Doña Clara quiere estar tranquila, pero eso cuesta plata, porque en nuestros tiempos todo cuesta plata, y mucha. Ella no se va a mover de su apartamento, frente a las playas de Recife, donde la música de su vida se contonea con las olas. Nadie la va a mover de allí.
Doña Clara es interpretada por Sonia Braga –en estado de gracia– en Aquarius , película de Kleber Mendonça Filho que puso a Brasil en boca de todos en el mundo del cine el año pasado. Se estrena este jueves en Costa Rica, en el Cine Magaly (funciones de 3:30 p. m. y 6:30 p. m.) y Cinemark Curridabat (funciones de 7 p. m.) .
La película nos sumerge en la vida de Clara, escritora retirada de su oficio de crítica musical, viuda, madre de tres hijos y abuela. En su plácido hogar en Aquarius, un edificio de los años 40, pasa sus días entre su música reproducida en vinilos y la agradable compañía de un vecindario que respeta a su doña Clara. Pero un grupo inmobiliario ansía con sacarla de su apartamento, pronto el único habitado en Aquarius, para construir allí una torre lujosa frente al mar de Recife.
Doña Clara es perseverancia pura contra la ambición implacable. Ni el dinero ni la fuerza la mueven: ella se basta sola. Sonia Braga insufla tal vida en Doña Clara, con su melomanía y su sensual apropiación de su cuerpo y su espacio, que Aquarius resulta magnética, graciosa, envolvente como el jazz y electrizante como el rock que emanan de ese pequeño hogar aislado.
Diego (Humberto Carrão), el hijo del desarrollador empresarial, será solo una de las figuras opuestas a esa exótica libertad de Clara, pero en Aquarius tampoco hay dicotomías sencillas, buenos contra malos: hay vida.
Eso quiere decir, claro está, que más de una vez se perciban ácidos tonos de crítica política en el conflicto de Aquarius , el del dinero contra la vida comunitaria, la corrupción naturalizada, la mujer acosada... La resistencia contra todo ello, alegremente, es el placer.
Controversia. La cinta se estrenó en competencia por la Palma de Oro en el Festival de Cannes del 2016; fue allí donde el “detrás de cámaras” saltó a primera plana.
En mayo, al clímax de la crisis política brasileña que expulsó a Dilma Rousseff del poder e instauró un gobierno acosado por acusaciones de corrupción, los artistas de Aquarius llegaron a la alfombra rojas con pequeñas pancartas de gigantescos mensajes: “Brasil ya no es una democracia”; “Dilma, vamos a resistir juntos contigo”; “Un golpe de estado tuvo lugar en Brasil”.
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Sobra decir que tal manifestación no sentó bien en los sectores conservadores y de derecha en su patria. En una inexplicable decisión poco después, el comité encargado de postular filmes brasileños a los Óscar descartó a Aquarius , que ya era la más aclamada de las cintas brasileñas del año. Dos cineastas retiraron sus propias cintas de la lista y el mundo del arte brasileño acuerpó a Aquarius .
Al estrenarse en Brasil, la censura la calificó como exclusiva para mayores de 18 años, algo raro en un país donde cintas violentas o con contenido sexual esquivan tal restricción fácilmente. Finalmente, bajaron la edad mínima para verla a 16, pero el rumor de presunto sabotaje quedó en el aire.
Tal controversia elevó el perfil del filme, que tuvo buena recepción en los países donde se ha estrenado, tanto en América como en Europa. Ha sido un recorrido metafórico para la película, al fin y al cabo: una pequeña gigante que afronta los tentáculos del poder y se gana a sus amigos a puro corazón.
“Yo creo que Aquarius es una película sobre la dignidad; sobre la capacidad de luchar y resistir hasta el final por las cosas en las que uno cree. Es una peli de resistencia política (individual) tanto delante de la cámara como detrás”, dice Marcelo Quesada, de Pacífica Grey (la distribuidora que trae Aquarius al país).
¿Qué nos puede decir una historia así a los espectadores de Costa Rica? “Otra decisión de resistencia del director es construir una protagonista de 65 años dueña –en todo el sentido de la palabra– de su vida”, dice.
“Es una mujer de 65 años que no se estudia solamente desde su rol como abuela, tía o madre, sino desde su rol como mujer empoderada que vive su faceta personal, sexual, social, política en función de ella misma. Tomando en cuenta que Costa Rica tiene muchísimo camino que recorrer en temas de género, poblaciones adultas mayores y demás, la película toma aún más relevancia para generar una discusión en nuestro contexto”, afirma Quesada.
Si tal narración funciona, es porque Sonia Braga lleva a Clara una fuerza inusitada. La legendaria actriz ya era indeleble en la memoria fílmica gracias a Doña Flor y sus dos maridos (1977) y El beso de la mujer araña (1985), entre otras cintas en Brasil y Estados Unidos, pero en Aquarius , como ella misma ha dicho, alcanza su mejor papel.
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“Cuando recibí el guion fue uno de los regalos más hermosos que me hayan dado en toda mi vida”, dijo a The Associated Press en Nueva York, donde reside desde los años 90. Aceptó de inmediato: sería su primer rol en 20 años en lengua portuguesa y en casa, tras varias temporadas como figura en series como CSI: Miami y Luke Cage.
Fue desafiante de otras maneras, pues aunque Clara y ella son de la misma edad, han vivido de formas distintas (Braga no es casada ni tiene hijos, mientras que su personaje tiene una amplia familia, por ejemplo). “Hice cosas en la película que usualmente no hago y que me dieron algo de ansiedad: tenía que cantar y yo no canto, desafortunadamente. No sé tocar piano, y no sé nadar. Pero sexo, creo ya he pasado por eso”, bromeó en la charla con AP.
“Las mujeres de mi edad hacen el amor, se sienten sensuales, coquetean, tienen novios, tienen una vida sexual. Simplemente no están siendo representadas en el cine”, dice Braga. En Aquarius , ha tenido la oportunidad de darle voz a una energía única, entre canciones de Queen y Gilberto Gil, que quiere vivir su vida a su modo.