R ecuperar a su hijo le tomó 30 años a George Miller. El proceso lo dejó adolorido y apaleado, aunque con una imborrable sonrisa en los labios resecos por el viento del desierto.
El cineasta australiano vio pasar tres décadas frente a sus ojos mientras rescataba a su hijo amado, el elegido, de los mundanos enredos de la industria cinematográfica. Crisis políticas, disputas creativas y ambiciones narrativas fueron amenazas de descarrilamiento para un proyecto que vivió el legítimo infierno de producción. Sin embargo, George es un guerrero de la carretera y ahí es donde hoy está de vuelta, bien aferrado del volante.
Este 14 de mayo debuta en los cines del mundo Mad Max: Fury Road ( Furia en el camino ), cuarta entrega de la distopia creada por Miller y que bien podría verse como una continuación de la trilogía original o quizá como un relanzamiento. Poco importa.
A finales de la década de los 70, Miller tomó fuera de guardia al público con su relato apocalíptico de un policía que lo pierde todo y se convierte en un endurecido sobreviviente. Un desconocido Mel Gibson saltó a la fama como el loco Max y Miller se hizo un nombre entre los chineados de Hollywood, donde ha desarrollado una carrera peculiar, llena de éxitos de taquilla muy alejados de sus furiosos cuentos sobre ruedas. Sí, este es el hombre que dirigió Las brujas de Eastwick (1985); Lorenzo’s Oil (1992) y las queridas franquicias infantiles Babe y Happy Feet.
Sin embargo, más allá de cerdos parlanchines y pingüinos bailarines, Miller es el papá de la trilogía del guerrero del camino, ese que está de regreso, envuelto en fuego, polvo y demencia.
Furia en ruedas. Mad Max: Fury Road es una historia en movimiento o, como bien la describió su director, “un western sobre ruedas”. La acción es frenética, el diálogo mínimo y los efectos especiales a estilo de la vieja escuela, con acrobacias y arriesgadas maniobras en vez de las tradicionales y acartonadas animaciones por computadora.
Desde el año pasado, cuando empezó a circular el primer tráiler de la película, la ansiedad en la comunidad geek ha ido en aumento. Es raro a estas alturas encontrar a un fanático del cine de ciencia ficción que no esté desmesuradamente emocionado con este estreno.
La crítica abrazó a Fury Road de buena gana, con muchas reseñas positivas hacia la película que los entendidos ya ven compitiendo por los Óscar 2016 en las categorías técnicas. Como bien lo dijo Erin Robinson, de Clevver Movies, “las escenas de acción de esta película hacen ver a Rápidos y furiosos como un comercial de Hot Wheels”. Sí, así de fuerte.
Si bien Miller usó tecnología digital para algunas secuencias (como la de la impresionante tormenta de arena), la mayoría de las acrobacias son reales, tanto así que la producción echó mano de atletas olímpicos e integrantes del Cirque du Soleil.
Tom Hardy, que interpreta al nuevo Max Rockatansky, también se jugó el pellejo en la filmación. Una década atrás, el proyecto aún incluía la participación de Mel Gibson, pero el atraso en la producción y la pérdida de vigencia del actor llevaron a Miller a buscar un nuevo nómada del camino. Hardy resultó el favorecido y firmó un contrato para encarnar a Max por varias películas, aunque aún está por verse si Warner Bros. encargará nuevas entregas (la taquilla lo dirá).
Correr o morir. Según el director, su nueva película bien podría desarrollarse luego de los acontecimientos de Mad Max Beyond Thunderdome , de 1985. Max sigue su vida errante, sobreviviendo en un futuro apocalíptico en el cual la humanidad como la conocemos es un desteñido recuerdo. En medio de un cegador desierto, el guerrero de la carretera vive bajo sus propias reglas.
Ahí, en el salvaje nuevo mundo, el héroe de esta historia se ve envuelto en la lucha entre Imperator Furiosa (Charlize Theron) e Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne). Ella lidera a un grupo de combativas mujeres; él a una banda de psicópatas.
Si en los filmes con Gibson las disputas eran acerca del combustible, ahora el choque gira en torno a la fertilidad femenina.
Max, contra su voluntad, acepta ayudar a Furiosa a salvar a su clan, con los desalmados seguidores de Joe majándole los talones. Es así, en movimiento y tragando polvo, que la acción se desborda de la pantalla.
Filmar la nueva Mad Max fue un ejercicio tormentoso que se extendió por dos años, en parte debido a la obsesión del director con la perfección. “Fue una filmación técnica y logísticamente difícil”, declaró Theron a la agencia AP. “Es su mundo y este mundo lleva muchos años dentro de él. Es su proyecto favorito”.
Miller y Max tienen una relación larga, tormentosa e inquebrantable. Si en 1979 con $400.000 el cineasta australiano hizo tanto, ahora imaginemos el grado de volazón que logró con los $150 millones invertidos en Fury Road . ¿Verdad que emociona?