El narrador, periodista e historiador Paco Ignacio Taibo II estuvo presente en la Feria Internacional del Libro con una charla llamada La narración de la Historia, la historia de la narración. Viva conversó con el renombrado autor mexicano acerca de las presiones que vive la novela negra y la necesidad de refrescar el relato de la Historia con las herramientas de la ficción.
¿En qué consiste su aproximación a la narración de la historia?
En la necesidad de romper la absurda división entre la historia y la narrativa. Voy a intentar explicar cómo de alguna manera la historia es un arte narrativo. No solo la historia implica un rigor en la investigación, una confrontación de los datos y una interpretación, sino que también implica una manera de contarla. Si la historia renuncia a ser un arte narrativo, se vuelve un moco académico destinado a la reproducción informativa en un mundo cerrado. La historia, por definición, es patrimonio de los ciudadanos. Por definición estrecha es patrimonio de los lectores. Los historiadores escribimos para los lectores: contamos la historia. Me dedicaré a contar las dificultades contra la historia oficial en el caso del Che o contra la historia negra en el caso de Villa, y el problema de encontrar cómo encontrar maneras de contar.
Izquierda, derecha, ¿cómo encontrar el camino en medio de esa tensión?
Precisamente porque no está en medio. La izquierda mexicana produjo una visión de Villa muy esquemática a partir de un marxismo muy primario que decía: "no hay reforma agraria en el villismo; por lo tanto, eso no es un verdadero movimiento campesino". En lugar de meterte dentro de la historia, contarla y, a partir de ahí interpretarla, primero la interpretarla. La derecha lo que hizo fue exacerbar los fantasmas del demonio villista, el villista violento, brutal y sanguinario para convertirlo en el monstruo incontrolable que desató la sangre. Son versiones equivocadas: hay que entrar en la historia y contarla y, a partir de ello, interpretarla.
Exige gran rigurosidad con los datos.
Para mí es una obsesión. Yo no cuento nada de lo que no esté absolutamente seguro, y cuento cosas que no me gustan. Cuando haces biografía el gran riesgo es que te encadiles con el personaje. Tienes que mantener la distancia; tus amores por el personaje tienen que surgir del espíritu crítico, y no de la hagiografía (relatos de vidas de santos). Todo proceso de hacer historia narrativa es un proceso de pelearte con tu material, y no de ordenarlo complacientemente. Recuerdo una polémica con Jorge Castañeda. Yo le decía "Pero si tú no quieres escribir una biografía del Che. Tú ya sabes lo que quieres decir antes de estudiarla. Ya sabes que quieres decir que Fidel traicionó al Che: esa es tu obsesión. Vas a escribir un libro para demostrar tu obsesión. No has empezado a investigar y ya sabes cómo termina".
¿Cómo evitar la hagiografía?
Es muy complejo. Es parte de la tensión de hacer una narrativa histórica sólida, seria, que al mismo tiempo que cautive al lector sea sólida con la información que transmite.
¿Cómo lograr ese balance entre narración y precisión en lo datos?
Haciendo historia, pero pensándola como novela. No dejes que la ficción te joda la historia. ¿tienes testimonios que puedan deecir qué dijo? Si no, toma distancia. "Puedo pensar que quizá el Che pensó esto", pero con mucho cuidado para que el lector no sea engañado. Tu capacidad especulativa tienes que transmitirla al público que tiene que tener bien claro que es especulación. Pero estás pensando el libro como novela; o sea, secuencia de personajes, construcción de la trama, momento del enigma, momento de la confrontación. Lo que sabes como novelista aplícaselo a la historia en la manera de ordenar la información, en la manera de presentar a los personajes en un determinado momento. ¿En qué momento entra un personaje secundario? Tú puedes elegir 10 momentos, y en uno de esos 10, das información sobre él. ¿En cuál das información? En determinados momentos, detén la historia cronológica y vete a la historia temática, de tal manera que hagas un momento de respiro y de reposo en la que el lector es capaz, después de seguir una anécdota, detenerse y tener un marco de reflexión. Utiliza las artes narrativas cuando cuentas la historia.
Esas herramientas se aprenden con mucha precisión en la novela policiacia. ¿Cuáles son las herramientas claves para una novela policiaca?
