Antes de abrir el río de sus obras maestras, Fernando Carballo fue un pequeño muralista. Lo fue allá, en su natalicia Cartago, cuando trazaba dibujos en las paredes de su casa tumultuosa y bajo la insipiente crítica de tíos y hermanos. “Vieran cómo ha dejado ese chiquito las paredes”, denunciaba una tía.
Desde entonces, muchas paredes se han ofrecido a sostener los cuadros –cual ventanas– de Fernando Carballo en galerías, museos y colecciones particulares; y ahora, en la Escuela Casa del Artista, Fernando brinda Obra gráfica: 15 cuadros recientes, entre dibujos, “chorreados” y serigrafías.
“Sus obras se caracterizan por tener un fuerte acento gráfico y una gran presencia del dibujo. La línea potente, el grafismo vigoroso y el trazo gestual se entremezclan de forma sutil. En sus obras aparecen las preocupaciones universales del ser humano: la incertidumbre, la desesperanza, el amor, la pasión, la soledad”, manifiesta José Edwin Araya Alfaro, director artístico de la Escuela Casa del Artista, dependencia del Museo de Arte Costarricense.
Tintas en línea. “Todo esto lo hice anoche”, dice Fernando y muestra seis, siete cartones con rostros de mujeres que ayer, no más, estrenaron sus miradas. Carballo es intenso y laborioso; cree que el tiempo no le alcanza, pero nosotros creemos que el tiempo no lo alcanza.
Mostrando sus trabajos, el creador explica cómo hizo algunos. Sobre un cartón horizontal, Fernando traza el boceto con un lápiz.
A continuación, desde lo alto, pasa un recipiente de material plástico (como los que contienen salsa de tomate) que ha llenado de Corrostyl, pintura negra industrial de esmalte. El artista presiona el recipiente para que salga un chorro con el que traza las líneas finales del dibujo. Por esto se perciben pequeñas manchas, formadas por el rebote de gotas de la pintura en el cartón. Esta técnica se conoce como “dripping” (goteo).
El artista espera luego a que la pintura se seque. Entonces empapa el cartón con aguarrás y toma una tela-papel de servilleta con la que absorbe un poco de pintura de imprenta: azul, magenta o amarillo, los colores básicos.
Luego, a modo de esponja, Carballo presiona el papel entintado sobre el cartón para crear superficies de colores casi tornasoladas.
A veces, Carballo aplica varios colores en los mismos lugares para que la combinación de los colores básicos dé el que procura. De esas operaciones de pintura son muestras sus manos obscurecidas: lienzos de piel que hablan con ademanes de colores.
Lápices de toda la vida. A veces, Fernando emplea cartones de color, como en Desnudo femenino , cuyo fondo original es del color de las tejas, y donde la cabellera de una mujer parece la espuma de un mar negro sobre una sirena. “¿Puede corregirse el chorreo de pintura?”. “No”, responde el artista con una negativa que es también una afirmación de su destreza.
Fernando nació en 1941 en la Puebla de Cartago, a 25 metros del lugar –según las tradiciones– de la aparición de la Negrita. El milagro aún más cercano que vivió el artista fue integrar una familia de 17 hermanos; es decir, una que, más que ser una familia provinciana, fue una familia-provincia.
Cuando Fernando habla, sus recuerdos se pintan solos pues relata que siempre estuvo con un lápiz en la mano: niño-prodigio-muralista, pintor de las paredes de su casa, hábito que lo convertía, si no en el artista más seguido, sí en el más perseguido por su familia.
El padre del precoz Fernando no era hombre de dinero, mas le compraba a veces lápices de colores con los que el miniartista perpetraba su muralismo doméstico. “Hoy me doy el gusto de tener todos los lápices que quiera”, advierte Carballo.
Cazando mariposas ofrece una técnica diferente: la serigrafía con trazos de tinta china. He aquí dos manos coronadas de mariposas: “Las amarillas, las de García Márquez”, explica Carballo.
El cuadro Personaje brinda otra técnica. El artista cubrió de gris el fondo; con el filo y las puntas de una espátula aplicó tinta negra, de modo que las sombras son en realidad cientos de líneas breves. Este arduo trabajo se completó con el entintado de colores hecho con papel-tela.
