El género fantástico es ardid que juega desde lo irreal para hacerlo pasar como real. La ciencia-ficción y el terror son sus expresiones más significativas o, al menos, las más populares.
Cuando tenemos cine de terror, aparece lo monstruoso bajo determinada forma física, o sea, así se sugiere. Lo cierto es que hay mucho público que suele “asustarse” con el cine de terror, pero no deja de ir a verlo, no importa la calidad de la película. Algo así viene a repetirse ahora con el filme titulado Annabelle (2014), dirigido por John R. Leonetti, película que viene a ponernos en antecedentes de los “encantos” (si cabe la palabra) de la muñeca Annabelle, quien tuvo sus minutos de fama en la versión de El conjuro , cine del 2013.
Como casi todas las películas de terror hechas en serie, el problema de Annabelle , es su imposibilidad para ser realmente original, incluso dentro de los valiosos términos de sintaxis cinematográfica: por este río corren las mismas aguas, matizadas con sustos efectistas que, curiosamente, funcionan bien ante el espectador. Por aquí, la historia se matiza cuando una pandilla de cultores del satanismo invade una casa, donde la mujer (¡obvio!) está embarazada y a quien su esposo le ha regalado una muñeca llamada Annabelle (¡más obvio aún!). La visita de los “satánicos” deja una secuela enorme, con la invocación del mal, quien parece sentirse muy a gusto ya ustedes saben dónde: en la muñeca, en Annabelle. ¡Diantres, de verdad, qué obvio resulta todo esto! ¡Hasta esta crítica que aquí escribo me está resultado obvia! En el filme, la banda sonora es igual a la de tantas películas por el estilo: como decíamos antes, son copias al carbón. En efecto, no solo las imágenes visuales son capaces de aturdir. Por otra parte: ¿a quién se le ocurre regalar una muñeca tan esperpéntica? Las actuaciones son pésimas. Digamos que la mejor actriz es la muñeca esa, Annabelle, y no es un mal chiste. Luego, la trama es comer pan quemado, porque el terror aquí es como masticar la misma goma de rumiar: ¡la misma!
Hay quienes defienden el cine de terror casi ciegamente, tan solo por la presencia de lo “monstruoso” (incluso, críticos de cine). En este caso de Annabelle , la película, es difícil hacerlo por distintas razones: su escasa sensación de humanidad, su falta de seriedad y su chabacanería.
Si el cine fantástico está en peligro hoy, no lo es por sus detractores, como dice el crítico español José María Latorre, sino por su propia falta de imaginación.