No hemos terminado aún de frotarnos las manos ante el placer dado por Disney junto con Pixar, esto por el estreno del filme Intensa-Mente (2015), dirigido por Pete Docter, cuando ya nos traen una nueva y seductora aventura. La película se titula Un gran dinosaurio (2015).
Como director ha sido escogido Peter Sohn, quien vino a sustituir al primer realizador pretendido: Bob Peterson. Lo primero que hizo Sohn fue cambiarle la edad al personaje principal, un dinosaurio llamado Arlo. Así, hubo cambios en la historia.
Desde tiempos de Homero sabemos que la narrativa se sustenta sobre todo en un viaje.
Puede ser físico: el traslado a alguna parte. Puede ser emocional. Puede ser un proceso. Lo importante es que algo cambia de manera sustancial con ese viaje. Tal es el meollo narrativo cuando el cine se expresa como relato.
Esa complejidad la manejan muy bien en Pixar para sus distintos filmes, todos de muy alta calidad formal y casi todos estructurados de manera acertada dentro de su condición narrativa.
Pixar tiene obras maestras que permanecerán ahí en la mejor parte de la historia del cine animado. Otras de sus películas no tienen el mismo mérito. En todo caso, debemos entender que la historia del cine no es solo la de sus mejores filmes. Una obra maestra, por excepcional que sea, no representa la historia toda del sétimo arte.
Pues bien, Un gran dinosaurio , pese al encanto de su historia, al logrado diseño de sus personajes y al magnífico entorno visual (tiene el problema de ser un relato débil en sí mismo, que aporta poco o nada a la evolución del lenguaje fílmico animado y al que le cuesta convencernos de lo “real” de su trama.
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Con el argumento, tenemos un joven dinosaurio (Arlo), quien debe hacer un viaje difícil para recuperar a su familia y para superar los miedos que lo mortifican (venidos de una naturaleza feroz).
En dicho éxodo, Arlo establece profunda amistad con un niño cavernícola al que llamará Spot y quien tendrá su propio destino: él es parte de la especie humana en temprana evolución. Ellos se complementarán como las conocidas Alegría y Tristeza, de la citada película Intensa-Mente.
Habrá momentos en que Un gran dinosaurio parece motivarse en El rey León (1994).
También semeja una versión prehistórica del Disney de El libro de la selva (1967). En
su viaje, Arlo y Spot conocerán de adversarios y de aliados, como en las funciones de los cuentos según la morfología del ruso Vladimir Propp (1895-1970).
Esos son los mejores tiempos del filme, pero uno siente que pudieron ser superiores: más vitales. Destaca bien la secuencia de los tiranosaurios vaqueros: gran momento de la música de la película.
Como diría el psiquiatra suizo Carl Jung (1875-1961), los temas comunes de una historia así deben conectarse con el alma del ser humano. Es en lo que falla el filme de manera parcial, cuando lo tenía todo en sus manos. Igual, es gustoso cine animado.