Rónald Bonilla escribe y reescribe, ese es el oficio que conoce por arte. Como poeta ha publicado 13 libros; como maestro no ha dejado de enseñar desde que hace medio siglo llegó al Círculo de Poetas Costarricenses.
Desde que los poetas Laureano Albán, Jorge Debravo y Julieta Dobles lo reclutaron –en las aulas del Conservatorio Castella– para sus talleres del Círculo han pasado muchísimas cosas.
Para empezar, los años. El desasosiego adolescente por escribir y perfeccionar su voz poética se convirtió décadas después en una vocación pasional por guiar a otros escritores.
Su último reconocimiento, el Premio Nacional de Cultura Magón 2015 , celebra precisamente la labor intangible de su carrera, sus contribuciones a la creación literaria de los poetas que de una u otra forma cruzaron sus caminos con su mano artesana.
Después de conocer a Albán, su mentor, publicó su primer poemario Las manos de amar (1971), el cual escribió en los últimos años de colegio.
Precoz, fue directivo de la Editorial Costa Rica a los 21 años y siguió publicando otros poemarios, incluyendo el que le mereció el Premio Joven Creación, Soñar De Frente (1977).
“Era muy revolucionario para aquella época, mi poesía era muy social”, explicó Bonilla.
Ese mismo año, junto con Albán, Dobles y Carlos Francisco Monge, el escritor publicó en 1977 uno de los textos que marcaron la historia poética en Costa Rica, el Manifiesto trascendentalista.
ARCHIVO: Manifiesto trascendentalista: Treinta años a cuatro voces
Tras la partida de Albán y Dobles a España, Bonilla abandonó los talleres para trabajar en el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación Costarricense, donde también organizó certámenes de poesía.
A finales de la década de los noventas, regresó a los talles del Círculo Poético. A partir del 2007, asumió el liderazgo de su propia tropa creativa, el grupo Poeisis .
Ahora, con una editorial bajo el mismo nombre y un Magón bajo el brazo, Bonilla se dedica a escribir los textos de su próximo poemario El sagrado osario , aunque confiesa que ese título continúa bajo el escrutinio de su inagotable edición.
Antes escribía todos los días, ¿ha cambiado su rutina?
Mirá, soy muy libre para escribir: no escojo ni horario, ahora escribo en la computadora directamente. Si ando en la calle hago apuntes en un cuaderno, a veces salen poemas enteros andando en la calle. Escribo a cualquier hora y saco tiempo para leer. Siempre ando una obra de narrativa y otra de poesía a la vez.
¿Qué ha podido disfrutar en los talleres que se escapa de su creación poética?
En los talleres yo aprendo de los demás y los demás aprenden de los que más experiencia tenemos, como Julieta (Dobles) o yo.
“Ya son ocho años con Poeisis, pero antes teníamos los talleres del círculo y de la perspectiva trascendentalista, en los que también estaban Julieta y (Laureano) Albán. En este grupo no solamente hemos ayudado a muchas personas, desde jovencitos hasta personas adultas mayores.
¿Qué es lo más gratificante de esa experiencia?
Es muy gratificante ver los aportes que están dando al país. Somos un gran equipo. Una de nuestras motivaciones es que el grupo ayude a unificar a los escritores de todo el país, que a veces pasan peleando por cosas estéticas que jamás deberían separarlos. Es como si Beethoven se hubiera enojado con Mozart por haber hecho música diferente a la de él. Cada quien tiene una voz diferente y hay que respetarla.
¿Cómo se puede entender el trascendentalismo en el 2016?
Ha pasado por un reconocimiento importante en España, con el Grupo de Arajuez, un taller que existe con poetas muy buenos. Hay estudios en los que se está reconociendo la obra de los trascendentalistas. ”Hay gente que ha dicho que el trascendentalismo atrasó la poesía de Costa Rica con respecto al resto de Centroamérica. Yo diría que no la atrasó sino que la llevó por otros senderos.
“Costa Rica no seguía el camino de una poesía que se expresaba con balas y ametralladoras en lugar de palabras. Nosotros hacíamos poesía social pero pensábamos que la poesía tenía que tener valores estéticos y humanos más profundos,
¿Interpreta su premio Magón y los de Laureano y Julieta como reconocimientos tardíos del trascendentalismo?
En parte sí, pero no por tardío. Son procesos lentos, el Magón es un premio de vida. Yo creo que Carlos Francisco Monge también lo merece, no solo por su obra poética sino por su obra ensayística, su aporte con antologías y su visión crítica. Esos aportes son importantes.
¿Cree que los talleres han propiciado que coexistan estos estilos o más bien que se apaguen otros esfuerzos?
Hay muchos talleres, todos son diferentes. Sí hay cierta identificación, hay ciertas voces similares. En los poetas de mi grupo se nota la tendencia trascendentalista pero no lo imponemos.
“La poesía debe propender a darle luz y esperanza a la humanidad; pero, a veces, desde su antagonismo y oscuridad también pueden ayudar a despabilar al ser humano.
¿Cómo imagina el futuro de la poesía en Costa Rica?
Al final, la poesía que va quedando es aquella que está comprometida profundamente con el ser humano. La poesía que va a quedar es la que nos transforma, nos mueve y que nos ilumina.