Flexible como el junco, duro como el jade. El que lo mira, no lo ve. El que lo escucha, no lo oye. Como el agua, adopta cualquier forma; no piensa, no siente.
Cuesta entender que alguien, con esa filosofía, se haya hecho famoso a punta de patadas, manazos, porrazos, fintas y gritos de gatos apareándose en el techo.
Lee Jun-Fan, el Pequeño Fénix, cambió el mundo occidental como Bruce Lee, al popularizar la cultura oriental por medio de sus películas de artes marciales, donde igual le partía la crisma a cuanto cristiano se le cruzaba, que destilaba gotas de sabiduría china.
En la adolescencia aprendió a pelear con el estilo wing chun kung fu, que más tarde transformó en un método propio: el jeet kune do o el camino del puño.
Según él, a los dos meses de nacido debutó en el cine con Lágrimas de San Francisco, pero oficialmente lo hizo a los seis años en El nacimiento de la humanidad, de 1946; aunque algunos biógrafos aseguran que fue The Kid, en 1950. A partir de ese momento hizo una carrera fílmica que lo catapultó al estrellato con tres películas que fueron memorables: Puños de Furia; El Regreso del Dragón y Operación Dragón.
La pelea entre Lee y Chuck Norris, en El Regreso del Dragón, en los pasillos del Coliseo romano, es considerado el combate cinematográfico del siglo XX. Solo Bruce pudo darle una soberana tunda a Norris y lució todo su repertorio de desplazamientos, patadas, llaves, barridas, candados, agarronazos y finalmente le partió el cogote como si fuera una cáscara de huevo.
Los entusiastas de las artes marciales recuerdan con nostalgia a Bruce Lee en el papel de Kato, el circunspecto chofer de Britt Reid que, además de ser el director, del Daily Sentinel en la noches mutaba en El avispón verde. Esta fue una popular serie televisiva de los años 60, inspirada en un programa radiofónico de los años 30 y llevada al cine en el 2011.
Estuvo a punto de ser el “Pequeño saltamontes” en la teleserie Kung Fu de los años 70, pero los productores lo rechazaron porque sus rasgos eran demasiados asiáticos; en su lugar escogieron a David Carradine.
La veloz carrera de Lee paró en seco el 20 de julio de 1973 cuando un inusual dolor de cabeza le ocasionó un derrame cerebral y lo mató; tenía apenas 32 años.
Tan repentina muerte colmó de estupor a todos sus seguidores y se tejieron toda suerte de fantasías en torno a ella; desde que lo envenenaron las Tríadas chinas por divulgar los secretos del arte marcial, hasta que había sido víctima de una maldición china.
Las especulaciones resucitaron el 31 de marzo de 1993 en que su hijo Brandon, murió en el set de filmación de El cuervo atravesado por la bala de una Magnun 44, que alguien debió haber cambiado por una de utilería.
Los más enfebrecidos aseguran que Bruce Lee está vivo y reside en unas islas del Pacífico, adonde recaló harto de la fama y de los golpes.
Hijo del fuego
Para confundir a los malos espíritus el cuarto hijo de Li Hoy Chuen, actor de la ópera de Canton, y Grace Li, fue llamado Sai Fon o Pequeño Fénix, al nacer el 27 de noviembre de 1940, entre las 5 a. m. y las 8 a. m.: el año y la hora del dragón.
La leyenda dice que su nombre real fue Lee Yuen Kam, Protector de San Francisco, pero su madre lo cambió a Jun Fan que significa Vuelve a San Francisco. Las enfermeras, más pragmáticas y menos agoreras, le zamparon simplemente Bruce Lee.
De niño Lee era una especie de Krishna travieso, juguetón y amigo de meterse en problemas con los demás. Tanto así que sus primeros escarceos fílmicos los hizo en papeles de pequeño zascandil.
En la adolescencia tuvo sus primeros contactos con las artes marciales; para controlar sus ímpetus juveniles y apartarlo de las malas juntas, sus padres decidieron llevarlo a la academia del maestro Yip Man, quien le enseñó Wing Chun, una variante del Gung Fu. Antes Lee había practicado tai chi con su papá; estudió baile popular y ganó un concurso de cha-cha-chá, en 1958.
Ni el médico chino fue capaz de predecir el futuro de Lee; sobre todo porque fue expulsado del colegio católico La Salle y era –literalmente– una patada al aire.
La familia decidió enviarlo a Estados Unidos; viajó dos semanas en barco hasta San Francisco y de ahí se enrumbó hacia Seattle, donde trabajó como camarero.