No dejes que el enigma se coma la novela. El enigma, el tema central, no puede comerte la novela y dejar fuera el ambiente, el clima, la ciudad, los personajes... La literatura policiaca es una mesa de tres patas: personajes, atmósfera y anécdota. Se mueve la novela si empujas una pata por el lado de los personajes: los describes, los desarrollas; por el lado de la anécdota: 'el muerto apareció en tal lado...'; o la ciudad en la que está pasando. Tienes que aprender a mover la mesa de tres patas con habilidad para que la anécdota no se coma la novela. El best seller norteamericano ha hecho un daño tremendo: ha creado una literatura policiaca funcional. Si en la página 3 sale un esquimal meando es porque la novela lo va a necesitar en la página 77, y ese funcionalismo no me interesa. La vida es mucho más rica y complicada; está llena de elementos no racionales, de accidentes y de locura.
Esa naturalidad de la vida se ve en la degradación de Belascoarán a lo largo de los años.
Pobrecito. No es culpa mía; es de él, por andarse metiendo en lo que se mete.
Se mete en eso y es una representación del daño que el crimen provoca en la sociedad.
No puedes tener un detective en América Latina que sea inmune. No puedes tener un personaje que está metido en el mundo criminal que salga oliendo a flores todos los fines de novela. La realidad en la que me muevo no me lo permite. Entonces, al personaje lo golpean, lo degradan, lo hieren y le quitan pedazos de sí mismo. Sobrevive, sí, porque me interesa una novela que haga luz al final del túnel, en la que el lector tenga la sensación, muy quijotesca, de que el daño es reparable.
El panorama del narcotráfico y el crimen organizado exige detectives muy comprometidos pero ¿qué le exige a la literatura?
Básicamente, contar historias. Ese es el gran problema. No renuncies a contar historias en función de la facilidad. No te dejes caer en el facilismo. El facilismo es que estés escribiendo best sellers y que te den mucho dinero. El best seller está basado en repetir el éxito, con cuatro o cinco elementos variantes, pero la misma estructura. Cada vez que empiezo un libro, lo que me interesa es experimentar.
¿Se vive un auge de la novela negra o de pronto salieron en serie muchas? ¿Se repiten?
Esta generación de lectores está sufriendo un acumulado que hemos producido en los últimos 15 años. No hay demasiado material nuevo ni de mucha calidad en los últimos dos o tres años; es que, de repente, cayó todo el material que estaba allí hace años.
¿Cuáles tendencias identifica en la novela negra en Latinoamérica?
Dominó y domina una novela negra que sería el equivalente a una novela social. La novela social se ha venido escondiendo en otros géneros. Cuando se le prohibió existir, apareció dentro de la ciencia ficción; luego, apareció dentro de la novela negra. La novela negra que interesa en América Latina es un producto que viene creciendo desde los años 70 hasta hoy es una novela con mucha carga social. Le interesa tocar el fondo de sus sociedad; no decir por qué él la mató, sino qué papel juegan los banqueros en esta sociedad en la que estamos viviendo. Escribir una novela negra en Costa Rica sin analizar el papel de la banca sería una broma.
Sin embargo, se hace.
No es culpa mía.
¿Por qué, a veces, los escritores temen entrar en esos temas sociales?
Hay mucho miedo. La literatura panfletaria creó un monstruo al que todos le tenemos miedo, y está bien, pero también es cierto que no puedes hacer novela negra sin hacer novela social: es prácticamente imposible. ¿Cuáles son los entramados del crimen? El hombre que roba en el sótano de un supermercado una bolsa de comida ha sido arrojado a esas situación por una concatenación de elementos económicos que afectan al conjunto de esa sociedad. Si no eres capaz de entenderlos y describirlos, tu hombre armado con un cuchillo asaltando a una mujer por una bolsa de comida en el parque no tiene entidad. No es real.
Ante la impunidad que existe en América Latina, la novela negra se hace una especie de reclamo.
Pues sí. ¿Qué otra nos quedó? Tú puedes ser cómplica de la impunidad o estar atacándola y combatiéndola donde quiera que la encuentres. Que cada uno escoja: si quieres ser escritor complaciente, que te den premios nacionales y que el sistema te quiera mucho, bueno, haz novelas blanditas, ahí tienes el modelo Agatha Christie. Si no quieres, ahí tienes el lado crítico.
Pareciera que la justicia misma es corrupta o es incapaz de enfrentar esos crímenes en América Latina.
En América Latina, cada vez más, la idea de justicia es ajena a la impartición de justicia. Cada vez está más lejos la justicia que produce el sistema de la palabra justicia. El inocente se va a la cárcel con una facilidad enorme en nuestros países.
¿Qué puede hacer la literatura ante estos hechos?
Yo solo hago novelas, y también salgo a la calle cada vez que puedo a manifestarme, doy mi opinión y peleo políticamente, pero mi instrumento es ser parte de una visión crítica de la sociedad. Yo lo tengo asumido, hago literatura así, creo en ella, pero no creo que mi literatura sea la palanca de Arquímedes.