Osvaldo Sauma es una persona como usted, solo que su oficio es jugar con las letras desde su Olivietti o con cualquier hoja en blanco que lo rete a escribir. En la soledad de su creación, el poeta le concede un nuevo orden a lo que, se supone, “ya está dicho”. En lugar de decir “adiós”, él dice “no volveré a hacer el amor / como lo hacía con vos”; reinterpreta los sentidos manifestando “el tacto es la luz en la oscuridad / los oídos / los ojos de la espalda”, y la mano de una mujer que golpea la puerta se vuelve “alguien con los nudillos / agita la noche”.
Su último libro, La canción del oficio, reúne todos los poemas de un artista al que Francisco Amighetti calificó de “inquieto y penetrante”. Traducido a cinco idiomas, Osvaldo Sauma es referencia obligatoria para la poesía costarricense desde su primera publicación: Las huellas del desencanto (1983).
La primera vez que Sauma escribió poesía fue sobre la servilleta de un bar, pasada la adolescencia, algo que hablaba sobre el vacío y que el cuerpo pesaba más que el alma.
De esa ópera prima a la actualidad cuenta con un Premio Latinoamericano EDUCA (1985), además de invitaciones como jurado a certámenes tan relevantes como el Primer Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1997) y el Premio Ricardo Miró (Panamá, 2000). Ha dejado escuchar su voz en lugares tan lejanos como la India.
Sus versos aparecen dulces e irónicos; buscan la sinceridad de la tristeza sin negar la felicidad, pero observándola con desconfianza: unas veces denunciantes; otras, críticos del contexto político al que pertenecen. El escritor comparte, con quien se acerque a leerlo, un espejo de vivencias como padre, profesor, amante, hijo, amigo, ciudadano harto o ser humano sensible.
La suya es una poesía tan transparente que, en lugar de ocultar sus influencias, las anexa en cursiva dentro de las estrofas. Roque Dalton, Carlos Fuentes, Neruda, Charles Bukowski, Jaime Sabines y Borges son algunos autores que se asoman en el trabajo de este poeta de ascendencia libanesa.
En sus propias palabras, la poesía es como un dictado que lo sorprende en cualquier parte. Desde la cama hasta el escritorio existe una voz que lo obliga a transcribir lo que la emoción del momento le confiesa: a lápiz y papel, preferiblemente, porque con la computadora todavía guarda sus reservas.
Este año, gracias a una beca otorgada por el Colegio de Costa Rica, toda la obra de Osvaldo Sauma puede disfrutarse en 384 páginas de papel favorable al ambiente, impreso por la Editorial Germinal.
Exalumnos de su Taller de Expresión Literaria en el Conservatorio de Castella, amigos, discípulos, compañeros, colegas y familiares han celebrado la iniciativa de ver sus poemarios reunidos por ser esta una excelente oportunidad para compartirlos con nuevos seguidores de su creación.
La poesía es el lugar donde las palabras se gradúan de lenguaje, y cualquiera que lea este libro podrá comprobarlo. En él, los significados se burlan del diccionario “inventándole límites a la nada / curándole al viento las heridas / y al sol su nostalgia de sombra”.
Alfredo Trejos, poeta costarricense y amigo del autor, menciona que “la poesía de Osvaldo es una prolongada despedida del amor como tema, de la mujer como destino. Es una poesía tensa, estable, serena y triste, pero nunca lastimera”.
Igual que Alfredo Trejos, autores de la actualidad, como María Montero, Luis Chaves y Ana Istarú, reconocen en este artista un maestro con voz inconfundible, representativo y necesario para las nuevas generaciones de escritores.
Aunque el poeta creador de este libro siempre se ha confesado inútil con las herramientas, no es casualidad que la palabra poesía provenga del término poiesis, que significa “hacer” en un sentido técnico. Por lo tanto, desde que la servilleta del bar lo tentó a escribir, su ocupación ha sido adentrarnos en su forma de documentar la vida: construyendo versos.
Invitado frecuente a certámenes de poesía, compilador de obras e influencia irresistible para quien lo descubre, Osvaldo Sauma es una persona que entrega sus palabras para que los demás comprendan lo que sienten. Tal es su oficio, y este libro lo ofrece desde que comienza.