Fuera luces, músicos en escena y un silencio que revelaba ansiedad fueron el preámbulo para que la española Rosario Flores subiera al entarimado del teatro Melico Salazar, en San José, la noche de este miércoles.
Un grito de "¡Rosario te amo!" rompió el protocolo. Pero no importó, porque a pesar de la sobriedad del recinto, Rosario llegó como un rayo cargado de energía a contagiar al público que abarrotó el Melico.
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Así lo había dicho en una entrevista previa con Viva:"Quien no me ha visto en vivo, no me conoce". Definitivamente, hay que escucharla, verla y saborear su talento sobre el escenario para saber de qué está hecha la heredera del talento y el legado de Lola Flores.
Con su icónica cabellera rizada y alborotada, botas negras hasta la rodilla y un vestido cortísimo, la reina de la rumba flamenca engalanó el escenario no solo con la potencia de su voz y de su baile, sino también con su belleza y sensualidad.
Como lo prometió, la Flores se entregó en cuerpo y alma durante el espectáculo. Se sabe amada por su público y eso generó una complicidad entre ella y la audiencia que estaba sedienta de su calidad flamenca, de su música, sus letras y su genialidad artística.
Durante la primera parte del recital no paró de moverse y de bailar. Hubo chance para conversar un poco con sus fans y agradecer por el amor que le profesan.
Las primeras piezas que cantó fueron Mi piel, Cómo me la maravillaría yo, Mi gato y Gloria a ti, tema que da nombre a su último disco, material que promociona en esta gira.
Perfectamente se puede decir que Rosario y su música encantan. Que hay una relación amorosa entre ella y su público y que, definitivamente, hay que estar frente a ella para gozar de la Flores como una experiencia sensorial completa.
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