Managua, Nicaragua
Centroamérica es una familia que tiene la rara costumbre de preguntarse todo el tiempo cómo quererse más. En cuanto encuentro regional haya, es seguro que habrá una mesa redonda para cuestionar por qué las iniciativas de un país como Costa Rica no llegan a Guatemala, o por qué en Honduras no leen a autores salvadoreños. El encuentro literario Centroamérica Cuenta, celebrado en Managua esta semana, ofreció una nueva oportunidad para indagar en estos insólitos desencuentros.
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Entre las múltiples mesas programadas para estos cinco días de febril actividad literaria, destacan diálogos como "¿Qué cuentan los que cuentan para niños en Centroamérica?", "Centroamérica en busca de un lector" y "Centroamérica vista desde afuera", temas que dan cuenta de las complejas preguntas que rondan los libros locales. Este martes 23 se celebró un encuentro entre editores centroamericanos, moderado por el traductor y editor alemán Lutz Kliche. Los tres presentes son amigos agremiados, como el Grupo de Editorial Independientes de Centroamérica (Geica), pero eso no evita los tropiezos entre países a la hora de compartir sus libros.
Conversaron en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica el tico Óscar Castillo (Uruk Editores), la nicaragüense Salvadora Navas (Anamá Ediciones) y el guatemalteco Raúl Figueroa (FyG Ediciones). "Lo que sí es posible" era el título de la mesa. Porque sí, editar libros en Centroamérica es posible: Castillo lo ha hecho por 34 años, Navas por 27 y Figueroa por 25.
Pero como dice Kliche, "muchas veces se ha subvalorado el papel del editor, no dándose cuenta del papel del editor como instancia de control de calidad y distribución, un cómplice del escritor". Las tres editoriales juegan papeles muy prominentes en sus países, con catálogos amplios (más de 120 títulos en el caso de Uruk) y libros premiados en sus respectivos países. Pueden funcionar como plataformas de lanzamiento para autores locales y con frecuencia lanzan al mercado obras que generan controversia y discusión con sus autores; anteriores a la reciente oleada de editoriales independientes, aprovecharon su auge para consolidar proyectos "independientes" (sin afiliación de gobierno, partido ni dependientes del mercado, dice Figueroa).
"Solamente bajo proyectos centroamericanos tenemos proyección en el exterior", subraya Navas, quien ha participado con Geica en ferias internacionales como la de Fráncfort (Alemania) y Guadalajara (México), las más importantes del mundo. No obstante, "una dificultad que tenemos todos es que en Centroamérica no hay mercado", lamenta Figueroa; aunque más de 40 millones de habitantes augurarían un mercado dinámico, la deficiente educación de lectores y los problemas de distribución hacen que muchos libros circulen mal. A modo de ejemplo, el libro de ficción más vendido de Uruk supera los 4.000 ejemplares.
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Un tema recurrente en los pasillos y mesas informales de Centroamérica Cuenta es justamente la paradoja de tener un hervidero de escritores en estanterías apagadas de librerías. En las librerías más nutridas de Managua se ven si acaso tres o cuatro títulos ticos. Si un sello español edita a un centroamericano, al menos tiene posibilidad de que viaje entre Panamá y Guatemala; de otro modo, encontrar al más prometedor poeta nicaragüense al sur del San Juan depende de que un amigo se lo traiga en la maleta a un lector que ya sabe lo que quiere.
Navas contaba como anécdota que alguna vez, cuando enviaba sus libros a San José para una presentación, la caja se quedó atascada en la frontera, y tuvo que desembolsar más de $120 para que pasaran a tiempo. Otras veces, las cajas quedaron retenidas en la frontera sin solución a la vista. La inversión en el viaje pronto se torna pérdida; esta es una labor de amor, después de todo. "La rentabilidad es una condición de existencia de la editorial, pero no su objetivo", recalca Óscar Castillo, pero el dinero, al fin y al cabo, es lo que permite publicar y distribuir. La importación es muy costosa y las cadenas libreras no abren tantas vitrinas a autores desconocidos: es un mercado difícil, pero sabemos poco si está interesado en nuestras propias letras porque ha tenido poca oportunidad de exponerse a ellas.
Al conversar sobre libros como Greytown, debut novelístico del costarricense Álvaro Rojas, burbujea sin remedio la historia común que nos une. Como cuestioanaba el académico alemán Werner Mackenbach, esta historia de amor en el río San Juan, ¿es una novela tica; es una novela nica? Se han desarrollado iniciativas regionales (Geica es una), y editoriales del pasado o el presente, como Uruk, tienen vocación centroamericana. No obstante, al comparar las escenas de los distintos países, queda el sinsabor del silencio que, al menos por ahora, separará a los escritores de San Pedro Sula, en Honduras, de los de San Pedro de Montes de Oca, en Costa Rica.
Centroamérica Cuenta se celebra del 22 al 27 de mayo en Managua. Autores costarricenses como Daniel Quirós y Roxana Pinto participan de múltiples mesas.
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