La leyenda espacial de Star Wars hoy se nos aclara más con el filme Rogue One: Una historia de Star Wars (2016, del británico Gareth Edwards), lo hace con detalles menores y con asuntos importantes, por ejemplo: saber de dónde diantres y cómo los rebeldes obtuvieron los planos de la conocida Estrella de la Muerte.
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De esa manera, esta película nos relata un hecho importante dentro de esta cadena, la que se dio a conocer –primero– con el título en español de La guerra de las galaxias.
Esta serie galáctica nos ha llegado como rompecabezas que debemos armar sobre el recuerdo de las distintas trilogías.
Igual corre una nueva trilogía que apenas se inicia con el episodio número siete, titulado El despertar de la fuerza. La saga ha caído en manos del emporio Disney, dentro de la tendencia que también vive el cine de Hollywood hacia la concentración fílmica propia del monopolio.
Sin embargo, como la secta mundial de los "star-wars"tiene demasiados feligreses, la industria exprime el tema y –de esa actitud– nos salta ahora Rogue One, que se anuncia como distinta trilogía al margen de Star Wars, pero que respira del mismo oxígeno.
Por eso, no están todos los personajes que hemos conocido con el tiempo: ¡están los que deben estar!, o sea, los necesarios para darle sentido al filme dentro de su propia lógica (la parte) y, además, dentro del "raciocinio imaginario" que le debemos a George Lucas (el todo).
Con muy buen reparto, que además sabe lucirse, se estructura poco a poco, con sentido creativo y mucha coherencia, el episodio que corresponde a la creación de la Estrella de la Muerte por parte del Imperio, capaz de liquidar mundos completos, y la reacción de la Alianza por obtener los planos que permitan destruirla (lo que ya vimos en 1977 con el filme Una nueva esperanza).
En efecto, Rogue One: Una historia de Star Wars debe verse como cine derivado de otro anterior; empero, es capaz de convertirse en nueva entidad fílmica con su propia narrativa o su propia odisea.
En inglés se le llama "spin-off" (derivado), término que algunos acuñan en español como si fuese nuestro.
La presencia de los estudios Disney se nota con agregados folletinescos o secuencias sentimentalonas de amor o de amistad (bordear lo cursi). Por dicha el director del filme, Gareth Edwards, supo ponerles límites a las pretensiones disneyanas y le dio fuerza a lo mitológico presente en esta aventura.
Rogue One tiene un explícito discurso político contra las tiranías genocidas y sobre el valor de las insurrecciones populares contra ellas, las que llegan –incluso– a la entrega generosa de la vida en actos revolucionarios como los que vemos en la gran batalla final, muy bien visionada.
En lo formal, la película se supera a sí misma conforme transcurre. De alguna manera, lo formal es parte del alma del mundo narrado, porque el contenido logra determinar cada uno de sus elementos fílmicos: lo visual es una suerte de glosa plástica del relato, siempre coral con sus personajes.
Rogue One es reto para el estilo de vida sin compromiso alguno. Ojalá lo entiendan sus espectadores: sus personajes son, los buenos, una especie de Espartaco en el futuro, pero con aires de presente.
Ficha técnica
Título original: Rogue One: A Star Wars Story
Género: Fantástico
Dirección: Gareth Edwards
Elenco: Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen
Duración: 133 minutos
Calificación: cuatro estrellas, de cinco