“En este negocio a la gente le gusta decir que él es especialista en ópera italiana, o en Wagner... He pasado tanto tiempo en distintos géneros que me siento cómodo en varios. No soy un especialista”, dice el director Arthur Fagen (1951). Tiene un repertorio de más de 70 óperas; se sumergió en Wagner, se formó bajo pupilos de Puccini y Mascagni, y estrena nuevos títulos. Hace de todo.
Es cierto, sí, pero La traviata es un título que vuelve una y otra vez a su carrera: fue con la que audicionó en la Ópera Estatal de Viena, en 1998, y la ha montado en Fráncfort, Nueva York y tantos otros sitios como su peregrina batuta le ha permitido. Ahora, al director musical de la Ópera de Atlanta desde el 2010 le toca darle vida a esta pieza en su primera visita a Centroamérica, en la producción anual de la Compañía Lírica Nacional ( que estrena en julio ).
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“Esto es un gran reto, especialmente con Verdi, porque debes encontrar el balance y la integración entre una bella interpretación de bel canto y encontrar la verdad dramática”, considera Fagen. El músico estadounidense desarrolló su oído para las sutilezas y arrebatos de la música italiana en sus veintes, cuando colaboraba con el barítono Tito Gobbi y el profesor Luigi Ricci –quien trabajó ocho años de asistente de Puccini y 34 con Mascagni–.
De fondo. En aquellos años, Fagen empezó a transitar por las grandes casas europeas (fue asistente de Christoph von Dohnányi en Fráncfort): llegó a dirigir en Dortmund, Kassel, Hamburgo y Viena, así como en importantes casas americanas, como la Metropolitana de Nueva York, el Teatro Colón y la de Atlanta, que dirige con un programa anual de clásicos y estrenos.
Así que La traviata es una vieja conocida, pero una que sigue presentando retos. “Desarrolló un tipo de orquestación relativamente simple, y una declaración dramática convincente. Hay tanta verdad emocional, tanto conflicto”, opina. “Es una combinación de este demi-monde parisino, esta vida muy rica y superficial, escenas de fiesta con un intenso drama humano que ocurre a la misma vez”.
En el montaje tico, ideado por el argentino José Darío Innella, La traviata será situada en el presente. Un dilema persistente en la ópera es balancear el repertorio clásico con nuevas visiones de adónde puede llevarse.
“La producción que haremos con Innella es quizá una forma de hacerla más relevante para una audiencia contemporánea sin distorsionarla”, dice. “Estoy cómodo con modernizar producciones mientras no destruyas la pieza”.
¿Qué significa eso? “Que las relaciones personales dentro de la pieza, que la tensión dramática del compositor se mantengan”. “Si solo miras la partitura y no estudias el texto ni penetras en él profundamente, ( La traviata ) puede parecer banal y superficial, y el reto es hacerlo sonar como un auténtico drama humano”. Batuta en mano, se propone a lograrlo en San José, para un público de hoy.
Balancear lo nuevo y la tradición es algo que ya pone en práctica al mando de la Ópera de Atlanta, una de tantas compañías regionales de Estados Unidos presionadas por ese fino arte de lograr que la audiencia llegue a la sala, sin descuidar al público tradicional ni traicionar el arte.
–¿Cómo ha sido dirigir a la ópera de Atlanta a través de estos tiempos de tanto cambio para las orquestas?
–Ha estado muy bien. He tenido la oportunidad de trabajar con la orquesta por un largo periodo de tiempo y debo decir que son mucho, mucho mejores ahora. El problema, en compañías como la de Atlanta y la mayoría de compañías regionales, es que las orquestas son pagadas por servicios, o sea, no son compañías de tiempo completo. Estoy siempre presionando para tener más tiempo de ensayo, porque cada ensayo cuesta dinero y estas compañías están tratando de ahorrar. No obstante, el presupuesto de la orquesta ha crecido, es casi el doble de cuando empecé. Hacemos el doble de producciones anuales ahora. Hacemos cuatro producciones grandes al año y dos pequeñas. Es una mezcla de lo tradicional y lo experimental. Hicimos piezas contemporáneas. Es una compañía que está creciendo; mientras muchas están reduciéndose, nosotros crecemos.
–¿Cuáles han sido algunos de los factores que han mantenido a la compañía así de fuerte en un panorama tan complejo?
“Tenemos un excelente director general, quien es un muy buen director escénico, que tiene una personalidad que le permite recaudar mucho dinero. No tenemos apoyo de gobierno en Estados Unidos como en países europeos o Costa Rica. dependemos de dinero de patrocinadores individuales, corporaciones, fundaciones… Siempre es una lucha”.
–Otra pregunta recurrente es cómo atraer nuevas audiencias...
–Es un problema. Las juntas directivas de compañías de grandes ciudades están conformadas por los elementos más conservadores de la ciudad. Su gusto tiende a ser más conservador. La paradoja es que si quieres atraer nuevas audiencias debes hacer que la ópera tenga relevancia, cortejar la conciencia social, por ejemplo, para atraer a públicos jóvenes. Creo que la ópera tiene un gran valor aunque se haga preservando las intenciones originales del compositor, como una pieza de museo que puedes hacer volver a la vida.
Historia musical. “Amo la música orquestal, la música de piano, de cámara. Aun mientras estaba en el colegio pasaba escuchando la estación de música clásica”, recuerda Fagen, quien nació en Nueva York. De pequeño, su abuelo le llevó una colección amplia de clásicos en 78; los escuchaba sin cesar mientras estudiaba. No tardó en querer una carrera musical, pues ya tocaba varios instrumentos (sobre todo el piano). “Empecé en la música muy joven. Mi papá no quería para nada que yo fuera un músico. Mis papás son sobrevivientes del Holocausto, de la lista de Schindler. Tuvieron una vida tan insegura que querían que sus hijos tuvieran vidas más seguras, que no tuvieran que preocuparse; querían que sus hijos fueran doctores, abogados, no músicos. ¿Cuál es la probabilidad de que un músico sea exitoso? No muchas, la verdad. Así que insistí, pero él no quería que me metiera a un conservatorio. Fui a una universidad y luego audicioné al Curtis por cuenta propia, porque tenían beca completa. Le dije, papá, no tienes que pagar, así que allá voy”, recuerda.
En la universidad, Fagen estudió artes y composición. En una ocasión, un exprofesor lo recomendó a Christoph von Dohnányi, uno de los directores más reconocidos de su época, y Fagen audicionó para él. Así llegó a Europa, donde se quedaría por muchos años.
“Mi abuelo tampoco quería que fuera músico. Un día estaba trabajando en su oficina, escuchando una transmisión grabada en Berlín, que dirigí yo… él no sabía, pero escuchó mi nombre, Arthur Fagen, y se dijo, bueno, le fue bien. Tomó muchos años”, recuerda. Pero sí, podría decirle a su papá, sí lo logró. “Sí, sí lo logré. Buenos años, malos años, pero nunca estuve sin trabajo”.
‘La traviata’, ópera del compositor italiano Giuseppe Verdi se presentará los días 23, 25, 27, 28, 30 de julio y 1.° de agosto en el Teatro Popular Melico Salazar, con la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Sinfónico Nacional. Las entradas pronto estarán en venta en SpecialTicket.net”.