San José (Redacción)
Absolutamente nadie quisiera estar en los zapatos de Steve Harvey o de Ariadna Gutiérrez en estos momentos, hora y pico después de que ambos protagonizaran involuntariamente lo que a no dudarlo se convertirá uno de los fiascos televisivos más recordados de la historia.
Hubo otros, cierto, pero ninguno había ocurrido en plena era de la globalización de las comunicaciones con las redes sociales comandando en el mundo. O sea, la pifia de hoy se pegó el bingo de las tortas a cartón lleno.
Pero el mismo acelere mediático que nos dirige hoy podría, perfectamente e incluso a corto plazo darle vuelta, para bien, a las vidas de Harvey y Gutiérrez.
Para empezar, el actor y comediante logró esta noche en cinco minutos lo que no había podido hacer en más de 30 años como presentador de programas de televisión en Estados Unidos: a partir de hoy el nombre de Steve Harvey quedará grabado en la memoria colectiva mundial.
Su absoluta turbación y la forma en que encaró su error frente a medio planeta son dignos de empatía, pero también de admiración. No había forma de salir bien librado de una situación demencialmente acongojante, pero como fuera, él le puso pecho al tortón y ofreció disculpas que sonaron francas y bien puestas.
El percance será harto comentado en estos días y semanas y meses venideros. Desde ya, su nombre se debe de estar convirtiendo en uno de los más googleados en todo el planeta. Quizá Steve Harvey no obtuvo sus cinco minutos de fama de la forma en que habría soñado, pero todo pasa y no sería raro que, comediante al fin, pronto esté haciendo guasa de sí mismo en numerosos espacios de tevé que llegan a todo el planeta... ¿se imaginan por ejemplo una parodia de todo este enredo en Saturday Night Live?
El tiempo dirá. Después de todo ¿alguien se imaginó alguna vez a Mike Tyson parodiándose a sí mismo, una y cien veces, tras el bochornoso incidente en que le arrancó la oreja a Evander Holyfield? ¿Cómo imaginar que el perdón incluiría al mismo Holyfield recibiendo la oreja por parte de Mike en la puerta de su casa?
Y bueno, Ariadna Gutiérrez la tiene servida en bandeja de oro. He dicho. ¿Es que acaso alguien se acuerda de las ganadoras de Miss Universo, excepto claro está, los missólogos de hueso colorado? Ahorita mismo, ni siquiera puedo recordar el nombre de pila de Miss Filipinas (el apellido de todas maneras es impronunciable).
En cambio, Ariadna Gutiérrez, apenas una participante más entre las 80 candidatas hace cinco horas, hoy encabeza no solo las búsquedas de google, si no que de fijo obtendrá titulares mundiales, portadas de revistas, reportajes de su infancia, de su familia, de su barrio, de su vida. Adriadna no será ya nunca más, una miss más.
Si todo hubiera transcurrido como debería, Gutiérrez sería a estas alturas un mero recuerdo entre todo el molote de misses. Se habría regresado a su país con el subtítulo bajo el brazo y listo, a pulsearla para llegar algún día a darse a conocer.
En cambio, lo que hoy le costó lágrimas y humillación mañana mismo la tendrá en los ojos del orbe, además, con tenor de víctima, una víctima absolutamente hermosa y encantadora, vejada injustamente.
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Solo unas horas después del fiasco ofreció una improvisada entrevista al salir del escenario y, ya recompuesta, minimizó el incidente, dijo que no se preocuparan, que todo estaba bien y envió besos, amor y agradecimiento para quienes se preocuparon por ella. ¿Así o más ganadora? Ya sabemos que no todo es lo que parece. Steve Harvey y Ariadna Gutiérrez no han sido hoy, ni por asomo, los perdedores que todos creemos.