El maestro Sebastián Rojas se tomó la licencia de guardarse el nombre del siguiente número que iban a interpretar sus pupilos, pues era “muy conocido”.
Luego, un “aaah” prolongado, sentido y al unísono de la platea del Teatro Nacional acompañó los primeros compases de Yesterday , de Los Beatles.
Rojas tenía razón: la melancólica balada del cuarteto de Liverpool es la canción con más versiones de la historia (unas 3.200) y se ha tocado millones de veces; sin embargo, el “enganche” tenía otra muy buena razón: las notas de la Orquesta Sinfónica del Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social (Sifais) sonaron nítidas.
Integrada por niños y jóvenes de la antigua Cueva del Sapo –hoy Cueva de Luz– de La Carpio, la Orquesta se presentó en el escenario del máximo coliseo cultural del país, en el programa Teatro al Mediodía.
La Camerata de Luz, de la misma comunidad, y bajo la dirección de Andrei Montero, abrió la función de ayer.
Ambas presentaciones fueron seguidas por un teatro que apenas tuvo butacas vacías.
El público fue caluroso en sus aplausos con los dos ensambles.
La Orquesta de la escuela Humboldt acompañó a la Sinfónica en parte de la actuación.
Subirse al escenario del Nacional no fue una concesión para la Camerata ni para la Sinfónica.
“Ellos participaron en la convocatoria, como cualquier otro artista. Revisamos los criterios de calidad y vimos que cumplía los criterios de calidad, porque el escenario del Teatro Nacional es sagrado”, aseguró Inés Revuelta, directora de la institución.
Por su parte, Maris Stella Fernández, presidenta del Sifais, presentó la función de ayer.
Emocionada, recordó cómo hace cuatro años, llegaron con unas matas, otros aperos y una carga de ilusiones. Alicia Avilés, vecina de la comunidad, fue la que sugirió la idea de contar con una agrupación de música.
Como suele pasar, nadie se imaginaba el rumbo que iba a tomar; mucho menos, que los jóvenes se iban parar en el escenario del Teatro Nacional.
“Hoy (ayer) es un día para celebrar, porque hoy se demostró la buena voluntad, el coraje, el vencer el temor a lo desconocido”, expresó Maris Stella Fernández.
“Donde hay menos seguridad, menos recursos, hay un tesoro. Como me dijo un amigo, Sebastián Orozco, hay precariedad en las casas, pero no hay personas precarias”, añadió, sin poder, o sin querer, esconder la emoción.
Ashley Pérez, primera violín de la Sinfónica, también andaba emocionada. Con 11 años de edad, entró por primera ocasión al Teatro y lo hizo muy bien: de una vez pasó, al escenario. Confesó que estaba nerviosa
“¿Pensás volver?”, se le preguntó. “No sé”, respondió con timidez; mas, en sus ojos, había un firme deseo de regresar.