La Sala Garbo que Nicholas Baker impulsó desde los años 70 nunca ha sido como que “negocio negocio”, pero eso lo supimos después de su muerte, en palabras de su hija Nicolette: “Este proyecto es totalmente altruista y se hace porque a uno le gusta compartir las cosas buenas. El arte es algo que va más allá de lo material”.
El legado de Baker no es el dinero que hizo o que perdió como empresario.
Antes de que la Reina Isabel II lo nombrara caballero de la corona británica en 1992, Baker ya había sido artífice en Costa Rica de un cine para películas alternativas –la Sala Garbo–, una sala de teatro –el Teatro Laurence Olivier– y una empresa productora que trajo a grandes artistas cuando definitivamente eran un lujo –Conciertos Internacionales–.
El sir inglés fue uno de los engranajes que nunca dejó que la conversación nacional, artística o política, se estancara.
La Sala Garbo recibió títulos escandalosos para su época (o incluso, explícitamente prohibidos): cintas como La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese; la erótica El imperio de los sentidos (1976), del japonés Nagisa Oshima, y el catálogo político –hasta con tintes comunistas– de la distribuidora regional Istmo Films.
El Nico que sus amigos recuerdan con cariño es el inglés que llegó a Costa Rica, a finales de los años 50, cortejando a la bailarina criolla Annie Manley, quien efectivamente se convirtió en su esposa. El Nico que, en su casa de habitación, colgaba las fotografías que le tomaban mientras abrazaba a sus perros. El que, en el bar Shakespeare, se tomaba un trago de whisky y fantaseaba con el cine, el teatro, la música que podía traerse de otros países hasta su tierra adoptada.
Sir Nicholas Baker trabajó como dramaturgo para el Teatro Nacional de Londres, el Royal Shakespeare y la BBC. Esos esfuerzos lo convirtieron en caballero en la tierra que nació, Inglaterra.
En Costa Rica, Nico Baker emprendió , desde cero, un sueño increíble.
“Para mí, la Sala Garbo es mi vida. Llevo la mitad de mis años trabajando aquí. Me ha alimentado tanto económica como intelectualmente”, afirmaba en el 2012.