El Teatro Nacional invitó a Ruth Angulo a tomar el café, donde ella expone once ilustraciones de mediano formato. Las hizo para celebrar, el 9 de septiembre, el Día del Niño porque en torno de los niños giran estos once planetas bidimensionales. “El Teatro quiere ofrecer atractivos para que los niños lo visiten más”, dice la artista.
Las obras son pinturas acrílicas sobre papel. Unas representan temas de la nostalgia, como el cultivo del café, mientras otras aluden a problemas de la actualidad, como la desaparición de los bosques. Las obras ofrecen versos de canciones populares, de modo que los dibujos asemejan pentagramas de colores.
Ferias y cartas. En Tres por mil bulle la Feria del Agricultor. “Las ferias están en todo el país; son lugares democráticos porque todos somos iguales allí: o compradores o vendedores. Se habla de futbol, de política...”, describe Ruth. ¿Por qué no?: en el foro romano también se mercaron verduras.
En Vienen llegando , un venado cola blanca se triplica por el miedo pues se acercan los arrasadores de los bosques. Los rostros son casi humanos. “Los niños se identifican más así: los animales no son mascotas ni propiedades; pueden ser otros costarricenses”, detalla la artista.
Dulce abrigo retrata a una niña revestida de símbolos nacionales. “Los llevamos cuando viajamos por el mundo; son como el calor de los recuerdos”, anota Ruth. Otra niña flota dormida entre árboles con zapatos en Nado con tucanes: el aire es un mar, las aves son peces, el instante es un sueño.
No todas las infancias son felices. En Cartas desde la Luna, ante el edificio del Correo Central, un niño mendigo recibe la visita de una mujer: es la Luna y le trae la cobija obscura de un cielo constelado. A la par, la lluvia nos visita transformada en una mujer que funda océanos en las calles: es la Ciudad de papel.
–Muchos de sus personajes son femeninos...
–Sí. Desde su nombre, me imagino a Costa Rica como una mujer o como una niña.
Una mujer-madre nos espera en Comida de dioses , alegoría del cacao que sugiere las Madonnas bizantinas de pátinas doradas. Las palabras griegas “theo broma” equivalen a “comida de los dioses” y son el nombre de la especie más conocida del cacao.
“Me inspiré en la tradición indígena de la creación del ser humano por Sibú a partir de una semilla de cacao. Él la protege de los dioses que pretenden comerla”, explica Angulo.
Amiga naturaleza. Todas las ilustraciones presentan el marco dentado de las estampillas. “Soy filatelista y lamento que ya se envíen pocas cartas”, anota la creadora.
Caña dulce celebra la mitología de la caña de azúcar y de la carreta. Su título es el de una canción de José Salas y Daniel Zúñiga. Varias ilustraciones llevan nombres de temas musicales porque letra, melodía y figura se entrecruzan en la imaginación popular. Por esto, la muestra se titula Cancionero.
¿No es esta ilustración otra alegoría al café, como la que nos mira desde el cielo raso en el Teatro Nacional? Sí. “En Yodito quise actualizar esa clásica alegoría, pero yo puse canastos de plástico y un camión que vuela por el mundo”, indica Ruth.
Un hombre negro carga un racimo de bananos; con el pago quizá pueda sostener a su familia. De unas plantas surgen otros hombres como frutos. “ Los caminos, la lágrima me recuerda el ferrocarril hacia el Atlántico, que se abrió con sufrimientos. El título alude a Acerca del tiempo y la memoria , canción de Fidel Gamboa: 'Vengo de una tierra de volcanes...’”, expresa Angulo.
Paz y flora se armoniza con una línea de la Patriótica costarricense : “mi tierno cariño cultivaste”. “Esta imagen representa el cuento de hadas de nuestros niños: creer que tienen paz y que su flora es lo más exuberante”, opina la ilustradora.
Una niña lleva todo aquello en su imaginación, como un peinado que sueña; otros niños vuelan montados en colibríes entre plantas de pasiflora (flor de la pasión).
“Desearía que los niños se pregunten si tenemos eso que imaginamos, o si, por lo contrario, debemos trabajar para conseguir la paz y la conservación de la naturaleza”, añade la artista.
“Los niños forman el público más exigente. No importa que vean elementos imaginarios, como animales fantásticos: ellos perciben si un artista no ha sido sincero”, afirma Ruth.
Trayectoria colorida. Ruth Angulo participa de un proyecto de la Asociación Cultural Tangente, de Heredia, que ofrece talleres de ilustración en escuelas: “Deseamos que los niños dibujen, pero que entiendan que hacerlo es otra forma de opinar: no es solamente decorar un texto”.
En una libreta, Ruth traza bocetos –las primeras palabras de un dibujo–. Luego escoge los bocetos que le sugieren un desarrollo, los amplía sobre un nuevo papel y los calca sobre una cartulina de acuarela.
Más adelante, la artista elige la paleta de colores acrílicos que armonice con la atmósfera del cuento o de la novela en la que trabaja. Mediante veladuras logra los tonos que prefiere, y a veces aplica unos toques de acuarela.
Desde el año 2001, Angulo ha ilustrado 34 libros infantiles; también ha escrito e ilustrado seis libros propios para niños, como Sibö y los sapitos traviesos. Ha contribuido con la Colección Colibrí, de la Editorial Costa Rica.
Como artista, Angulo ha brindado seis exposiciones individuales y ha participado de veinte exhibiciones colectivas. Ella es directora de la Casa Garabato Ilustradores y de la Editorial Pachanga Kids.
¿Artistas admirados? Ruth cita a pintores que también ilustraron libros, como Fernando Carballo. De César Valverde aprecia el trazo y la selección cromática, de viveza conversadora. “De Rafa Fernández me atraen su alto contraste y su peso del color”, añade.
“Vicky Ramos ha sido una maestra para mí. Ella se hizo a sí misma porque no se enseñaba ilustración cuando empezó. Su amor por los libros para niños nos guio a muchos dibujantes cuando ella era directora artística de la Editorial Norma”, recuerda Ruth Angulo y agrega que el artista Félix Arburola le enseñó cómo funciona la industria de los libros infantiles.
Ruth Angulo acaba de terminar las 24 ilustraciones que acompañarán a Los cuentos de mi tía Panchita que Uruk, Editores, publicará.
Tomar un café en el Teatro Nacional es ponerse a oír los sueños que se cuentan las once ilustraciones de Ruth Angulo: hay que intervenir en esta conversación.
La exposición estará abierta hasta fines de septiembre.