En los años 60 terminó la secundaria y fue admitido en la Universidad de Washington donde estudió filosofía, especialmente a los clásicos orientales: Lao Tsé, Confucio, Chuang-Tsé. Dictó conferencias y escribió un libro sobre Gun fu y el arte de la autodefensa.
Por esos años conoció a Linda Lee Caldwell, con quien se casaría en 1964 y tendría dos hijos, Brandon y Shannon. Esta última asumió el legado de su padre y creó la Fundación Bruce Lee para divulgar la filosofía y las artes marciales. Linda escribió Bruce Lee: El hombre que yo conocí y La historia de Bruce Lee.
Con los años perfeccionó un estilo de pelea propio que llamó Jeet Kune Do, el camino del puño; fundó tres academias de artes marciales y durante una exhibición en Long Beach, California, el peluquero Jay Sabring le ofreció conectarlo con el mundo del celuloide.
Tras filmar por un año la teleserie El avispón Verde y salir en tres episodios de Batman hizo otros papeles menores en Ironside, Blondie y Ahí vienen las novias. En Hollywood trabó amistad y entrenó actores como: Steve McQueen, James Coburn, Kareem Abdul Jabbar y Chuck Norris.
A principios de los 70 regresó a Hong Kong, donde era muy conocido, y probó suerte con varias cintas para el olvido, hasta que le llegó la oportunidad con la productora Harvest Golden que lo contrató para dos filmes: El gran jefe, de 1971, y Puños de Furia, 1972. Ambas películas explotaron el odio de los chinos hacia los japoneses y los estrenos rompieron las taquillas y Bruce Lee se convirtió en un héroe nacional.
Juego mortal
Bruce Lee fue más que un artista marcial metido al cine. Según decía: “yo no represento un estilo sino todos los estilos”. Para eso sometió su cuerpo a un rígido entrenamiento de ocho horas diarias con el fin de realizar sus peleas sin dobles ni trucos de cámaras y mostrar al público proezas físicas insuperables: lagartijas apoyado en dos dedos y con solo una mano; enfrentar varios rivales a la vez; el potente golpe de puño de una pulgada a una velocidad de 30 centésimas de segundo.
Dominaba a la perfección los nunchaku, el bo o palo largo y el kali, la técnica filipina de combatir con dos palos. Adoptó posturas de la esgrima, la lucha grecorromano y el boxeo; algunos asocian el estilo de bailar ante su oponente con el de Cassius Clay.
¿Cómo Bruce Lee Changed The World? es un extenso documental de The History Channel, con amplias entrevistas, sobre la vida, pensamiento, técnicas y entorno cultura sobre Lee, donde analiza su impacto sobre las artes marciales y su influencia en la cultura occidental de los últimos 40 años.
Tanto derroche físico le ocasionó muchas lesiones; una de ellas –en 1970– lo tuvo en reposo seis meses y requería calmantes para aliviar los dolores en el nervio sacro. Mientras convaleció acumuló notas y dibujos para el libro El Tao del Jeet Kune Do, que se publicó tras su muerte.
Aunque el forense certificó que Lee murió de un edema cerebral, apenas la noticia rodó por el mundo surgieron incontables conjeturas, para explicar tan inesperado suceso.
La última persona que lo vio vivo fue su amiga Betty Ting Pei quien le recetó Equagesic, un calmante contra el dolor de cabeza que más bien lo fulminó, debido a una reacción alérgica.
Hace 10 años Ting Pei anunció al Morning Post que escribiría una biografía de Bruce, para contar toda la verdad sobre cómo murió el actor. Versiones infundadas aseguran que ella le suministró un tóxico; otros que Lee mascaba hojas de hachís y más de uno cree que un comando de ninjas lo machacó a patadas sino fue que recibió un puñetazo con efectos retardados.
A 40 años de su muerte el “Pequeño Dragón” sigue vivo en la imaginación de sus seguidores y de muchos que ni siquiera había nacido cuando Lee era una estrella.
Las exaltaciones abarcan todo el espectro de la vanagloria. Desde la revista Time que lo declaró uno de los cien personajes más influyentes del siglo XX, hasta las tres nuevas fragancias masculinas que presentó en Dubai su hija Shanon, llamadas según cada unas de las frases de Lee: El odio ciega; Sé agua; No pienses, siente.
Cerca de 20 mil dolientes pasaron frente al féretro de $40 mil con los restos de Bruce Lee, en una funeraria en Hong Kong; después fue trasladado a Lale View, Seattle, donde está sepultado.
Ahí yace el hombre que se movía como una mariposa y golpeaba como una avispa.