Eran las 3:15 p. m., y al costado norte de la Catedral de Alajuela estaba el seleccionado Marco Ureña colocándose la chaqueta que completaba el esmoquin, elaborado por un diseñador nacional –cuyo nombre se reservó–.
En compañía de su madre, el futbolista ingresó a la iglesia para ver cómo los arreglos con flores blancas, entre las que destacaron lirios y rosas, adornaban el lugar en el que él y Ana Paula Aguilar se dieron el “sí”.
Mientras transcurrían los minutos, el coordinador de la boda, Jocksan Porras, se apresuraba a ultimar los detalles con los miembros del cortejo, que estuvo conformado por amigos y familiares de la pareja.
“Queríamos que todo fluyera mucho mejor, por lo que no se incluyeron niños. Ambos quisieron que la boda fuera un poco más litúrgica, por así decirlo”, explicó Porras.
En el otro extremo de la iglesia estaba Ureña, quien, al parecer, encontró en su teléfono celular la única forma de calmar sus nervios. Uno que otro abrazo también logró tranquilizar al impaciente novio.
Y vaya que tuvo suerte, pues, contrario a lo que suele suceder en estos casos, Ana Paula Aguilar –entonces, la novia; ahora, la esposa– llegó a la Catedral 15 minutos antes de que iniciara la ceremonia, que estaba prevista para comenzar a las 4 p. m.
Junto a su padre, José Aguilar, la joven intentó contener varias veces las lágrimas al notar la presencia de sus seres queridos, quienes anhelaban verla entrar vestida de blanco al lugar.
Pasados algunos minutos de la hora prevista de inicio, el técnico de la Selección Nacional, Jorge Luis Pinto, se acercó un poco agitado a la iglesia preguntando si era allí donde se realizaría el enlace y, al darse cuenta de que sí, se apresuró a felicitar a Ureña.
Finalmente, la novia hizo su entrada con la marcha nupcial. Con la cara llena de lágrimas, el conocido futbolista recibió a Aguilar y le dio un enorme abrazo de agradecimiento a su suegro.
Una hora después, los esposos salían de la iglesia tomados de la mano bajo una gran cantidad de burbujas, que sustituyeron al tradicional arroz de la suerte.
“Queremos agradecer a todos por acompañarnos en este momento tan especial. Fue muy emocionante”, expresaron los esposos a su salida de la iglesia.
Esas fueron las palabras con las que ambos comenzaron una nueva etapa, tras cinco años de noviazgo. Qué mejor forma de hacerlo que enrumbándose a una fiesta en la que no faltó el amor, la buena comida y hasta la adrenalina de tomar el toro mecánico por los cuernos, en un tradicional turno costarricense.