La danza genera y vive del movimiento, al igual que su gremio. Cuando se deja de mover, se marchita.
Tres artistas que no pueden quedarse quietos son Yul Gatjens, Ana María Moreno y Laura Murillo, ganadores de los Premios Nacionales de Cultura 2015 en danza que se otorgarán este miércoles en el Teatro Nacional.
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Estos galardones los brinda anualmente el Ministerio de Cultura para reconocer la trayectoria y esfuerzos de artistas en diferentes disciplinas. Con frecuencia permite revisar el estado de la cuestión en cada rama.
¿Cuál es la posición de los tres artistas ante el panorama actual de la danza? ¿Cuáles son sus inquietudes? Los tres conversaron con Viva días antes de recibir sus reconocimientos. Sus preocupaciones, sin que haga falta decirlo, nacen desde una reacción instintiva: dignificar y fortalecer la profesión que tanto aman.
Pocos espacios, escasa organización del gremio y una convocatoria reducida de público son algunas de las alarmas que los agitan, mientras que una mayor cantidad de bailarines y grupos independientes los llenan de esperanza.
Para Murillo, quien recibirá el premio en la categoría de mejor intérprete por las coreografías Piscis , Tlalli y Taciturno , el talón de aquiles de la danza es la gestión de públicos. “Siempre llegan las mismas personas. Al final de cuentas la pregunta es, ¿para qué es la danza?”, comenta la máster en Enseñanza de la Danza.
“La danza es lindísima, pero como es algo muy físico, se deja de sentir. Se empiezan a hacer cosas bonitas, pero no con el sentimiento que debería tener la danza. Ese es el fin: hacer sentir a las personas por medio de lo auditivo y lo visual”.
Con ella coincide Gatjens, elegido como ganador en la categoría de mejor coreografía por la obra Paloma , dentro del espectáculo Septo . “Ahorita los de la danza estamos montando para los mismos de la danza. Es el mismo público que vamos a vernos y eso no fomenta el crecimiento. ¿Qué gano yo montando para el mismo público?”, exclama. “No se nos puede olvidar que el público es el que nos da de comer”.
“Pienso que estamos como en una competencia. Como de: ‘Uy, ¿quién es más contemporáneo ahorita, uy, quién hace algo que se entienda menos?’. Se nos olvida que le debemos al público lo que hacemos. Trabajamos con nuestras propias preocupaciones y está bien, pero si yo quiero hacer algo solamente para mí, me encierro en un estudio. Cuando lo ponés en escena no se puede olvidar esa parte”, dice el bailarín de la Compañía de Cámara de Danza UNA y director del grupo independente malaFAMA Danza & Escena.
Moreno, ganadora en la categoría de mejor diseño por la coreografía Toc-toc… una mirada al revés , realizada por la Compañía Nacional de Danza considera que es cuestión de perspectiva y de lo que busca el artista con su trabajo. “Depende del interés, hay bailarines que opinan que no les interesa el público común y corriente, solo le interesan los bailarines o bailan porque a les gusta y no para que llegue gente. Yo soy de las que cree que si uno se quiere ganar la vida de esto tiene que haber público, porque si no, es muy difícil”.
“La atracción de público es un trabajo conjunto con muchas partes y uno, como artista, tiene que pensar mucho más a qué público me dirijo y también ser un poco humilde en el sentido de no quitar calidad artística, sino hacer cosas más accesibles a la gente”, comenta Moreno, fundadora y co directora del grupo de danza independiente EX-áNIMA .
En su opinión, para poder digerir el arte contemporáneo en general se requieren herramientas que no se ofrecen en las escuelas ni en dentro de los núcleos familiares. Esto dificulta aún más esta sensibilización.
A este desafío, se le suma uno con el cual los tres coinciden: las carencias de una academia que gradúa intérpretes sin suficientes conocimientos para gestionar sus propios proyectos, lo que los ata a depender de alguien más para conseguir trabajo.
“De los retos más grandes que tenemos es que la gente aprenda a ser gestor además de artista. Como aquí no hay gestores culturales, uno lo tiene que hacer”, dice Moreno. “Hay un tema de formación del que tenemos que preocuparnos si es que queremos vivir de esto, porque hay gente que no quiere vivir de esto”.
