La modelo, entonces casada con Joe DiMaggio, se llamaba Marilyn Monroe. Aquella sesión de fotos memorable, que se desarrolló en tres días y se conoce como The Last Sitting , tuvo lugar a finales de junio de 1962. Algunas de esas instantáneas salen ahora a la venta en una galería parisina.
Marilyn tenía 36 años y seis semanas después moriría por una sobredosis de barbitúricos que el forense calificó de “ probable suicidio ” y que todavía se sigue relacionando con el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy y con su hermano Bobby.
Durante aquellos posados, Stern combatía el cansancio con dextroanfetamina. El retratista había mecido la sesión con vodka y champán hasta acomodarla en un territorio más sensual.
Quería fotografías carnales del mito y también acostarse con Marilyn Monroe. Consiguió solo lo primero.
Hacia las 3 a.m. la actriz entró en su juego. Agarró un fular transparente, le miró a través de la tela y le preguntó si le apetecía hacer desnudos. Al fotógrafo, que tenía 32 años, se le abrieron las puertas del cielo. Hoy, esa parte de su obra –y de la historia– estarán al mejor postor.