Antes de escribir la crítica sobre el documental Marley (2012), dirigido por el escocés Kevin Macdonald , he de confesar que sobre el músico jamaicano Robert Nesta Marley Booker, mejor conocido como Bob Marley, no sabía más de lo que veía en las camisetas que usan sus seguidores o admiradores. Todos tenemos prioridades.
Luego de ver el documental, en un cine con bastante público, queda uno con la sensación de que dicho filme ha sido lo bastante explícito en información para conocer, así, sobre la corta vida del ícono del reggae , desde sus difíciles años de infancia, metido en la pobreza y con el abandono paterno.
Hijo de un hombre blanco de 60 años y de una madre negra de 16, dispuesta ella a salir adelante con su hijo, el instinto rebelde, transgresor y hasta justiciero de Bob Marley comienza a manifestarse desde su adolescencia y, ante todo, encuentra en la música el vehículo para manifestarse.
La cultura popular se adentra en Marley por medio del reggae , música propia del sentir en Jamaica, que el cantante y guitarrista expande no solo con sus melodías, sino también con sus letras llenas de amargos reclamos o de proclamas de esperanza, todo ello con tonos líricos.
No solo fue el reggae . También lo fue el pensamiento religioso y político llamado rastafari, que tuvo en el rey de Etiopía, Haile Selassie, la creencia de un Mesías negro, apoyado esto en lecturas rígidas de la Biblia cristiana. Precisamente, esta parte es la que mejor explica el documental, aunque no ahonda en causalidades.
La verdad, ese es el punto débil de Marley , el filme: su ausencia de un análisis más profundo de los hechos que muestra, por lo que es prácticamente un caleidoscopio de acontecimientos muy variados (políticos, religiosos, musicales y de la vida personal de Bob Marley), sin una explicación más analítica. Hay exceso de detalles.
El documental cuenta con imágenes nunca vistas sobre Robert Nesta Marley, que sus descendientes han permitido que sean ahora utilizadas; lo irregular es que, a más material, más disperso resulta este documento. Incluso, a veces salta de manera muy arbitraria con sus asuntos temáticos.
Es evidente que, con un mejor trabajo en la sala de montaje, se habría mejorado mucho la propuesta como análisis de una vida y de las circunstancias que la conformaron. Eso por un lado. Sin embargo, por otro lado, es indudable que el documental tiene una valiosa sensibilidad para describir lo que muestra.
El filme tiene un ventajoso y humanista tono de comprensión hacia ese galimatías que resulta ser el pensamiento de Bob Marley: mezcla más que confusa de religión, ideología, poesía, filosofía, ética, música y hasta momentos disolutos con mariguana por delante. Sin duda, esto lo expresa bien el documental sin emitir juicios ni asumir moralinas.
Por supuesto que el reggae tiene presencia protagónica y el director Kevin Macdonald maneja muy bien las secuencias en las que las imágenes y la banda sonora se plasman en un solo subrayado, incluso por encima del exceso de información y del escaso análisis o cotejo de dicha pesquisa.
Podemos resumir que se trata de un documental respetuoso y hasta cariñoso con la figura que intenta biografiar, por lo que también se pasa al mostrar voces que hablan sobre Bob Marley, exuberancia de datos; eso sí, con bastante denuncia social (no puede obviarse). Pese a sus limitaciones, debo recomendarles este filme.