Estamos frente a una computadora y vemos una videocreación a la que hace 20 años solo se podía acceder mediante un televisor. En la primera toma se ve el Sanatorio Durán. Después aparecen unos labios rojos de niña y unos labios rojos de mujer. Cambian los escenas y ahora vemos vestidos azules y un hombre que con una voz aguda repite que con la Luna todo cambia. El hombre es Luis Arenas, vocalista en tiempos remotos de la agrupación costarricense El Parque.
Lo que se ve en la pantalla es el videoclip de la canción Cuántas noches, dirigido por Isabel Martínez. El producto audiovisual entrelaza tomas de una historia interpretada por varias mujeres, con otras tomas de los integrantes del grupo musical, que se pierden en la penumbra y se reencuentran a la luz de velas y de fuego que reposa, pasivo, en las afueras del recinto. Los integrantes se mueven mientras interactúan sutilmente con las actrices.
Lo que se ve ahora en cualquier aparato electrónico con acceso a Internet, es el primer videoclip de una banda costarricense que logró situarse en MTV, una cadena estadounidense de televisión dedicada en sus inicios a la música. Lo logró El Parque en 1995, cuando el rock nacional surgía, se transformaba y dejaba una huella indeleble.
En los años 80, MTV se estrenaba en el mundo del espectáculo y la música. Con el éxito impuesto, los videoclips se convirtieron en la carta de presentación de las bandas y en un producto “masmediático” que podía lograr que la música fuera rentable para sus creadores.
El video de Cuántas noches era eso: un artículo comercial en el que una actriz hermosa sonreía y un cantante mostraba el pecho al descubierto. A cambio, la banda recibía la aprobación (o bien, lo contrario) del público y el empuje para vender discos. Además, la producción de 4 minutos y 8 segundos fue y sigue siendo un medio a través del cual la banda se da a conocer en una industria que se caracteriza por la competitividad.
Otras bandas, otros videos. Mientras El Parque producía más videocreaciones –como el de la aclamada canción Juana Escobar–, otras bandas también reunían recursos y creatividad para elaborar sus propios videoclips.
Marta Fonseca y Bernal Villegas eran uno solo en el dúo musical Suite Doble. Ambos movían sus melenas en el videoclip de la canción Profanar. Como los integrantes de El Parque, Marta y Bernal también se pasean por los corredores misteriosos del Sanatorio Durán. Este sitio se ha convertido en un icono que invita a otros artistas, de diferentes ramas, a utilizarlo como musa o recinto para crear.
José Capmany se había mostrado como uno de los principales pioneros del rock nacional; sin embargo, son pocos los videoclips que quedaron de su legado. La mayoría son grabaciones en vivo de algún concierto, un recurso válido que muchos artistas usaban y usan.
Por otro lado, Gandhi producía el video para la canción El invisible, que terminó siendo un collage de tomas kitsch, con más pechos desnudos y mujeres hermosas, elementos icónicos –o bien, cliché– en la elaboración de videos musicales. De todas formas, Gandhi tiene una veintena de años en la escena musical costarricense, que es pequeña pero surtida.
Gandhi también ha sido protagonista de algunos de los mejores videoclips hechos aquí, con producciones como Estrellame , dirigido por Marlon Villar, joven cineasta que con este video comenzó a abrirse paso en el medio audiovisual.
El tiempo pasó y más grupos comenzaron a surgir mientras otros se desintegraban. Muchas bandas se animaron a escribir canciones en inglés y a acercarse a un público más alternativo. Tomaron influencias que trasciendían barreras de idioma y espacio. Comenzaron a crear “música de nicho”: algunos metal, otros hardcore o punk, o folk o rock progresivo.
Música y pixeles. Los productos audiovisuales también fueron cambiando, no solo en creatividad, sino también por las facilidades técnicas que se han desarrollado con la tecnología. El acceso a mejores cámaras, la era del mundo digital y la Internet, dejaron atrás muchos de los videos grabados con película fotosensible.
La animación digital también ha permitido el uso de efectos especiales y videocreaciones animadas, aunque esto representa una producción más elaborada y, por lo tanto, más cara. La escena nacional se ha caracterizado por la escasez de presupuesto para llevar a cabo productos audiovisuales y musicales de esta índole.
Aún así, los productores audiovisuales han sabido jugar con los guiones, las cámaras, la luz y los escenarios para crear productos de alta calidad con poco presupuesto. Por ejemplo, en el 2013, el dúo Colornoise estrenó el videoclip de la canción Button. Las dos integrantes protagonizan el video mientras cantan y tocan instrumentos.
Giussepe Badalamenti dirigió la producción, y con pocos recursos logró un video que muchos consideran el mejor del año, todo gracias a una buena edición y un derroche de creatividad. No hace falta más: Button es una experiencia tridimensional que fluye en una gama de magentas y violetas.
Algunas agrupaciones cuentan con mayor presupuesto y salen del país a grabar sus videos, como 424, con su más reciente producción: Gala , que tomó forma en las cascadas de Aculco (México). Otro ejemplo es el grupo Henna, con la producción de la pieza Ilusiones de papel, grabada en Inglaterra y Costa Rica en el 2011.
Detrás de las cámaras. En la escena costarricense, tanto músicos como productores audiovisuales tratan de hacer, de su nombre, uno que todos conozcan. Muchos cineastas comienzan a crear en el mundo de la música y aprenden a poner imágenes al sonido tomando en cuenta principios estéticos, como el ritmo, el equilibrio y la composición, pero tratando de imponer su estilo personal junto al de la banda.
Durante el proceso creativo, los músicos y los cineastas deciden la dirección del videoclip: una historia con principio, fin, giros, elipsis y puntos de clímax en el que los músicos pueden ser protagonistas. Otras veces, la producción es más descriptivo-narrativa, en la que pueden existir varias capas de información, es decir, historias que se entrelazan, como en el caso de Cuántas noches .
Tal vez ese es el tipo de producción que más utilizan los cineastas. Neto Villalobos lo ha puesto en práctica con producciones como Siente, de Cocofunka; pero Villalobos también ha realizado videoclips en los que las imágenes son metáforas, como en el caso de Pastry Song, del músico Felipe Pérez.
Sea como sea, todo videoclip tiene como principio seducir y persuadir al espectador. Toda videocreación tiene como meta hacer que quien la vea se identifique con el video, o sienta algo, lo que sea, pero que sienta y luego recuerde. Todo trata de dejar una huella indeleble.