El uso de la espátula se percibe también en los retratos imaginarios Pensante y Rostro con fondo verde. “No tiene dibujo debajo: es pintura directa”, precisa Carballo.
Buenas amistades. La idea de emplear el dripping nació hace unos veinte años en Fernando como un homenaje al gran artista Juan Manuel Sánchez Barrantes, el Indio , cuya limpieza de líneas había admirado Carballo desde que, siendo niño, leía la revista infantil Farolito , en la que Sánchez dibujaba sus precisas siluetas.
Hace unos treinta años, cuando Fernando era director de arte de Publicidad Garnier, un amigo, el dibujante Hugo Díaz, lo llevó a la casa de Sánchez, en el barrio México, cerca del paseo Colón de San José.
“Su casa parecía un museo con pequeñas esculturas de piedra que el propio Indio había hecho. De pronto apareció su esposa, quien sacó una botella de guaro de contrabando. Yo me tomé aquello y comencé a ver luces por todas partes. El Indio era un gran artista y una persona encantadora, y muchos de estos trabajos tienen que ver con con su estilo. Imitación no: admiración”, agrega Fernando.
Las sorpresas continúan en Maternidad , dibujo hecho con lápices de cera de colores de la marca Prisma (los que el artista se hacía comprar cuando era niño). Aquí, en los planos relieves de las sombras, vibra el espíritu de Francisco Zúñiga y sus dibujos de indígenas mexicanas: es la noble tradición del dibujo a lápiz de Durero, de Rembrandt. “Paco Zúñiga es un maestro”, opina Carballo.
En otros cuadros habla en secreto la influencia de César Valverde. “Sí, y lo admiro mucho”, confía Fernando y recuerda con gratitud que Valverde lo animó a ofrecer, en 1973, la exposición más amplia que Carballo ha abierto: 53 obras, muestra curada por César Valverde y Hugo Díaz.
Las tres primeras exposiciones de Carballo contuvieron solamente dibujos hechos con plumilla. “No se puede ser pintor sin ser dibujante”, anota el artista.
Muros y retratos. Madre es un dibujo a lápiz de una mujer encinta. Las sombras se hicieron esparciendo el carboncillo con las yemas de los dedos. La pieza que se expone es una reproducción hecha con una impresora aplicando el método llamado “giglée”.
El artista José Miguel Rojas opina que Madre es uno de los mejores dibujos hechos en América Latina, según nos recuerda Ignacio Caballo, director de la Galería Pueblarte e hijo del artista.
La maestría de Fernando Carballo ha sido celebrada por muchos conocedores. Él fue el único costarricense que participó en la exposición Iberoamérica pinta, muestra itinerante por España y América organizada por la UNESCO en 1998. Algunos creadores ofrecieron trabajos poco memorables; en cambio, el crítico Juan Bernal Ponce opinó así sobre la pintura que Carballo incluyó en aquella exhibición:
“Nuestro Fernando Carballo no siguió el mal ejemplo de los chineados por la fama, y envió una pieza estupenda donde su estilo, macerado lentamente a través del tiempo y del trabajo, fiel a su ruta y a las consecuencias de su orientación etnoexpresionista, destaca con originalidad y fuerza extraordinarias” (La Nación, 8/7/1998).
No obstante, Carballo también conoció la incomprensión cuando organizó una muestra en una galería privada, compuesta por sus dibujos de ángeles (masculinos y femeninos) desnudos, volando abrazados.
La exposición se montó, pero nunca se abrió. ¿Dónde están esos dibujos? “Se vendieron como pan caliente”, responde el artista. Aquí se ofrece una pieza, Ángel (esmalte sobre papel).
Entre los proyectos inmediatos de Carballo está crear pinturas para una exposición que le abrirá la galería del Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington, en el 2015.
“Vieran cómo ha dejado ese chiquito las paredes”, decía una tía del pequeño Fernando. Sí, señora: vea ahora cómo ese enorme artista ha dejado estas paredes.
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El artista Casa. Gráfica estará abierta en la Galería Rafa Fernández, de la Escuela Casa del Artista, hasta el lunes 30 de junio de lunes a viernes de 8 a. m. a 8 p. m., y los sábados de 8 a. m. a 4 p. m. La galería está 50 m al este y 50 m al sur de la intersección de Guadalupe (San José). Teléfono 2234-1233.