En el Día Internacional de la Mujer, Viva les rinde homenaje a las trabajadoras de las artes en Costa Rica.
Reunimos a doce artistas de seis disciplinas distintas para discutir retos pertinentes al ejercicio cotidiano de su trabajo, problemas recurrentes en sus gremios y obstáculos particulares de ser mujeres profesionales en sus áreas: la danza, la música, las artes visuales, el cine, el teatro y la literatura.
El bailarín que no conoce a profundidad su propio cuerpo se dará cuenta, con el tiempo, de que su instrumento es su propio enemigo. Comunicarse con el cuerpo requiere que la mente y el cuerpo cooperen de forma fluida, opinan las bailarinas y coreógrafas Valentina Marenco y Estelle Zaghloul.
Pese a las amplias diferencias en los estilos de danza en que se especializan las dos artistas —Marenco en danza contemporánea y Zaghloul en danza del vientre—, la comunión que ambas describen es la misma.
“A lo largo de toda mi carrera, he tenido un tipo de relación con el cuerpo que, por suerte, ha ido cambiando”, explica Marenco, quien hace menos de un mes dio a luz a su primer hijo. “Cuando estaba más joven estaba mucho más limitada por un ideal”, recuerda.
Marenco explica que antes de su embarazo consideró a profundidad las modificaciones que podría tener su movimiento.
La aceptación de las capacidades y limitaciones, dice la artista, son clave para potenciar el talento. Hay ideales de belleza machistas, perpetuados por el mismo gremio, pero afirma que, como profesora de danza, contemporánea prefiere ignorarlos.
“Un bailarín tiene que conocer su instrumento y desarrollarlo, pero yo me puedo potenciar sin parecerme a una modelo, me puedo potenciar a partir de lo que soy”, asegura.
A largo plazo, moldear el cuerpo debe ser un resultado natural del proceso de entrenamiento y debe responder a los cambios físicos que provoca el envejecimiento.
Tras ser profesora por once años en su propia academia (Ámar, ubicada en Paseo Colón), Estelle Zaghloul describe el moldeado del cuerpo de sus alumnas como una experiencia física con muchísimas implicaciones emocionales.
Educada en Líbano, Zaghloul recibió su primer entrenamiento en danza del vientre con su madre. Es una tradición generacional entre las mujeres de su familia, cuenta la artista.
El belly dance , afirma, no es un un arte erótico por ser “sexual” sino por ser “sensual”.
“Las mujeres estamos acostumbradas a estar desconectadas del tronco, el pecho y las caderas. La danza del vientre mueve nuestro ser, el corazón y el útero hacia un cambio físico muy fuerte y espiritual”, describe.
Ahora, radicada en Costa Rica, se dedica a transmitir ese conocimiento a otras mujeres.
“Mi misión como profesora de danza es abrirles las puertas a esta disciplina”, afirma Zaghloul. “Tiene un nivel de sanación muy profundo. Es un conocimiento que se adquiere solo al danzar. El amor que le empiezan a tener a su cuerpo es un espacio nuevo para decir qué clase de mujer son”.
Tanto Marenco y Zaghloul aseguran que la creación de movimiento proviene del auto conocimiento. Para las mujeres, el reto es hacerlo sin dejarse amedrentar por prejuicios.