Murillo, miembro de la Compañía Nacional de Danza, concuerda. “Yo salí de la universidad y nunca recibí ningún curso de gestión cultural ni de producción y eso es importantísimo. Uno lo va aprendiendo al paso. A vos te forman para bailar: primero te esculpen el cuerpo y hay profesores que además, te dan técnica o estilo de danza, le van exigiendo al espíritu porque son gente apasionada. En la academia o en la escuela se hace ese proceso, pero como en todo, no te dicen cómo vas a sobrevivir”.
Trabajo. La clave, asegura Moreno, es aprovechar los espacios de apoyo estatal, pero no depender solamente de ellos. “Uno como artista no debería de depender de que el Estado te mantenga. Uno debe entrar en una relación como simbiótica entre lo independiente y el Estado”, dice. “De las cosas que ahora hay que hace diez años no existían ha sido, por ejemplo, Iberescena o Proartes . Algunos grupos han podido acceder a estos apoyos para poder producir espectáculos. Este tipo de fondos dan la posibilidad de tener mejores producciones”, agrega.
“Hay apoyo, pero podría estar mejor”, apunta Gatjens. “Por ejemplo, los teatros ahorita están muy caros para las personas que trabajamos independientes es un poco más difícil el acceso. Hay muchos trabajadores para la danza pero hay muy poco espacio. En Costa Rica tenemos solamente tres compañías: Danza U, la Compañía de Cámara de Danza UNA y la Compañía Nacional de Danza. Solamente hay tres espacios donde uno puede desarrollarse como bailarín profesional”.
Moreno agrega que que si bien surgen nuevos intérpretes destacados, escasean quienes creen nuevas coreografías de alto nivel. “Danza Abierta de la Universidad de Costa Rica está enfocado a formar intérpretes pero no necesariamente coreógrafos, la Universidad Nacional tiene un enfoque más docente –la gente cuando sale de la UNA van más por el área de la enseñanza– y el el Conservatorio El Barco (del Taller Nacional de Danza) tenía otro enfoque más creador y coreográfico. En ningún lugar han formado realmente coreógrafos”, comenta la bailarina graduada de Danza Abierta de la Universidad de Costa Rica.
“Tenemos muchos buenos bailarines de primer nivel y muchos que han ido afuera, pero lamentablemente no tenemos coreógrafos de primer nivel”, opina Moreno.
Una de las grandes preocupaciones de Gatjens, bachiller en Danza de la UNA, es que, de cierta forma, el mismo gremio se esté disparando en el pie. “Creo que la danza está muy estancada pero tampoco se está buscando por dónde (cambiarlo). Son muy pocas las personas que están buscando salir del país, tener conexiones con otros lugares, con otros países y no encerrarse solo acá... porque sino vamos a caer en lo mismo siempre”.
A fin de cuentas, sus inquietudes nacen de la frustración de defender lo que aman. “La gente que está ahora formándose tiene que tener la perspectiva de que entrar a una compañía ya casi que no es opción. Hacia donde vamos es a ser más gestores”, dice Moreno.
Soluciones existen: la primera es organizarse, según Murillo. “El gremio de la danza tiene que unificarse, trabajar en conjunto, realizar proyectos en conjunto, alianzas. Hay fines de semana donde todo mundo se presenta… el público no tiene plata ni tiempo para ir a ver todo. Por otro lado, si tenés alianzas se podrían juntar fuerzas, hacer paquetes de entradas, por ejemplo”, comenta.
“Lo que queremos es dignificar lo que uno hace con sinceridad, porque si usted lo hace desde ahí, sea crítica social o no, el público se va a sentir identificado. Si nos logramos unir como gremio, será más fácil exigir cosas”.
De igual forma piensa Gatjens. “Hay mucho potencial, mucho talento, pero de nada vale graduarse, ir a dar clases a una academia y ahí se acabó mi carrera de danza. Si nos moviéramos un poco más podríamos hacer cosas más grandes. Hay mucho talento pero creo que nos estamos durmiendo y no nos estamos uniendo”, asegura.
“No les estamos permitiendo a las personas llegarle a la danza; nos estamos quedando con nosotros mismos”, asevera. “A mí me gustaría ver una danza que fuera para todo Costa Rica y que la gente diga: quiero ir al teatro a ver danza... o en las mismas calles. Lo ideal sería que toda Costa Rica se empape de esto y que la danza llegue a todas partes del país”.