En Hollywood, el cine de terror ha venido a menos entre borbollones de sangre, amputaciones, espíritus colmilludos, falsos documentales y demás hierbas. Por eso, se debe aplaudir el esfuerzo del director Mike Flanagan por lograr un filme de terror con dignidad propia.
Se trata de la cinta Oculus (2013), inquietante desde su propio afiche. El filme va bien desde el arranque, con una breve introducción que no solo describe el tono del relato, sino que funciona como signo explicativo de lo que veremos después. Es singular y general a la vez.
Luego de esa representación abreviada (“ abstract “), que logra darnos la atmósfera de la película, esta transcurre con su relato de manera cada vez más sorprendente, con definido estilo de tragedia dramática, entendida y visualizada desde un buen filme de terror.
Si Oculus no logra mejor calificación se debe a que, en su segunda mitad, la historia se empantana con la única necesidad de lograr más metraje, de alargarse en tiempo, por lo que deviene filme repetitivo, al que le faltó tijeras –como se dice– en la sala de montaje (edición). Por eso, da vueltas sobre su propia narración, cuando lo que urge es que avance con su conflicto.
La historia nos habla de un espejo de estilo aristocrático con vida propia. En él habita una fuerza sobrenatural culpable de muchas muertes violentas, así desde 1754. La película tiene una secuencia interesante como arte explicativo, cuando narra el tránsito histórico del espejo con su propia y criminal leyenda.
Por lo demás, el argumento comparte e hilvana muy bien dos historias que se afectan o corresponden una con la otra, así, con fino arte narrativo. Una es la de la familia que adquiere el espejo (pretérito) y otra es la de los jóvenes (niños en la otra historia) que buscan vengar las muertes de sus padres (presente).
Con el uso de distintos códigos visuales, el espectador es llevado de manera acoplada de una situación a la otra. Aquí se debe destacar la pujante dirección de actores, donde, sin duda, destacan las dos mujeres de los sucesos del pasado.
Ellas son Katee Sackhoff, como la madre enloquecida, y la contundente actriz Annalise Basso, como la niña Kaylie. Luego, este personaje lo retoma –de 21 años– la actriz Karen Gillan como la joven tras la venganza (historia narrada en presente). En efecto, las mujeres superan a los hombres con sus actuaciones. Ellas son compendios del buen suspenso del filme.
Ah, pero en lo que destaca de verdad Oculus es en el manejo estupendo de su banda sonora. Es estratégica cuando mantiene el aire de suspenso y terror de toda la película (sugerencia constante) y es táctica cuando subraya distintas secuencias de impacto que se presentan a lo largo del metraje.
Por lo demás, Flanagan cuida las imágenes sin caer en lo empírico, dentro de una condición más bien clásica o tradicional, pero con elegancia, con la ayuda de buena fotografía. Resulta magnífico cuando una imagen lleva a otra o cuando las imágenes nos cambian los tiempos narrativos con bien lograda sinergia. Oculus es película de logrado terror y mejor suspenso, desde lo real a las alucinaciones protagónicas y desde la certeza a lo incógnito. Reciba mi recomendación.