos estudiantes de colegio, opinaron a favor del proyecto, pero Figuls aclaró que le parecía la medida “siempre que antes” se les diera “empleo a todos los solteros”. Asimismo respaldaron el proyecto una enfermera y dos vendedoras del mercado, una de las cuales, Vitalina Bolaños, tajantemente declaró: “que se les cobre el impuesto, para que se casen todos”.
Sin duda, la respuesta más interesante de todas fue de la de unas obreras de una fábrica de tejidos, que dijo: “Nuestra opinión es contraria al impuesto a los solteros; los hombres ganan hoy día tan poco dinero que con trabajo se mantienen ellos solos; en esas condiciones, no se les puede pedir que se echen encima las obligaciones del matrimonio”.
Además, agregó, “hay hombres viciosos y vagabundos que serían una verdadera pesadilla para la mujer que tuviera que casarse con ellos; estos deben quedar solteros”.
Eugenesia
Desde finales del siglo XIX, políticos, intelectuales y profesionales empezaron a manifestar preocupaciones eugenésicas; es decir, acerca del perfeccionamiento de la “raza” costarricense. A la vez, les inquietaba el deterioro “racial”, proceso que asociaban con la inmigración de afrocaribeños, chinos y judíos, la pobreza, la alta mortalidad infantil y los hijos nacidos fuera del matrimonio.
Precisamente, para evitar el deterioro de la “raza”, Coto propuso un impuesto que, al promover el matrimonio, ayudaría a combatir tales problemas sociales; además, depararía un fondo para atender y educar a los hijos de madres solteras.
La iniciativa de Coto no fue excepcional: en efecto, las tempranas políticas sociales costarricenses fueron impulsadas por médicos motivados por preocupaciones eugenésicas. La influencia política de estos profesionales se incrementó a medida que ampliaban su participación en el Congreso, como diputados.
Coto fue uno de esos legisladores: formado en Italia, se inspiró en medidas similares tomadas por el régimen de Benito Mussolini para proponer el impuesto a los solteros.
Su proyecto, pese al apoyo que tuvo de algunos eclesiásticos y de otros sectores, naufragó al estrellarse contra las tradiciones democráticas de Costa Rica, contra la creciente secularización de la sociedad y contra la toma de consciencia –fomentada por el Partido Comunista desde 1931– de que los problemas sociales se relacionaban decisivamente con los bajos salarios, el desempleo y la injusta distribución del ingreso.
El autor forma parte del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la Universidad de Costa Rica (CIICLA).