El pitazo final, aquel que tantas veces anunció, eufórico, Manuel Antonio Pilo Obando, resonó ayer en el partido más intenso y vibrante de todos, el de su propia vida.
Obando, uno de los narradores deportivos más queridos y carismáticos del medio nacional , falleció víctima de una arritmia cardiaca, a sus 72 años de edad.
El cartaginés se sometió el lunes a un trasplante de riñón ; sin embargo, su vida se apagó luego de intensas horas de lucha en la Unidad de Cuidados Intensivos , del Hospital San Juan de Dios.
En el recuerdo quedarán sus ocurrencias al aire, sus recordados dichos de pueblo y ese estilo particular, tan querido como odiado, que lo acompañó durante más de 4.000 partidos narrados, 9 mundiales, un sinnúmero de corridas de toros y 53 años de carrera profesional.
La vida de Pilo, que al igual que el fútbol, parece dividirse en dos tiempos bien definidos: antes y después “de conocer al Señor” –según sus propias palabras–, es una nutrida crónica de aciertos, decenas de anécdotas, sufridas dificultades y, sobre todo, un monumento al valor de “caer y levantarse”.
Nacido un 12 de junio de 1941, Pilo , un cartaginés de pura cepa, dejó su ombligo en la comunidad blanquiazul de Aguacaliente. De niño jugó para las ligas menores del Cartaginés y, según él mismo contó, hasta ayudó a construir el Estadio José Rafael Fello Meza.
“Mi abuelito me hizo un carretillo, yo echaba las piedras y las llevaba al estadio”, dijo el narrador en una entrevista concedida en el 2012 al diario Al Día .
Graduado del Liceo San Luis Gonzaga, Obando pasó de ser cajero del Banco Crédito Agrícola de Cartago a todo un narrador de radio, en 1967. Radio Reloj, que en ese entonces se llamaba radio Cristal, fue su primera casa comercial. Allí fue simple operador de cabina y luego locutor.
Sin embargo, siendo un jovencito de tan solo 19 años, Pilo ya se había estrenado en una radio local, demostrando talento para la narración deportiva. Un partido de baloncesto femenino fue su primer contacto con el micrófono y el inicio de su eterna pasión.
Luego de Reloj, saltó a Radio Monumental, donde hizo equipo con el reconocido narrador y periodista Luis Cartín Paniagua.
Aunque nunca lo buscó, de la radio Pilo pasó a la televisión. A finales de los 70 e inicios de los 80, Obando ingresó a trabajar a los canales 2 y 6, cobijados en ese entonces bajo la misma corporación. Teledeportes y Acción en vivo son solo algunos de los programas más recordados en los que participó.
En la televisión, Pilo no solo narró fútbol, incluso también le entró al Béisbol de las Grandes Ligas, la NBA y hasta el boxeo.
Ya en la época de Repretel, Obando subió de nivel e incluso llegó a ser director de deportes de los tres canales de la empresa. Esas épocas de bonanza cambiarían con el tiempo: se fue y regresó varias veces de la empresa e incluso su perfil como narrador subió y bajó como la marea.
Aprendizaje. De sus primeros maestros en la radio, tales como Cartín y Jorge Pastor Durán, Obando siempre se dijo muy bien aconsejado. Allí se forjó el Pilo Obando, el auténtico.
“Durán me dijo: ‘sea original, tarde o temprano a la gente le gustará’”, contó Pilo en el 2010 al sitio Vuelta en U.
A Pilo le gustó el consejo y así florecieron de su boca las palabras “cañón” a la hora del remate; se atrevió a contar historias de toda índole en medio partido –no importa quién jugara ni en qué circunstancias– y a entrometerse con los jugadores y directivos de los equipos de Primera.
El Zancudo, para Enrique Díaz; el Chunche, para Mauricio Montero y Rocky, a Rodrigo Cordero, fueron algunos de los apodos que encaramó Obando a los jugadores de fúbol y que, con el tiempo, se hicieron imborrables en la jerga deportiva.
No tardó mucho para que alguien le devolviera la receta y lo calificara como el hombre del famoso ‘zapatazo’.
Obando era quien esperaba a que llegaran “los penalitos”, quien contaba chistes de toda índole en las transmisiones de los partidos y que, cuando aparecía una bella mujer coqueteando con la cámara, la trataba de “meneca”.
Él era el hombre del “¡qué piñazo!; ojo que decía – ¡ qué piñazo–”.
Además, se le recuerda por su interminable grito de gol en Italia 90. En el 2 por 1 que Costa Rica le propinó a Suecia, le entró un ataque de amnesia causado por la emoción y solo se limitó a repetir: “Medford, Medford, Medford, Medford…”.
¡Levantarse! Unos años antes del año 2000, Obando se sinceró con la prensa y reveló que no se portó muy bien y que se hizo aliado del alcohol, las mujeres y la juerga.
Mientras se alejaba de su hogar, se metía en deudas e iba perdiendo a varios amigos en el camino.
De hecho, entre los dolores más grandes de su vida, se cuenta un divorcio y el disgusto con algunos de sus hijos.
Aunque expresó que nunca le temió a la muerte, en una entrevista con el diario Al Día dijo que su “mayor miedo era morir y no haber sido perdonado por sus hijos”.
La fama, el dinero y las malas compañías hicieron que Pilo perdiera el horizonte de su vida: “Todo se me subió a la jupa”, lamentó el exnarrador.
Además, paralelo al micrófono, intentó administrar un bar, una tienda, una soda y una emisora. Sin embargo, todos esos negocios fracasaron.
En medio de la desesperación y enfermedades como la diabetes crónica, en el segundo tiempo de “la mejenga”, Pilo saltó al terreno con “el Señor por delante”.
“Era otra persona; fue algo maravilloso. Su cambio fue de admirar. Su mundo cambió y siempre me decía que ahora se sentía feliz.”, recordó su amigo y compañero de mil batallas Juan Robles, periodista de Monumental.
Junto a su testimonio de conversión, que no se cansó de repetir hasta el final de sus días, venía la lectura de un versículo bíblico antes de cada partido.
Esa costumbre, fruto de una promesa piadosa, fue alabada y también lapidada por muchos, hasta que con el paso del tiempo le fue prohibida.
A sus 71 años, a pesar de ser criticado por una voz ronca que ya le fallaba y varios momentos en el que se sintió abatido por las enfermedades, Pilo Obando se apoyó en Dios, la oración y sus admiradores.
“Claro que me falla la voz; eso pasa con la edad. Acaso soy Robocop”, se defendía con risas.
Luego vinieron sus problemas con los riñones, las periódicas hemodiálisis y un catéter que protegía su corazón. Con esos obstáculos de salud, Pilo se mantuvo delicado durante el último año de su ajetreada vida.
El último partido que narró Obando fue el de Costa Rica-Estados Unidos, realizado en La Sabana, en setiembre del 2013. Eso sí, ese día no terminó la faena.
“Comenzó a toser y dijo que no continuaría. Creo que no cantó ningún gol”, recordó el comentarista Hernán Morales.
El lunes pasado, un trasplante de riñón avivó la esperanza de seguir en la cancha, pero el destino ya estaba marcado. Su complicada condición de salud terminó por apagar su legendaria voz.
Aunque sus últimos días Pilo Obando los pasó alejado de su amado micrófono, murió con la satisfacción de mantenerse vivo en el recuerdo de la gente, un público que lo admiró, se emocionó y rio con sus inmortales narraciones. ¡Adiós, Pilo!