Un menú de bocas no tiene misterios para Víctor: siempre empieza con un chifrijo.
Además del gusto que siente por esta boca –de la que se considera experto catador–, el “partir plaza” con este platillo le da una especie de “seguro de comida”.
“Hacer un chifrijo es tan fácil que si se la ‘pelan’, la verdad es que no pido nada más”. Así de sencillo.
Frijoles y chicharrones con pico de gallo en un tazón hondo, se convirtió en la fórmula que conquistó el paladar de los habitantes del llamado país más feliz del mundo.
Un platillo relativamente nuevo en la cocina criolla ocupa sitio de honor en el gusto y los menús. Acá la alcurnia queda a un lado: para todos hay y todos tan contentos.
De tan popular que es, también entró en la política: en un la pasada campaña presidencial, el candidato del Frente Amplio, José María Villalta, dijo algo acerca de un impuesto al chifrijo..., ¡y se armó el revuelo!
Aquella vez, las redes sociales hirvieron con memes, chistes y chotas. No faltó quien estableciera, con toda la seriedad del caso, posturas ideológicas que eran compatibles con los viejos tiempos de la Guerra Fría (#atevos..., como se dice en estos tiempos 2.0).
La semana pasada, el chifrijo volvió a estar en boca de todos, en todo el sentido de la palabra, cuando Miguel Cordero, reconocido como el inventor del chifrijo, interpuso una demanda contra una serie de establecimientos que usan, según alegó, ilegalmente la marca Chifrijo.
De nuevo, los memes y los chistes no se hicieron esperar con recomendaciones y consejos acerca del famoso, que sí tiene patente de nacimiento en el cantón de Tibás.
Fue don Miguel quien le puso fecha a la primera vez que se hizo un chifrijo: 30 de octubre de 1979, según le contó al periódico La Teja.
Sabor. “Una birrita sabe mejor con un chifrijazo. Diay, no sabría decirle por qué, pero la boca es una pegada. Tampoco me acuerdo cuándo fue la primera vez que lo pedí, pero me gusta mucho”, expresó don Omar, en La Embajada, en la avenida primera.
No supo decir si el que se estaba comiendo era el mejor de su ranquin personal; tampoco le interesa mucho: ese es el que le gusta y ahí se sirve en un plato grandecito.
Tampoco es necesario tener cédula costarricense para apreciarlo. Que lo diga el salvadoreño Eliseo Cheyo Quintanilla, quien en el 2008 fue jugador de Liga Deportiva Alajuelense.
El hombre se hizo devoto del chifrijo –y de actividades conexas– que le pasaron factura en el abdomen, primero, y en su juego, luego...
Luisa se inclina por el de La Porteñita, en Moravia. Eso sí, sabe que lo tiene que consumir con cuidado porque las calorías reinan en esa boca.
“Eso sí, cuando me como uno, voy hasta el fondo”, apunta entre risas.
Fórmula. “No la conocía, es que solo llevo unos años acá, pero es una de las bocas que más sale. Los fines de semana es cuando se pide más”, comentó Stefano Fabri, del bar Buenos Aires, a un costado de la iglesia Santa Teresita.
Él calcula que el chifrijo puede representar el 40% de las bocas que vende el establecimiento. Algo similar sucede en el Río de Janeiro, en Barrio México, cuyo chifrijo corre de boca en boca (por sabor y tamaño).
Angelo, de ese bar josefino, no puede explicar el porqué de la popularidad, aunque apunta a la simplicidad de la receta.
Don Chema, del Rincón Poblano, en Tibás, tampoco sabe la razón del éxito, y eso que tiene, dice, 42 años de hacerlo y proclama que el suyo es el mejor de la comarca.
Sin embargo, Miguel Casafont, chef y artista, apunta: “Sus ingredientes son harto conocidos; por ende, gustan de inmediato. Las personas no se iban a encontrar con algo extraño o novedoso al paladar costarricense”.
Agrega que es una receta que puede hacer cualquier persona con míninos conocimientos en cocina. Eso sí, no deja de advertir que es una fuente nociva de grasas y de colesterol.
Carlos Sandoval, docente de la UCR y doctor en Estudios Culturales, opina también como consumidor de chifrijo.
“Es un ejemplo de bien cultural común, sobre el cual nadie podría atribuirse propiedad patrimonial”.
El chifrijo, en suma, se hizo entre nosotros y mora en el gusto popular, como el gallo pinto, los tamales y el cantonés del chino.