Guerra Mundial Z (2013), dirigida por Marc Forster, vuelve con el asunto de las pandemias extrañas, de donde salen muertos vivientes.
La película Guerra Mundial Z (2013), dirigida por Marc Forster, vuelve con el asunto de las pandemias extrañas, de donde salen muertos vivientes. Es algo propio del cine de terror (género fantástico) que, en este caso, produce pocos sustos.
El tratamiento que el realizador Forster le da a su filme es cercano al cine de acción; así, convierte la marcha apabullante de muertos vivientes por el mundo en filme que se sustenta, más bien, en desastres de carácter apocalíptico. Esto no es nuevo en la pantalla grande.
Otra vez, como sucede con el individualismo dominante en las historias de héroes, un solo sujeto es capaz de hacer lo que no puede la gran maquinaria de los ejércitos. Ese héroe se llama Gerard Lane, encarnado por Brad Pitt, quien esta vez nos queda debiendo como actor, y bastante.
El cine ha rodado desastres mundiales un montón de veces, con películas de las más disímiles calidades. El título de Guerra Mundial Z nos señala un conflicto bélico que no existe en la trama. Lo que tenemos es la visión bien lograda –en pantalla– de seres humanos enfermos que contagian a otros y otras con mordiscos livianos o profundos, y conforman una avasalladora legión de muertos vivientes.
Se trata de mordiscos democráticos: no importa la clase social ni política del que ha de ser roído. Solo hay una excepción. Esta es la clave y el único punto de giro interesante del filme. El resto es del todo lineal, mera suma de situaciones violentas, bien cuadradas con el montaje (edición), pero que no le dan arte a lo básico de una película, como lo es la narración.
En dicho relato, el terror se aleja cada vez más y solo quedan algunas secuencias con cierto suspenso bien formalizado en la pantalla. La música y la fotografía ayudan bien en tales secuencias. De esa manera, las angustias de los personajes son tan solo el entretenimiento de los espectadores.
Ello determina la superficialidad de Guerra Mundial Z . Ni siquiera hay fábula dentro de la posible ambigüedad del terror. Nada. Tampoco se presenta aquella sabiduría con que el director John Carpenter asumía este tema de los muertos vivientes. Decía Carpenter: “El terror y lo maravilloso se dirigen al inconsciente, para que el espectador canalice sentimientos que no están bien vistos por la sociedad”.
Esa es la razón de la sinrazón del terror y es lo que está a años luz con Guerra Mundial Z . Eso sí, como aventura pasa bien, con algún temor por la suerte final de la humanidad. En cine, es algo que viene desde aquella película que abrió surcos con este tema: El fin del mundo (1931), del realizador francés Abel Gance.
En lo que se refiere a Guerra Mundial Z , se debe destacar el buen uso de los efectos visuales para enriquecer la sensación de lo catastrófico. Los efectos especiales y la dirección artística le dan fuerza a la trama, pero –la verdad– al rato uno siente que esta historia está bien contada, pero sin alma ni fervor.
El guion se basa en una novela de Max Brooks; sin embargo, siempre están presentes, aunque sea como glosa, los planteamientos de una mejor novela como lo es La guerra de los mundos , de H.G. Wells, sobre todo en la solución del conflicto. Guerra Mundial Z aporta poco en la tradición de este tipo de cine: no hay nada nuevo bajo el Sol.