Esta vez no tenemos el buen manejo de los aplausos que vimos en la primera película del 2013. Sin embargo, con El conjuro 2 (2016), igual se luce el director James Wan para producir en los espectadores esa sensación primaria que es el miedo. Lo hace con su acreditado estilo.
Desde ahí funciona bien esta secuela que, en lo básico, repite conceptos y el arte visual de la primera película. Por lo visto, también refrenda su éxito de taquilla y las críticas a favor. Es como estar al frente de lo mismo, pero con distinta rabadilla.
El conjuro 2 nos lleva esta vez a territorio británico, en 1977, con la misma insistencia de que se basa en hechos reales, pero presentados con tal embriaguez de ficción que resulta difícil tragarse esa afirmación.
El director Wang, nacido en Malasia, parece tener un saco como el de Uvieta, el del cuento, donde todo cabe y salen soluciones visuales por montones para asustar a la platea, a unos más que a otros. Recursos formales emergen para llevar adrenalina a las células, incluso de los escépticos.
Otra vez se trata de una casa poseída. Es un espíritu o un espanto del más allá que ha regresado para encontrarse con su familia. El problema es que su familia ya no habita en esa casa (un poco despistado nuestro fantasma, seguro por su edad, porque se trata de un espectro que pasa los 80 años).
En esa casona de tintes viejos (propia de las películas de terror) vive una madre con cuatro hijos, abandonada ella por su esposo. Por eso, cuando el espíritu comienza a manifestarse de manera violenta, tienen que traer desde Amityville, Estados Unidos, al matrimonio de Ed y Lorraine Warren.
Ustedes los conocen. Son los mismos de la primera película. Solo que la actuación de quienes los encarnan se ve un tanto más apática que antes, menos convincente. Ya todos sabemos los nombres de los histriones: Patrick Wilson y Vera Farmiga.
Quien sí sobresale más allá de lo notable es la jovencita actriz Madison Wolfe, quien se pone en la piel de la niña poseída por el espíritu anciano de Enfeld: Janet Hodgson. Lo que sucede con este terror londinense es que está presente algo peor que el espectro antes mencionado.
Ese algo más no lo podemos contar aquí, sería una herejía imperdonable, pero le añade más horror al suspenso habitual. Esto lo maneja muy bien el director James Wan desde espacios oscuros o poco comunes y con movimientos lentos de la cámara, pero sin que se afecte el buen ritmo de la película.
El conjuro 2 apenas esboza algunas ideas sobre la veracidad o no de la presencia del mal y de su enfrentamiento con íconos o credos de la religión católica. Si lo hace es tan solo para enfatizar situaciones de misterio. Los diálogos son apenas conductores hacia lo vertical del filme: lo visual.
Esta película puede aumentar la presión arterial o la glucosa en la sangre. Lo hace con imaginación aceptable. Esto es bastante en el desolado panorama del cine de terror. Se le agradece, aún cuando su final no sea convincente: nada que ver con la atmósfera total del filme. Igual, es película recomendada.