No tiene ni una sola fotografía en recuerdo del escritor Gabriel García Márquez, quien falleció este jueves, pero a la cineasta costarricense Hilda Hidalgo le quedó algo aun más preciado: su nombre como directora en la adaptación de Del amor y otros demonios .
Ella, quien hasta entonces nunca había hecho una película, hoy reconoce que la generosidad del Nobel de literatura le dio un giro a su carrera, y que fue un riesgo que nunca dejará de agradecerle.
La cesión de los derechos para hacer la versión cinematográfica de esa novela llegó en el 2003 sin que Hidalgo lo hubiera imaginado, mientras recibía un taller con el propio Gabo en la Escuela Internacional de Cine, en San Antonio de los Baños, en Cuba.
Un extracto de una entrevista con Hilda Hidalgo.
¿Qué características recuerda de García Márquez que la impresionaron?
Tenía un sentido del humor bien negro. Entonces cuando me sugirió que por qué no adaptaba Del amor y el otro demonios , lo primero que pensé es que estaba siendo irónico. Yo le comenté que esa novela me parecía una de las más cinematográficas. Su personalidad es una combinación entre generosidad y una cierta ironía. Entonces yo dije ‘no, esto es una broma, evidentemente’. Y bueno, no era broma.
“Cuando le di el guion de la película, muchos años después, en México, también me impresionó que fuera tan preciso en el lenguaje. No hay una palabra que se pueda cambiar por otra, todo está perfectamente escrito y entonces si uno cambiara una palabra por otra, ya no no tendría el mismo sentido, no tendría el mismo efecto.
“Hubo un momento en que me llamó la atención sobre un verbo que yo había utilizado. Yo había transcrito un diálogo de la novela, pero le había modificado el verbo. Él me dijo 'debería decir sigo viendo en vez de mirar. Me dio toda una explicación sobre por qué tenía que ser un verbo y no el otro, y a mí me llamó la atención porque ese era un razonamiento que él utilizó en el año 94 o antes, cuando escribió la novela, y aún lo tenía tan fresco”.
¿Cuando usted le habló del potencial para convertir en una película Del amor y otros demonios , lo hizo con alguna intención lo hizo o era tan solo un comentario al aire?
Lo que siempre me ha parecido interesante de todo esto es que a mí jamás se me hubiera ocurrido adaptar esa novela, y mucho menos como mi primera película. Cuando la leí, me pasó por la mente que sería una muy buena película, pude verla como en imágenes. Me la leí dos o tres veces y me gustó muchísimo. Sí recuerdo que me había dejado como esa huella.
“Yo le comenté que Del amor y otros demonios me había parecido una novela muy cinematográfica y él me dijo que por qué yo no la hacía. Le dije: ‘no, no me bromee con eso porque sino voy y la hago’”.
¿Qué sintió cuando él le dijo hágala?
Me quedé pensando y no le contesté más. Cuando terminó el taller, estaba también un cineasta argentino que se llama Marcelo Piñeyro y me decía 'felicidades, felicidades'. Yo todavía no me lo creía. Ya después nos reunimos en su casa en La Habana y fue tomando una forma real y posible.
“Era una oportunidad para tratar un tema que está presente en otros de mis trabajos, que es este tema del amor prohibido entre dos personas diametralmente distintas. Me sentí muy privilegiada por trabajar con historia que siempre me había gustado tantísimo y este tema que tanto me obsesiona”.
¿Cómo fue para una cineasta en ese entonces novata hacer la adaptación de una obra idolatrada a nivel mundial?
Lo que hice fue centrarme en por qué esa novela, qué veo yo en esa novela. Yo estaba enamorada de Sierva María, me parecía un personaje fascinante, y también de Cayetano. No quería desconcentrarme, quería centrarme en ellos dos.
“Yo sabía que no quería una película hablada en inglés con dinero proveniente de productoras de Estados Unidos y que no quería asociarme con un productor europeo que me impusiera actores”.
¿Pero no era una responsabilidad muy grande para asumir como un primer proyecto?
Era muy grande, claro que sí, una responsabilidad enorme. Fueron seis años de mi vida invertido en esa película de manera bastante apasionada. Me cambió, fue un punto de giro en mi vida.
¿García Márquez les dio algún tipo de ayuda durante el proceso de producción?
Nos dio muchísimo en Cartagena. En esa primera reunión que tuvimos me insistió en que tenía que ir a Cartagena lo más pronto posible. No había pasado un mes y ya estaba en Cartagena, conociendo la ciudad y enamorándome de ella.
“García Márquez me puso en contacto con su familia, con sus amigos, con el director del museo... Todos ellos estaban ahí como padrinos del proyecto...”
Siendo él tan preciso, tan perfeccionista, ¿nunca les pidió que cambiaran algo?
Yo lo dejé ver el guion hasta el final. Él en algún momento me dijo: ‘yo ni siquiera voy a leer el guion’. Luego me dijo: ‘bueno, si querés me lo pasás, pero no necesito leerlo’.
“Cuando él decidió que me iba a dar los derechos, fue como ‘haga lo que quiera’. De hecho, el contrato era así, era muy generoso, no había obligación de aprobar absolutamente nada.
“Hasta en ese momento caí en la cuenta sobre qué pasaba si no le gustaba. Uno no quisiera que el escritor se sienta mal. Pero fue muy emocionante porque le gustó muchísimo”.
¿Le generaba presión adicional causarle una buena impresión cuando por fin viera la película?
En realidad uno corta con eso. Yo me volví a angustiar cuando estuve sentada con él viendo la película.
“Lo invitamos a la casa de la editora de la película. En los primeros 15 ó 20 minutos, no decía nada, pero nada. Yo lo volvía a ver con el rabillo del ojo para ver qué expresión tenía. Fue muy lindo porque después de que pasaron esos minutos, me dijo: ‘es que la esencia de la novela está ahí’. Y me elogió mucho en la actuación de los protagonistas, de la niña y del cura. También dijo que se sentía trasladado en el tiempo y que era como estar en el lugar”.Ustedes tuvieron que pagarle una suma simbólica por los derechos. ¿De cuánto fue? Es confidencial, pero sí puedo decir que fue mínimo. Esta película costó $2,5 millones y no se hubiera podido adelantar esa inversión si no hubiéramos tenido ese aporte inicial que son los derechos de la novela.