Ya sabemos que la aleta derecha de Nemo, el querido pez payaso, es más pequeña por culpa del ataque de una barracuda. También sabemos que su padre, Marlin, lo cuida en demasía. Ello es parte de una historia que es aún película seductora: Buscando a Nemo (2003), del genial estudio Pixar.
También en ella conocimos a Dory, pez cirujano de serios problemas con su memoria más pronta: su memoria inmediata. Como aquella película de Nemo fue tremendo éxito comercial, no es sorpresa que hoy los mismos personajes se reúnan en filme también de arte valioso.
Se trata de Buscando a Dory (2016), dirigida por Andrew Stanton y Angus MacLane, que algunos juzgan como secuela de Buscando a Nemo , sin que lo sea del todo: esta aventura de Dory tiene sus propias bases, tiene la coherencia de su propio universo y el desarrollo de su argumento se abastece por sí mismo, aunque haya lógicas referencias a la película citada.
En este caso, el mérito de Buscando a Dory es plantearse su propio respeto sin eludir semejanzas ni diferencias con otro texto conocido antes por el público. Es lo mejor de su guion, mientras la puesta visual muestra muy bien la atmósfera y lo escénico, ahí en donde se mueven personajes bien diseñados.
Cuando se exhibió el filme con Nemo, se dijo que era cine de estilo homérico: el viaje de un padre en búsqueda de su hijo. Esa condición persiste ahora con la búsqueda de un personaje (Dory) tras los padres que han quedado en el olvido, a los que Dory recuerda como por ráfagas.
La búsqueda sucede en el mar, pero el mayor logro del filme son aquellas secuencias que corren y saltan por lo que se llama ahora un parque temático. Con tales sucesos es imposible para el espectador no picar el seductor anzuelo que se ofrece rumboso desde la pantalla.
Dentro de la capacidad de asombro que pueda generar esta película en cada espectador, es inteligente la fina mezcla de percepciones que brinda: ajedrez emocional muy bien combinado y sabiamente condimentado. Como personaje, Dory nos enseña a reír, pese a su propia condición dramática.
Sin ponernos infumables, uno siente que en Buscando a Dory , con destreza narrativa, el desarrollo de lo trágico tiende al buen humor y que, a la inversa, igual funciona. De pronto lo homérico resulta igualmente shakesperiano. Por eso, el filme es meticuloso con sus elementos visuales.
En esta animación digital, hay mucho cuidado con el manejo de lo luminoso y de lo oscuro, de los colores, de la composición del encuadre y del movimiento de sus vivaces personajes marinos dentro del cuadro. Con Dory, su moraleja es simple y valiosa: no hay que dar paso atrás ante reveses o infortunios. El optimismo debe ser blasón de la conducta, así se trate de un pulpo terco y enojoso (que ahí aparece), quien deviene amigo solidario. Esta es película muy buena y, además, oportuna para ser recomendada.
Ficha técnica
Título original: Finding Dory.
EE.UU., 2016.
Género: Animado.
Dirección: Andrew Stanton, Angus Mclane.
Elenco animado.
Duración: 103 minutos
Calificación: Cuatro estrellas de cinco posibles