Corría el año 1939 cuando, por una disposición expresa del presidente de la República, León Cortés, en San José se realizó una redada contra los vagos. Así, fueron detenidas decenas de hombres que deambulaban por las calles capitalinas “sin oficio ni beneficio” –como entonces se decía–.
Sorprendidos en ello, les fue aplicada la ley de vagancia y fueron trasladados en ferrocarril a Puntarenas. De allí, en lancha, irían al puerto fluvial de Bebedero, cerca de Cañas, para ser llevados luego a Liberia, donde cumplirían su condena por ociosidad trabajando en la construcción del nuevo cuartel.
Sin embargo, entre aquellos “vagos” había también gente trabajadora y de oficio conocido que, por la mala situación económica mundial y local, estaba desempleada. De este modo, no fueron pocos los albañiles, carpinteros y otros obreros que llegaron a la Ciudad Blanca.
Reivindicación regional. Durante la administración Cortés Castro (1936-1940) se renovaron los cuarteles capitalinos de Artillería y Bellavista, así como el de Alajuela. En cambio, el de Liberia ya no reunía las condiciones necesarias para seguir en su función militar.
De estampa colonial, aquel viejo recinto se ubicaba al costado nordeste del parque Central del lugar; mientras, el nuevo ocuparía por completo la manzana al noroeste de aquel. La iniciativa de su construcción se había desarrollado ya en el gobierno anterior, cuando el mismo Cortés era secretario de Fomento (equivalente a ministro de Obras Públicas).
Para entonces –primera mitad de la década de 1930–, la situación de la provincia de Guanacaste, como la de todo el país, era crítica debido a la crisis que golpeaba a la economía capitalista en todo el mundo. Allá, sin embargo, a la lejanía del Valle Central y al predominio del latifundio se sumaban la falta de carreteras, de infraestructura educativa y sanitaria y, en consecuencia, de oportunidades de trabajo y de desarrollo espiritual y ciudadano.
En ese contexto, en 1934, nació en San José La Casa de Guanacaste, organización que promovía el desarrollo de una conciencia regional y hacía planteamientos tendientes a elevar el nivel económico y cultural de la zona.
El historiador Carlos Dávila Cubero relata: “Este grupo inicialmente dio apoyo unánime al Lic. León Cortés Castro en [la campaña electoral de] 1936, con la promesa de éste, de llevar obras materiales a la provincia” ( ¡Viva Vargas! Historia del Partido Confraternidad Guanacasteca).
Sin embargo, apunta el mismo autor, el incumplimiento de tales ofrecimientos determinó que una mayoría de la organización se decidiera a dar la lucha regional, como por demás se venía ya planteando desde su órgano difusor, El Guanacaste. El resultado de esa decisión sería el surgimiento del Partido Confraternidad Guanacasteca, un grupo político que pronto encontraría a su líder en la figura de Francisco Vargas Vargas (1909-1995).
“Separatismo” y cuartel. Nacido en Palmira, pueblo del cantón de Carrillo, Vargas Vargas era un guanacasteco acomodado que, siendo estudiante de secundaria en San José, se había distinguido ya por su interés en el progreso de su región natal, inquietud que mantenía al volver de París en 1934, graduado como médico cirujano.
Su figura y su vocación despertaron tal entusiasmo entre sus coterráneos, que, ya en 1936, El Guanacaste lanzaba abiertamente su candidatura “encabezando El Gran Ejército Reivindicatorio”. A su vez, al ofrecérsele la candidatura para las elecciones de medio período de 1938, desbordada la emoción, se escucharon para él calificativos tales como “Protector de la Provincia” y “Candidato para la República Independiente de Guanacaste”.
Aunque rechazados por la mesura del caudillo, aquellos epítetos produjeron inquietud en la capital. Aparte de que Liberia había sido escenario de varios intentos separatistas en el pasado, el tinte de protesta y rebelión que se desprendía de las páginas del periódico de marras, ya había generado acusaciones en ese sentido.
Según Dávila Cubero, a pesar de que “el Partido abogaba por la unidad y criticaba el localismo y el regionalismo, el gobierno de Cortés Castro consideró que intentaba la independencia política y administrativa”. La suspicacia aumentó cuando el gobernante recibió un mensaje de Ricardo Castro Bechee, embajador costarricense en Washington, en el que le informaba de que, a principios de 1938, The New York Times se había hecho eco de la secesión de Guanacaste.
Así, retrospectivamente visto, el hecho de acelerar la construcción de la nueva Comandancia de Plaza liberiana puede interpretarse como un intento concreto de prevenir la pretendida separación guanacasteca. Esto se desprende también del texto que luego consignaría la edificación:
“Sólidamente construido, […] la Ciudad Blanca […] tendrá en aquel soberbio edificio las más altas garantías de paz y orden, al mismo tiempo que la defenderá de cualquier ataque de una potencia extraña o de las violencias de la guerra civil” (4 años de la administración Cortés).
Construcción y arquitectura. Edificado enteramente en concreto armado y calculado para soportar el ataque de cualquier tipo de artillería, el cuartel fue diseñado por el ingeniero-arquitecto José María Barrantes, y la obra, dirigida por el director general de Obras Públicas, ingeniero Max Effinger.
Se trata de un rectángulo amurallado de 63 metros de frente por 50 de fondo (3.150 metros cuadrados) emplazado en el centro de la manzana. Como parte de sus objetivos táctico-militares se retrae varios metros a cada lado para facilitar la defensa en todos sus frentes.
En cada esquina, una torreta sobresale del perímetro, mientras que, sustituyendo las típicas almenas de fuertes y cuarteles, unas sencillas troneras horadan la parte superior de la muralla para poder disparar los fusiles con acierto y seguridad.
Completan esas obras de defensa los sótanos, sobre todo el construido debajo de la puerta principal, protegido por una resistente losa que permitía instalar ametralladoras para disparar en todas las direcciones al nivel del suelo que está frente al cuartel.
Ubicado al costado sur del recinto, dicho portal, como todas las obras descritas, responde a uno de los lenguajes arquitectónicos entonces de moda, el art deco , cuyas estilizadas líneas aportaban al edificio la modernidad que se le quería imprimir también en el aspecto militar. De hecho, es el único exponente de esa corriente en la ciudad.
Interiormente, el edificio se dividía en cuatro grandes secciones: a) los dormitorios para la tropa, el almacén de armas, el cuerpo de banda y los baños de la tropa; b) las habitaciones para el comandante, la oficialidad y los funcionarios públicos en tránsito; c) la biblioteca y la bodega de provisiones; d) la Cárcel Pública, al lado norte.
A un costo total de 466.811 colones, la edificación se inauguró el 20 de enero de 1940, ya en el ocaso del período presidencial de Cortés, quien llegó a Liberia acompañado del obispo de Alajuela, Víctor Manuel Sanabria.
Allí fueron recibidos con una pomposa ceremonia, antes de bendecir esa gran obra que hoy sigue en pie…, al igual que algunas de las demandas regionales de entonces y que pudieron ocasionar su construcción.