Luego de ver la película española El cuerpo (2012), dirigida por Oriol Paulo (su primer filme), hay coincidencia en el público de que tiene muy buen final, de que es intenso y, sobre todo, sorprendente. No solo es pasmoso por su cierre narrativo, sino también por la buena forma en que lo muestra su director.
Aunque se hable bastante y se comente más en términos positivos sobre dicho final, también es justo señalar que el filme El cuerpo tiene aceptable principio, sí, hasta el momento mismo en que, en la morgue o depósito de cadáveres, alguien descubre algo anómalo.
En efecto, una de las neveras está abierta y falta el cadáver de una mujer. A la policía le toca averiguar quién se llevó a la muerta y por qué, mientras surge otra interrogante: ¿estaba realmente difunta la fallecida o es que anda por ahí como muerta viviente, entre los pasadizos de la jefatura de policía?
El tema y las situaciones daban para un buen policial; sin embargo, entre el comienzo y el cierre de la historia, al novel director Paulo se le escapa la trama de las manos, por lo menos en intensidad y suspenso. Le sucede por convencernos de que el ladrón del cuerpo es el esposo de la difunta o interfecta.
Cualquier espectador medianamente mañoso sabrá muy pronto que, en un policial, a quien más se señala como culpable, simplemente no lo es. ¿Quién entonces? El guion (del propio director) no abre nunca un abanico de sospechosos; ergo, en un clic o en un momento dado, se saca un as de la manga y nos espeta tremenda sorpresa como fin de la historia.
Así no se vale. Por lo visto, Oriol Paulo no ha leído lo suficiente a buenos escritores del tema como Simenon, Chesterton, Hammet o Chandler, ni le ha cuajado el suspenso a lo Hitchcock, por lo que a este director español se le queman los dedos con las brasas que él mismo crea. Así, entre su comienzo y su final, la película es como echar agua en un canasto.
La imagen de un emparedado es exacta y justa para El cuerpo . La de un bocadillo con buenas tajadas de pan y, en medio, cualquier alimento desabrido. El filme empeora con diálogos que aportan muy poco a la posible inteligencia de la trama.
Lo peor de tales diálogos es que ni se entienden, ¡cuesta entenderlos!, dada la pésima dicción del elenco y el poco cuidado que a ello le puso el director. Este es un problema generalizado del cine español actual; sus histriones ya no tienen la vocalización de aquellos grandes como Francisco Rabal, Fernando Rey, Javier Escrivá o Aurora Batista. Es mejor ver cine español con subtítulos también en español.
Encima, el filme tiene una banda sonora que agota y el exceso de música es como un torrencial aguacero en el techo mismo del cine. Es parte de un filme “enclochado” en la larga fracción de su desarrollo. Es cine que se empantana por dos razones: ausencia de genio visual y falta de imaginación narrativa.
Así, en realidad, es poco lo que queda por decir de El cuerpo . Eso sí, debemos defender la buena actuación de Hugo Silva (el viudo metido en el asunto de la muerta evaporada, su esposa). Pese a bebidas envenenadas, escaleras de suspenso y presencia de la mujer difunta, ello no es suficiente para recomendarles este filme, atrapado por su propio hoyo emocional.