Dicen que en Dos aguas todo lo que llega flota. En ese desolado punto, ubicado en algún lugar del mar Caribe, no es raro toparse con cuerpos sin vida, lanchas que deambulan y hasta un polvito blanco que vende esperanza.
Sí, la droga flota en Dos aguas, pero en tierra lo que emerge es el infierno. El polvo blanco es mentiroso, seductor y traicionero.
De ese tema como telón de fondo brota también Dos aguas (2015), ópera prima de la costarricense Patricia Velásquez ( Cualquiera , 2008) que se rodó por completo en la provincia de Limón.
Estrenada con regular suceso en el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF) , la cinta llegó a su terruño para narrarnos –en medio del drama del narcotráfico– la historia solidaria de dos hermanos, su familia y el amigo incondicional de uno de ellos.
Específicamente, Dos aguas describe el drama de Nató (Ismael Brown), un niño que anhela entrar a una escuela de fútbol.
Por sus condiciones económicas, la familia no puede apoyar el sueño futbolero del niño, pero su hermano Jefferson (André Devoto) no se quedará con las manos cruzadas.
“Lo quiere apoyar, primero, porque es su sangre y, segundo, porque conoce las pocas oportunidades que hay en la zona para surgir”, explicó Devoto sobre su papel en la cinta.
“Por el amor que le tiene a su hermano, él ve en el fútbol la oportunidad de que salga adelante”, agregó el actor.
Con ese pensamiento en la cabeza, Jefferson no medirá consecuencias y hará lo que sea para ayudar a Nató.
Dos aguas es una historia “fraterna inmersa en el mundo del narcotráfico. Es una historia de cariño, en la que el peso de las malas decisiones también juega”, dijo Velásquez hace unos meses a La Nación .
Para Devoto, la decisión que afronta su personaje es una combinación entre el amor desinteresado y la falta de educación y oportunidades que tienen los jóvenes en el Caribe.
“Es la salida fácil, pues el narcotráfico es una tentación muy grande en la zona”, agregó.
Con una línea narrativa que se sale de lo convencional –pues el guion tiene saltos de tiempo desde el principio hasta el final–, Nató sufrirá al darse cuenta que su hermano está en malos pasos.
“Nató sabe que algo anda mal. Poco a poco ata cabos, descubre cosas y se va dando cuenta de la verdad”, adelantó Brown, sobre el personaje protagonista.
A pesar de la decepción inicial, Nató hará todo lo posible por ayudar a Jefferson, por lo que involucrará a su amigo Klane (Ariel Arguedas) en una corta pero peligrosa aventura por el mar.
Delirio visual. Si algo procuró Dos aguas, fue capturar una buena parte de la riqueza ecológica y visual de Limón. Lo hizo desde tierra, mar y aire.
Con reiteradas tomas –que en la trama son usadas para ilustrar los silencios más prolongados de la película–, playas, selvas y animales de la zona se vuelven protagonistas.
Un dron y un helicóptero fueron utilizados para ver a Puerto Viejo, Manzanillo y Punta Uva desde otra perspectiva.
Las anteriores comunidades, así como el Estadio Municipal de Limón, son las locaciones principales de una película que, sin escatimar esfuerzos, también se atrevió a zambullirse en el mar.
“En el caso de las tomas aéreas, el objetivo de la producción era claro: mirar todo desde otra perspectiva. En este aspecto se invirtió de $4.000 a $5.000”, explicó Michael O'Reilly, de la empresa Aaerial Shutter.
Debajo del mar, por su parte, se plasmó el triste desenlace de uno de los personajes: Jean Bazan (César Maurel), un hombre de origen francés que se hará entrañable amigo de Nató.
Bazan, quien acaba de divorciarse y tiene unos 50 años, tiene toda una historia que contar. Su intervención en la historia tiene un gran peso.
Otra mirada. La idea de mirar todo desde otra perspectiva, no solo se limitó a lo visual.
Velásquez, además, quería pintar la película de cultura caribeña y refrescar así la deteriorada imagen que tiene la zona.
“Uno de los objetivos de la cinta era desmitificar una serie de prejuicios que se tienen con respecto a Limón. Queríamos volver la mirada a su gente”, explicó Velásquez.
“Los medios, muchas veces, destacan que el Caribe es una zona peligrosa, pero en realidad no es más peligrosa que San José u otros lugares del país”, agregó.
Con esa idea en la mira, la religiosidad y la música de la zona destacan en una película que además es hablada en inglés, español y también francés.
“Quisimos que, en todos los sentidos, la cinta se enmarcará en el contexto de la zona”, expresó la cineasta.
Un coro de la comunidad limonense – The Gospel Messengers of Cahuita– , pone la nota religiosa al largometraje, mientras que el tema principal de la cinta también nació en Limón: se llama Dos aguas y fue compuesto por Glenda Halgarson.
Según la producción de la película, Dos aguas tuvo un costo de realización de $360.000. Se trata de una coproducción con Colombia que, en su proceso de desarrollo, contó con apoyos económicos del programa cultural Proartes y el fondo Ibermedia.