El auditorio de la Alianza Francesa resultó ser pequeño para la cantidad de oyentes que asistieron, este jueves, a escuchar un íntimo recital de poesía.
Con el aguacero de fondo, doce poetas compartieron los versos de sus obras con sus seguidores, colegas, familias y, sus escoltas, los policías penitenciarios.
La lectura, parte del XV Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, destaca anualmente el trabajo de quienes participan de talleres de poesía en los centros penitenciarios La Reforma y El Buen Pastor.
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“Es simbólico. Es un acto de amor y por eso lo valoramos tanto”, presentó la actividad el poeta Norberto Salinas, coordinador del taller de La Reforma.
Libertades. Los temas sobre los cuales escriben los poetas de las cárceles comparten un único tema: la libertad. Fuera de ese vínculo evidente las emociones que atraviesan son otras, también universales: el amor, los lazos familiares, la insatisfacción política, la soledad.
“Trato de no pensar con mentalidad de que estoy presa”, explicó Rebeca Zúñiga quien leyó obras propias y, además, compartió el trabajo de una de sus compañeras. “(Me gusta) escribir cosas de amor, desamor y de la vida. No quiero atarme al dolor y el sufrimiento”.
El espacio de los versos, además de permitir un vistazo a la vida íntima de sus autores, se convierte en una oportunidad de reencuentro con las familias.
Zúñiga, por ejemplo, tuvo la oportunidad de besar y abrazar a su madre Sisi Mena, la primera persona que la motivó a leer poesía cuando era una niña.
Jorge Marín Saborío conoció a su nieta. El nóvel poeta lleva dos meses escribiendo desde La Reforma y quiere usar su trabajo como ejemplo para personas jóvenes en riesgo social.
“No se imaginan lo que es. Muchas veces lo entrevistan a uno en estos lugares y no una cárcel donde el agua se mete, no hay ventanas, hay frío. Es duro”, describió el poeta tras la lectura.
Como Marín, muchos otros utilizan la poesía como medio para procesar un periodo difícil de sus vidas.
Aún cuando su condición de reclusos se transforma en un estigma social, la poesía les permite trascender la rutina de sus condenas y, con ayuda de los talleristas de la fundación Casa Palabra, crear arte incontenible.