Las películas que se encargan de diseccionar el alma humana o de desmembrar las relaciones igualmente humanas corren siempre el peligro de convertirse en dramas innecesariamente oscuros o en melodramas más bien frívolos, que se bañan solo con agua tibia.
Con base en guion propio, el joven director español Roberto Pérez Toledo nos da su primer largometraje donde evita, adrede, caer en ambos extremos. Se trata del filmetitulado Seis puntos sobre Emma (2011).
Nacido en Canarias, en abril de 1978, Roberto Pérez construye su filme a manera de emulsión de los puntos en braille que dan lugar a letras. Es fórmula que asume la película, con división en capítulos, para narrar la historia de Emma, mujer invidente que desea ser madre.
Más que estudio sobre las consecuencias de la ceguera en la conducta humana, el filme Seis puntos sobre Emma se afana por desentrañar las pretensiones de una mujer que, ciega o no, quiere quedar embarazada y, al no lograrlo, abandona a su novio para ir a la búsqueda del hombre capaz de fecundarla, sin compromiso amoroso alguno.
Emma descubrirá pronto que su meta no es lineal ni tan fácil de ser conseguida con los parámetros que ella ha establecido. De alguna manera, es lo que la lleva a un grupo de apoyo para personas con alguna especialidad física, quienes se resisten a ser vistos como minusválidos.
Sobre su ceguera visual, que no emocional, y desde la voz de Germán, psicólogo del grupo, Emma descubre algo que la lleva a nuevos afectos. Por eso mismo, ella se aísla del amor que le profesa su vecino Diego, lo que desencadena eventos que colocan, a los tres, cerca de la tragedia.
En este momento es cuando la historia necesita más escalpelo o bisturí para darle fuerza dramática al texto. Sin embargo, el guion opta por situaciones más bien cercanas a la comedia, lo que le quita arrestos al trance principal por sí mismo y también a este con relación a las historias secundarias (tiene personajes secundarios bien diseñados, pero desaprovechados).
Uno siente que Roberto Pérez Toledo teme adentrarse en los espinosos dilemas de sus personajes para evitar caer en cierta “pornografía” de sentimientos, sin darse cuenta que, así, debilita la energía de su propuesta. Es la falta de escalpelo que señalamos líneas atrás.
Si hemos de ser justos, eso no le quita devoción o lirismo a la película, sobre todo si la calamos desde la seductora actuación de Verónica Echegui como Emma, aguda en los detalles, sincera con sus expresiones y veraz con su personaje. La buena fotografía la ayuda a encontrar ese buen punto.
Por dicha la película se deja llevar por esa actuación. Ahí es donde uno siente la validez y sensibilidad del filme, capaz de llegar a un final valiente con la propia Emma. Es lo que, de nuestra parte, hace que recomendemos esta película, aporte novedoso a lo que ahora se ofrece en las salas del país.